Morbosa adicción

Kentukis, de Samanta Schweblin, apunta a cómo dejamos ingresar en nuestras vidas aparatos y redes sociales que ofrecen un universo de voyerismo sin control, al mismo tiempo que nos llama a exhibirnos. Si este escenario suena familiar, es porque entre ser usuario de Instagram y ser usuario de los kentukis –la mascota tecnológica inventada por la narradora argentina– hay un solo paso.

por Rodrigo Olavarría I 8 Agosto 2019

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Kentukis, la publicación más reciente de Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), es un libro muy distinto a Pájaros en la boca (2009) y a la premiada Distancia de rescate (2014), aunque se alimenta de la habilidad desplegada por la autora en la escritura de cuentos. En primer lugar, Kentukis es una serie de historias independientes, conectadas por el uso de una mascota tecnológica que puede ser adquirida en cualquier tienda, los kentukis. Se trata de peluches con forma de oso, dragón, conejo, topo o cuervo, que tras ser adquiridos son activados en forma remota por un usuario único y anónimo, que puede estar en cualquier lugar del mundo y que, gracias a una cámara y un software que puede ser instalado en una tablet o un computador, le permite a un desconocido ingresar a la intimidad de la persona que vive con el kentuki. Es una especie de Chatroulette, donde en lugar de conversar con un usuario aleatorio por el tiempo de tu elección, como en el legendario sitio de videoconferencias, tendrías a ese usuario aleatorio en tu casa 24 horas al día y solo podrías desvincularte de él destruyendo tu computador.

Pero este peluche tecnológico no es una cámara pasiva instalada en una casa, sino que puede seguir a su “amo”, mover la cabeza en cualquier dirección y emitir chillidos. Estas características le dan al kentuki cierta libertad, algo así como la posibilidad de vivir una vida como mascota de otra persona, una vida de juguete amenazado constantemente por el vaciamiento de su batería.

Kentukis no es una novela futurista o de ciencia ficción, no está situada en el futuro cercano o distante, la acción transcurre en la más absoluta contemporaneidad, ya que todos y cada uno de los elementos que hacen posible esta visión paranoide de las redes sociales y la tecnología, están presentes hoy en nuestra vida diaria. De algún modo, Kentukis es una crítica a la forma en que nos relacionamos con la tecnología, algo que comparte con la serie Black Mirror, con la que esta novela suele ser relacionada. La crítica de Schweblin apunta a cómo dejamos ingresar en nuestras vidas aparatos y redes sociales que ofrecen un universo de voyerismo sin control, al mismo tiempo que nos llama a exhibirnos. Si este escenario nos suena familiar, es porque entre ser usuario de Instagram y ser usuario de los kentukis hay un solo paso.

El libro se lee con una facilidad inquietante y adictiva mientras navegamos las curvas de estas historias que, tal como las historias de amor o de una revolución, se inician con optimismo para luego retorcerse y degenerar en un cúmulo de ángulos sombríos.

Los usuarios de kentukis, como los de Instagram o Snapchat, se dividen en dos clases, los que tienen un kentuki y los que son un kentuki, los que muestran y los que ven. Este escenario lleno de personajes que tambalean entre el voyerismo y el exhibicionismo es evidentemente un terreno fértil para el desarrollo de historias que con sutileza consiguen el mismo efecto de la tecnología kentuki, convirtiendo al lector en un voyerista y a la novela en la cámara que nos abre la vida de los extraños.

Ese es el mayor logro de esta novela que se lee de un tirón, mientras cada pieza de este puzle desata una morbosa curiosidad, cargada de aprensiones y empatía por sus personajes, una galería potencialmente infinita, integrada, por ejemplo, por una mujer peruana de edad madura que es un kentuki en la casa de una chica alemana con un novio abusivo. Otro caso es el del adolescente de Antigua que se hace parte de una revolución kentuki en algún lugar de Noruega. Y también hay un hacker croata que vive con su padre en Zagreb y vende “conexiones de kentukis preestablecidas”, para usuarios que desean conocer previamente el lugar donde fue activada su cuenta kentuki.

El libro se lee con una facilidad inquietante y adictiva mientras navegamos las curvas de estas historias que, tal como las historias de amor o de una revolución, se inician con optimismo para luego retorcerse y degenerar en un cúmulo de ángulos sombríos. Asimismo, a través de cada una de estas historias ingresamos a un espacio donde percibimos tanto la amenaza de la violenta naturaleza humana como la dulzura de sus impulsos más nobles.

 

Kentukis, Samanta Schweblin, Literatura Random House, 2019, 224 páginas, $12.000.

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