Hermano mayor

por Marisol García

por Marisol García I 25 Enero 2018

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En las lecturas que compartió con Violeta, los consejos literarios que le dio a Roberto, y en la guía paternal a Lalo y a Óscar, Nicanor, el intelectual de los Parra Sandoval, aportó en método y dirección al camino (ya largado) de sus hermanos más creativos. Es posible ahora pensar en el análisis de la influencia de todos ellos sobre el primogénito.

por marisol garcía

Abre uno La poesía de Violeta Parra y se encuentra, no más partir, con una de las señas más relevantes del libro. En la primera página, antes incluso del prólogo y la portadilla de presentación, la investigadora Paula Miranda ubicó un regalo que le entregó Nicanor Parra en uno de los encuentros que ambos sostuvieron cuando la académica de la Facultad de Letras de la Universidad Católica investigaba el que hasta ahora es el estudio más significativo que ha cruzado los textos de las canciones y la biografía de la autora de “Gracias a la vida”.

La imagen es una transcripción manuscrita. La letra es de la mano de Nicanor, basta con mirarla y reconocerla. El contenido, los 14 versos de “La cueca de los poetas”, la canción justo al centro del más importante disco de Violeta Parra, Las últimas composiciones (1966). Todo conocido, salvo el remate.

“Corre que ya te agarra / Nicanor Parra” quedó grabado para siempre en voz de Violeta Parra el cierre a ese saludo a los cinco grandes de la poesía chilena a ritmo de cueca: Gabriela Mistral (“… qué lindos son los poemas”), Pablo de Rokha (“es bueno pero…”), Vicente Huidobro (“vale el doble y el triple”) y Pablo Neruda (“el más gallo”).

—¿Qué cómo me defino yo? —toma vuelo en una entrevista de 1993 con El Mercurio— Como un hermano de la Violeta Parra.

En su nueva transcripción, sin embargo, el aludido consideró justo alterar el canon y desaparecer. “La cueca de los poetas” escrita por él en 2013 termina así: “Corre que ya te agarra / Violeta Parra”.

No él junto a los grandes: ella.

Ya en las celebraciones por el Centenario de Violeta Parra en 2017, y en estos días de reflexivos obituarios se difunden anécdotas, relatos y análisis diversos en torno a la influencia —no tan solo el cuidado fraternal— que Nicanor Parra tuvo sobre su hermana más talentosa y conocida. Al respecto había información de referencia desde hace años, sobre todo en el libro de Leonidas Morales Conversaciones con Nicanor Parra, algunos de los testimonios en Violeta Parra. El canto de todos de Patricia Bravo y Patricia Štambuk (aparecido originalmente en Buenos Aires en 1976, con otro título), y por supuesto en entrevistas a cada uno.

—Musicalmente, yo sentía que mis hermanos no iban por el camino que yo quería seguir y consulté a Nicanor, el hermano que siempre ha sabido guiarme y alentarme —comenta Violeta en conversación de 1958 con la Revista Musical Chilena—. Yo tenía 25 canciones auténticas. Él hizo la selección, y comencé a tocar y cantar sola. Después me exigió que saliera a recopilar por lo menos un millar de canciones. “Tienes que lanzarte a la calle”, me dijo, “pero recuerda que tienes que enfrentarte a un gigante: Margot Loyola”.

Iba a haber muchas otras menciones de Violeta Parra a la figura de Nicanor como referencia y aliento. En diferentes entrevistas, le adjudica a su hermano mayor haberla interesado, entre otras cosas, en el folclor español, en la experimentación (por ejemplo, con el formato de las “centésimas”) y en dejar registro de sus recuerdos en verso. Lecturas importantes entregadas a ella por el hermano mayor fueron Antología de la poesía vulgar chilena de Rodolfo Lenz, Romances populares y vulgares de Julio Vicuña Cifuentes y, por supuesto, su adorado Martín Fierro.

“Yo le estaba dando tareas siempre”, recordaba él.

En su famosa autobiografía en décimas, registra Violeta Parra:

 

Muda, triste y pensativa

ayer me dejó mi hermano

cuando me habló de un fulano

famoso en la poesía.

Fue grande sorpresa mía

cuando me dijo: “Violeta,

ya que conocís la treta

de la vers’á popular,

princípiame a relatar

tus penurias a lo pueta”.

 

“No se le va ninguna a este matemático”, observa Violeta Parra en su entrevista de 1960 con Mario Céspedes para la Radio de la Universidad de Concepción. Cuatro años más tarde, en una revista suiza, dirá algo más profundo: “Mi primer trabajo: el canto, un pájaro silvestre que trata de cantar. Nunca satisfecha conmigo. Le pregunté a mi hermano por qué. Él es poeta y matemático; está en el centro, lo sabe todo. Él me mostró el camino verdadero, el del folclor”.

Si la creadora nacida en San Carlos llegó a afirmar que “sin Nicanor no habría Violeta Parra”, el poeta también ha espetado sentencias elocuentes:

“Tení que seguir. Ponerle más personajes. Vuelve en 10 días más con otras 10 décimas”, recuerda Catalina Rojas, música y viuda de Roberto Parra, sobre los consejos que Nicanor le iba dando a su hermano cuando La Negra Ester era apenas un esbozo de texto.

—¿Qué cómo me defino yo? —toma vuelo en una entrevista de 1993 con El Mercurio— Como un hermano de la Violeta Parra.

La condición de hermano mayor, en un familión que al poco andar se vio sin padre, fue la base de autoridad desde la que Nicanor Parra colaboró con el destino práctico de sus hermanos, otros ocho Parra Sandoval que lo seguían en edad, desde Hilda hasta Óscar. Primer sostén económico para Clarisa Sandoval, su madre, Nicanor cambió las travesuras por una adolescencia y juventud interrumpidas por las decisiones que debió tomar a nombre del clan, como la mudanza paulatina desde Chillán a Santiago o el lugar en el que habrían de continuar sus estudios los hermanos menores.

Hacia aquella hermana que Nicanor describió como “un corderillo disfrazado de lobo” (suele creerse, equivocadamente, que el poema “Defensa de Violeta Parra” es una suerte de obituario, siendo que quedó grabado con voz de ambos para Odeón) se encuentran frecuentes alabanzas. La declaración más impresionante respecto a la cantautora es la que le dio a Leonidas Morales: “Éramos, prácticamente, una sola persona”.

La idea quedaría plasmada también en un antipoema: “La Viola y yo somos la misma persona / Sí: / No me tomen en serio, pero créanmelo”.

“Bastaba con que yo estudiara algo para que eso automáticamente pasara a propiedad de ella, sin necesidad de que yo se lo mencionara. Era una comunicación a través de la mirada, a través de la expresión corporal”, agrega en esa ronda de entrevistas con el académico.

 

 

***

Seis días antes de que Roberto Parra muriera, en abril de 1995, Nicanor fue a verlo a su casa de La Florida. No pudo hablar con él, pero se despidió con una nota.

 

CERO PROBLEMA, ROBERTO

 

La mamá nos está esperando

Al otro lado del río

Tú sabes lo chistosa que es ella

 

Chao

Nos vemos

 

Tu hermano Nicanor

Que siempre creyó en ti.

 

Del autor de La Negra Ester, Nicanor destacó siempre la vitalidad de un lenguaje callejero y picaresco. En la introducción que redactó para la primera y perdida edición de esa obra (1980, Taller Nueva Gráfica), el antipoeta habla que el texto sitúa a Roberto “cuando menos, a la altura de sus hermanos mayores. Lo que no es poco decir, ¡caramba!”. Fue siempre esa dualidad entre el aprecio de una mente cultivada y el candor de un bohemio con ansias de expresión lo que alimentó su relación de peculiar padrinazgo artístico. “Tú tienes que leer a Nietzsche”, cuentan que le dijo un día Nicanor a su talentoso hermano cuequero. Pero el guachaca mayor no estaba para imposiciones sesudas: “¿Y para qué quieres que lo lea?”, le respondió. “¿Para que me asuste?”.

La invitación de Nicanor también fue el impulso para que Roberto Parra dejase manuscrita la enrevesada y entrañable biografía de Violeta publicada hace cuatro años por editorial Tácitas, Vida, pasión y muerte de Violeta Parra. Pero es su marca sobre La Negra Ester asunto de deuda cultural chilena eterna.

Entre Nicanor y sus hermanos no se jerarquizaba por inteligencia, porque la formación intelectual del mayor era única en la familia. La conexión creativa entre ellos, por eso, pasó mucho más por el estímulo de las ideas y del talento.

“Tení que seguir. Ponerle más personajes. Vuelve en 10 días más con otras 10 décimas”, recuerda Catalina Rojas, música y viuda de Roberto Parra, sobre los consejos que Nicanor le iba dando a su hermano cuando esa obra fundamental era apenas un esbozo de texto. Del valor del relato en preparación, el Premio Cervantes nunca tuvo dudas. Cada nueva entrega que llegaba le sacaba, según Rojas, gritos de felicidad.

Violeta supervisando a Roberto en los estudios de Odeón para que de una vez dejase registro de sus cuecas, bohemia aparte. Nicanor encima de las descripciones que harían de La Negra Ester fundamento del teatro chileno. La retroalimentación. Las colaboraciones. Las referencias y hasta las intercitas entre hermanos. Una cadena creativa gruesa y de la que aún podría escribirse más.

Entre Nicanor y sus hermanos no se jerarquizaba por inteligencia, porque la formación intelectual del mayor era única en la familia. La conexión creativa entre ellos, por eso, pasó mucho más por el estímulo de las ideas y del talento. Alguna vez, Nicanor Parra pensó que algún hermano menor quisiera interesarse también por la academia, pero no le quedó otra que abandonar la idea con rapidez, como grafica esta anécdota relatada por Ángel Parra en el libro Violeta se fue a los cielos sobre Eduardo, el “tío Lalo”: “Nicanor logró conseguirle una beca. Lalo es aceptado y comienza su sufrimiento. Los Parra son pájaros cantores, pero nunca en jaulas. El pobre vivía una terrible contradicción: su mayor anhelo era poder reunirse, noche a noche en El Tordo Azul, con sus hermanos Violeta, Hilda y Roberto para cantar. Pero sus excelentes notas en el internado se lo impedían. Una tarde de visita narra esta situación a su hermana Violeta. Ella, luego de reflexionar, le dijo: ‘Lalo, tengo la solución. Debes comenzar a obtener las peores notas del curso. Es la única forma de que te quiten la beca’. Fue así como, al fin del año escolar, el tío Lalo perdió la beca, pero recuperó su libertad”.

Hay un sueño recurrente, describe La poesía de Violeta Parra, en el que Nicanor Parra vuelve a enfrentarse a la hermana que tuvo más cerca en vida, y de la que no llegó a desunirse tras su muerte (Paula Miranda habla de una fuerte “ausencia-presencia” de su hermana en él, e incluso de una fuerte influencia póstuma de la autora en la poesía de su hermano mayor). Detalla el libro: “Pero Violeta ha permanecido con esa mano extendida, acompañando a su hermano durante todos estos años”.

Es, entre otras cosas, el momento del encuentro entre ambos.

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