Gramsci: la política como guerra de posiciones

Escritos políticos comenzó a ser utilizado por algunas organizaciones políticas que proyectaban reimaginar la izquierda chilena, pues en él se da un giro radical en la estrategia socialista: en lugar de la toma de instituciones, y ante la diseminación del poder del Estado, propone la formación de una voluntad colectiva y autónoma de las fuerzas dominantes.

por Giorgio Boccardo I 22 Mayo 2018

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La primera vez que leí los Escritos políticos tenía 15 años. En ese entonces, Gramsci causaba sospecha entre los socialistas por “leninista”, y entre los comunistas por “espontaneista”. La ultraizquierda, a su vez, lo rechazaba por proponer un amplio frente popular con las fuerzas democráticas. Eran los años 90 y en Chile no había espacio para la heterodoxia. La derrota había calado hondo en las fuerzas populares y el proyecto de la transición comenzaba a tornarse hegemónico.

De todos modos, la teoría gramsciana comenzó a ser utilizada por algunas organizaciones políticas que proyectaban reimaginar la izquierda chilena. Es que a pesar de los recelos que genera, en este libro se encuentra una estrategia política de largo alcance para la transformación del orden capitalista, que intenta resolver las contradicciones del reformismo socialdemócrata y del insurreccionalismo bolchevique. Gramsci advierte que en sociedades en que intervienen activamente los gremios empresariales, las jerarquías de las iglesias y de las fuerzas armadas, los medios de comunicación de masas, el poder es mucho más que el Estado, el poder está diseminado en una infinidad de trincheras. Ante tamaño dilema, esta obra ofrece una nueva orientación estratégica para la izquierda: pasar del “asalto” o guerra de maniobras, al “asedio” o guerra de posiciones en el campo político.

Ahora también es un buen momento para releer los Escritos políticos. Su reflexión ha sido uno de los estímulos más poderosos que han producido las clases subalternas para comprender y actuar sin utilizar las anteojeras del poder.

Liberándose de toda ortodoxia, el Gramsci de los Escritos políticos da un giro radical en la estrategia socialista. Su noción de lucha política se concentra fundamentalmente en alterar las relaciones de fuerza, y no en la toma de instituciones (sea por las urnas o las armas). Este viraje exige complejizar las formas de organización y enfrentamiento en el plano social, político e ideológico; relevar la participación del campo popular, su cultura y sus intelectuales; y redefinir el partido en tanto componente esencial de las clases subalternas (en ese entonces, los obreros, los campesinos, franjas medias y, en general, todos los subyugados) y no como una vanguardia externa. Es decir, Gramsci propone la formación de una voluntad política colectiva, autónoma de las fuerzas dominantes y radicalmente democrática, que sea capaz de construir una nueva sociedad desde el momento mismo en que enfrenta al orden social que quiere transformar (y no después).

Volví a toparme con los Escritos políticos en un seminario con dirigentes sociales en 2011. Las características de la crisis de la Transición habían cambiado. La hegemonía neoliberal se resquebrajaba, pero se debía combatir el espontaneismo de las organizaciones sociales, consensuar la construcción de un instrumento político autónomo para disputar el poder a las élites y cavar trincheras que permitieran socavar el statu quo. Precisamente, había que aprender de experiencias anteriores: los “temblores de Estado” que generan las revueltas callejeras no son suficientes para transformar un orden social, por injusto que nos parezca. No obstante, del espontaneismo se pasó a la omnipotencia del ataque frontal, sobre la base de la autoridad de caudillos. En adelante el foco ha estado en la “toma de instituciones” por la vía electoral, pero se desdeña la construcción de partidos enraizados en las clases subalternas y la formación de alianzas democráticas. Luego, se naturaliza la política existente como la única posible, se ignora que la verdadera fortaleza del neoliberalismo excede con creces el delicado estado de salud de las fuerzas gobernantes, y que la “toma del Estado”, sin una transformación de las relaciones de fuerza existentes, significa otra forma de derrota.

Ahora también es un buen momento para releer los Escritos políticos. Su reflexión ha sido uno de los estímulos más poderosos que han producido las clases subalternas para comprender y actuar sin utilizar las anteojeras del poder. En la actual coyuntura política, puede entregarnos elementos para recuperar una estrategia de asedio al neoliberalismo que, mediante la única herramienta con que cuentan los subalternos, la política, se ensanchen los límites de la democracia.

 

Escritos políticos (1917-1933), Antonio Gramsci, Siglo XXI, 1991, 392 páginas, $20.000.

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