Política y capital

La serie 1992 es una crónica de lo ocurrido en Italia ese año, cuando el fiscal Antonio Di Pietro puso en marcha la primera investigación judicial que intentó barrer con la corrupción política y empresarial. El resultado: en 11 meses, el país quedó descabezado. Con una clase política por el suelo, sumado a los temores del mundo privado, una opción surgió con fuerza: la del empresario Silvio Berlusconi.

por Pablo Riquelme I 7 Diciembre 2017

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A comienzos de los años 90, el fiscal Antonio Di Pietro sacudió la península itálica con la operación Mani Pulite (Manos Limpias), la primera investigación judicial que intentó barrer con la corrupción política y empresarial de Italia. El resultado fue catastrófico: dejó muertos –varios políticos y empresarios se suicidaron, y un par de jueces fueron asesinados por la mafia–, partidos desaparecidos –incluidos los dos más importantes: el Socialista y la Democracia Cristiana–, y una ciudadanía atónita y furiosa con sus autoridades.

La serie 1992 es una crónica de lo ocurrido ese año. Comienza en febrero, con la detención de Mario Chiesa, socialista de calado menor que, al verse abandonado por sus correligionarios, pactó con Di Pietro. Con ese testimonio, la fiscalía milanesa tiró la madeja de una trama de sobornos que abarcaba a todas las instituciones del país. La serie finaliza en diciembre, con el procesamiento del ex primer ministro Bettino Craxi, acaso el más intocable de los políticos italianos. En 11 meses, Italia quedó descabezada.

La relación ambigua y endogámica que han establecido la política y el capital desde la revolución neoliberal de los años 80 ha sido tremendamente nociva para las democracias occidentales. La serie ilustra bien la fractura que produjo la recesión de 2008 entre las élites y los ciudadanos.

El vacío de poder que generó la pesquisa es narrado a través de cinco personajes con destinos cruzados: Luca Pastore, policía infectado con VIH que trabaja a las órdenes del fiscal Di Pietro; Beatrice Mainaghi, hija de un magnate implicado en el financiamiento ilegal de los partidos, que hereda el imperio farmacéutico de su padre cuando este se quita la vida; Verónica Castello, hermosa escort que se acuesta con poderosos para conseguir su sueño: conducir un programa de televisión; Pietro Bosco, veterano de la Guerra del Golfo que se convierte en diputado de la Liga Norte, el partido neofascista que despegó con la crisis; y Leonardo Notte, ex comunista que deviene en neoliberal y que ejerce como creativo en Publitalia 80, la agencia publicitaria de Silvio Berlusconi.

Son personajes moralmente extraviados, prototipos de la confusión nacional. El cuerpo seropositivo de Pastore es el correlato de una Italia enferma de corrupción (“una enfermedad que –según declara uno de los interrogados por Di Pietro– puede ser combatida, pero no curada”, igual que el virus del policía). El cuerpo prostituido de Castello refleja a la Italia globalizada, donde las convicciones ideológicas de la Guerra Fría se prosternan ante los nuevos dioses del libre mercado: los índices de popularidad de las audiencias, la oferta y la demanda, el capital transnacional.

Esto es llevado al paroxismo por Notte. El publicista recibe el encargo de encontrar al Moisés político que saque a la Reppublica del marasmo, pues “si el país cae, la empresa caerá también”. El elegido es su propio jefe: Berlusconi, el hombre que, echando mano a su fortuna y popularidad –era dueño del mejor equipo de fútbol de la época: el A.C. Milan–, ascenderá a primer ministro en 1994 y manejará los hilos del país durante 20 años. Su entrada en política y su meteórico estrellato podrán verse en las secuelas de esta serie: 1993 y 1994.

La relación ambigua y endogámica que han establecido la política y el capital desde la revolución neoliberal de los años 80 ha sido tremendamente nociva para las democracias occidentales. La serie ilustra bien la fractura que produjo la recesión de 2008 entre las élites y los ciudadanos. La rabia y el resentimiento contra las élites, tan bien capitalizados por el Brexit y por Trump, están recogidos en el discurso final de la campaña a diputado del outsider Pietro Bosco: “Toda la vida me han dicho que no tenía nada que decir, que no valgo nada, que debo estar callado. Pero luego descubres que los que te dicen que no vales nada son los mismos que han mandado todo a la mierda. Ahora vamos a mandar nosotros. Nos toca a nosotros, los que no valemos nada”.

 

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