Por qué seguiremos leyendo a Enrique Lihn

¿Qué nos ha dado con Kafka? es una muestra palpable de la actualidad que posee el pensamiento lihneano. Compuesto por textos desperdigados de diversa naturaleza, conforma una suerte de almanaque crítico donde se cristalizan las obsesiones de un autor que fue, a la vez, uno de los mejores lectores de su época.

por Guido Arroyo I 22 Enero 2021

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No existe algoritmo que permita descifrar por qué seguiremos le­yendo a ciertos autores o autoras. Aquel misterio se ancla en factores demasiado volubles como para aventurar un juicio. Cuando pienso esto recuerdo una librería de saldos ubicada en Avenida Corrientes, cuyo mesón solo exhibía títulos olvidables de ganadores del Premio Nobel. Como dice el poeta Eduardo Espina, la academia sueca es “una pandilla de hombres blancos con ínfulas de jueces literarios”, que pese a su “soberbia intelectual”, no tienen el “poder de decidir el futuro de una obra literaria”. Y tiene razón. Los premios, vengan de donde vengan, nada dicen. Y la obra de muchos autores premiados termina siendo, tras su muerte, “alpiste para el olvido”.

Sucede todo lo contrario con Enrique Lihn; aquel poeta, na­rrador, ensayista, dibujante, ci­neasta, dramaturgo y performer (entre otras). Su multiplicidad de registros, la sorprendente contemporaneidad de sus reflexiones lo han vuelto un ícono cultural que cosecha lectores de distintas épocas y latitudes. Creo que ello se debe al vitalismo que lo atraviesa: Lihn fue y es puro despliegue. Un tipo que cerraba y abría archivos con una rapidez inusitada, siempre anclado a las condiciones de su época, una en la cual concretar una publicación era muchísimo más complejo que hoy. Y nunca se cansó de dialogar, debatir y des­plegar ideas con todas y todos. De maquinar. De fundir la existencia no con la obra, sino con aquello que la vuelve legible: el lector, la escucha, el crítico, el espectador.

Ese espíritu vital ha intenta­do conservar la editorial Overol en las cuatro publicaciones de textos inéditos y dispersos que ha realizado de Lihn. Aunque el valor de todos esos títulos es desigual, la operación es contraria a las habituales políticas edito­riales que suelen plagar de notas las reediciones o libros inéditos, acercándolos peligrosamente al gueto academicista. A contrapelo, como dice el recopilador de ¿Qué nos ha dado con Kafka?, Andrés Florit: “Intentar convertirlo en una estatua sería traicionarlo y también un fracaso”. Por ejemplo, en el libro de prosas Las cartas de Eros, omitieron cualquier explicación inicial sobre el carácter inédito del manuscrito –hecho que a los amantes de aquel subgénero nos alarmó–, dejando que el libro fluyera casi como si se tratara de un autor vivo. El resultado: algunos lectores conocieron a Lihn por primera vez mediante esas desgarradoras prosas. Y otra gente logró, con el tiempo, entender el gesto. La vitalidad de esta obra se niega a la sistematización, al mausoleo. Y agrega Florit: “Los libros de Lihn que hemos publicado también son el reflejo de un autor vivo”.

Bajo ese dictum, ¿Qué nos ha dado con Kafka? es, antes que todo, un material de primera necesidad para los lectores lihneanos. Com­puesto por textos desperdigados de diversa naturaleza, dispuestos en cuatro unidades temáticas y un epílogo, el compendio puede leerse como un libro de ensayos miscelá­neos que analizan obras literarias, artísticas, teatrales, políticas y audiovisuales; y también como un primo avezado de los volúmenes recopilatorios de sus prosas: El circo en llamas (1997) y Textos sobre arte (2008). Digo avezado porque a diferencia de aquellos libros, pensados para lectores iniciados, el costado biográfico que emerge aquí permite que cualquier lector no prevenido pueda surfear estas páginas y disfrutarlas como lo que son: un radical y a ratos obsesivo despliegue reflexivo. Cabe subra­yar que algunos de estos textos fueron hallados, mediante una trabajosa búsqueda detectivesca, en bibliotecas nacionales y extran­jeras, también en el archivo de la Fundación Getty ubicado en Los Angeles, Estados Unidos. Allí se encuentran más de 60 cajas que poseen cartas, apuntes, dibujos, cuadernos e incluso manuscritos inéditos de Lihn, quien, pese a vivir en continuo tránsito, habitar variados departamentos o casas de parejas, guardó por décadas sus archivos.

El recorrido cronológico también permite leer una suerte de bio­grafía crítica del poeta, pues tanto el estilo que despliega como sus filiaciones teóricas van mutando y, como lectores, develamos esa ma­duración permitiendo comprender en relieve la figura crítica de Lihn.

En la página 12 de este libro, justo después del índice, encon­tramos una fotografía hasta ahora inédita de Enrique Lihn tomada en 1967, en La Habana. Aparece sentado en un escritorio plagado de carpetas, con la mirada perdida y su mano izquierda ad portas de gesticular, como ensayando alguna idea. Luce pelo corto, está perfec­tamente afeitado y, por alguna anó­mala razón, viste rigurosa camisa blanca, blazer negro y corbata. En ninguna foto más (al menos de Google) figura con corbata. Sí aparece con camisas coquetas de cuello mao o incluso corbatines chillones, travestido de Pompier. Pero nunca corbatas. Nunca como un funcionario. Su estancia en Cuba, quizá la zona más secreta de su itinerario vital, es retratada de forma exhaustiva en este libro, que contiene 10 artículos escritos durante los dos años que habitó la isla (1967-1968) y un crucial ensayo titulado “Notas para un cuaderno sobre la literatura cubana: Sáez, De Feria, Díaz Martínez”. Lihn plantea allí una tesis que resulta vigente incluso ahora: “Una literatura al servicio de la revolución puede ser todo lo contrario de una literatura revolucionaria”. Y machaca: “El problema de los jóvenes cubanos es el de hacer una literatura revo­lucionaria dentro de la revolución”.

Lihn como un radar. Un sujeto de atisbos iconoclastas que a ratos parece utilizar la crítica solo como una estrategia para aludir a las contingencias de su época. En el capítulo tres de este volumen, com­puesto por intervenciones públicas, hallamos textos cruciales, como “La marginalidad no es dominio de nadie”, donde postula que el intelectual no puede hablar de la marginalidad de los otros, sino “desde su propia marginalidad”, donde “se pueden inscribir las otras marginalidades”. También podemos leer un texto revelador titulado “El último mensaje de Enrique Lihn”, publicado tan solo dos días tras su muerte, donde se manda una cuña que podría figurar en una pancarta: “Todos los gobiernos han actuado como el militar en mayor y menor grado”.

Un efecto luminoso se genera cuando leemos en detalle el capítulo cuatro de este libro. Compuesto por artículos misceláneos escritos por Lihn entre 1955 y 1988, es decir, entre sus 26 años y prácticamente hasta la muerte. La diversidad de obras y temáticas donde recae su ojo lúcido, que registran las tensiones del arte chileno y su modernización; la situación del “realismo socialista”; los devenires de la poesía chilena escrita antes y después del Golpe, en el exilio o inxilio, o las estrategias que des­plegaba el teatro para denunciar la dictadura, conforman una suerte de almanaque crítico donde se cristalizan las obsesiones de un autor que fue, a la vez, uno de los mejores lectores de su época. El recorrido cronológico también permite leer una suerte de bio­grafía crítica del poeta, pues tanto el estilo que despliega como sus filiaciones teóricas van mutando y, como lectores, develamos esa ma­duración permitiendo comprender en relieve la figura crítica de Lihn.

¿Qué nos ha dado con Kafka? es una muestra palpable de la actua­lidad que posee el pensamiento lihneano. Y creo que la dispersión de su obra, la ilimitada cantidad de textos que desperdigó por aquí y por allá, permiten garantizar que seguiremos leyéndolo por décadas. También por su vocación de nunca fijar un yo totémico. De hecho, un aspecto que vuelve entrañable este libro son los textos autobiográficos que abren y cierran el volumen. El primero se titula “Currículum Vitae”, y es una autopresentación escrita para un dossier sobre su obra. En esos pasajes prima el humor, la radical carencia de seriedad, los chispazos del poeta cívico. El texto que opera como epílogo se llama “Enrique Lihn en la pieza oscura”, y es un memorable testimonio oral, narrado tras una larga noche de juerga, que revela el luminoso vínculo con su tío, el dibujante Gustavo Carrasco, que auspició su ingreso a la Escuela de Bellas Artes, cuando Lihn era aún ado­lescente. También se autodescribe como soberbio niño-artista, que vivió en carne propia la bohemia antes de tiempo. Asimismo, dedica unas lejanas palabras a su padre, que era un empleado público que “sufría al tener que alternar con burócratas de medio pelo”. Quizá por eso Lihn fue siempre tan es­quivo a usar corbatas.

 

¿Qué nos ha dado con Kafka?, Enrique Lihn, Overol, 2020, 352 páginas, $13.000.

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