Los gritos del silencio

por Héctor Soto I 3 Agosto 2016

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Si este libro es posiblemente el mejor análisis publicado hasta la fecha sobre la transición política chilena, es porque Daniel Mansuy se aproxima a este proceso con una serenidad y perspicacia difícil de encontrar en el debate público. De hecho, el reencuentro con la democracia fue una suerte de crisol, de aleph, que juntó en la sociedad chilena miedos con esperanzas, convicciones con responsabilidades, ideales con oportunismos, discursos para la galería con negociaciones de trastienda y desafíos del futuro con inercias del pasado. Fue mucho más que un diseño para pasar de la dictadura a la democracia. Mucho más que una maniobra de captura de los vencedores por los vencidos. Y también mucho más que esa gigantesca transacción, tantas veces denunciada, en la cual las cosas terminaron quedando más o menos igual bajo la apariencia del cambio.

¿Hubo una mente superior que la urdiera? Es posible. Es lo que de alguna manera todos quisiéramos creer. Por algo nos gustan las historias redondas. Mansuy cree que nadie intuyó mejor que Jaime Guzmán y Edgardo Boeninger los rumbos que tomaría el proceso. Pero es difícil pensar que ambos hayan sido capaces de anticipar todos sus alcances. Fue un período demasiado intenso, demasiado amplio y demasiado complejo. ¿Alguien podía haber calculado que el desarrollo económico iba a estallar de la manera que lo hizo? ¿Alguien podía imaginar que la sociedad disciplinada y de pobres que siempre habíamos sido se iba a convertir, a la vuelta de muy poco, en un país más o menos pujante y de clase media? ¿Podía haberse previsto a fines de los años 80 el nivel que iba a alcanzar en los 20 años siguientes la despolitización? ¿Estuvieron Guzmán o Boeninger en condiciones de advertir que lo que percibieron como ventajas iniciales para su causa, iba a pasarles la cuenta, en el incierto pacto no escrito convenido por ambos y al cabo de muy poco, a sus respectivos sectores?

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Ensayo apasionante y lúcido como pocos, recorrido de principio a fin por una vehemente reivindicación de la política (de la política entendida como instancia superior de mediación entre intereses contrapuestos, como espacio de representación simbólica de la vida en comunidad y como ámbito privilegiado para visibilizar los proyectos de sociedad que habrán de disputarse el futuro), Mansuy dice que durante la transición, como en la canción de Schwenke y Nilo, fueron muchos los que se fueron quedando en silencio. Fue el caso, de partida, de la derecha, que se refugió en el reduccionismo economicista neoliberal y que, subsidiada por los enclaves autoritarios que la favorecían, nunca atinó a desplegar verdadera vocación de mayoría y simplemente se olvidó de hacer política. Fue también el caso de una Concertación que engordó desarrollando redes clientelares y se acostumbró a gobernar proclamando una cosa y haciendo otra. El silencio fue también la experiencia cotidiana de una ciudadanía que terminó colocando la política en la gaveta de los asuntos irrelevantes, al no advertir grandes diferencias, ganara quien ganara o gobernase quien gobernase.

Para Mansuy eso fue lo que se vino abajo con la ruptura de los consensos y las manifestaciones de malestar del 2011. Cambió la cartografía de la política chilena y los últimos capítulos del ensayo, aparte de revisar críticamente el paradigma del régimen de lo público propuesto por Fernando Atria, quizás la figura intelectual de mayor gravitación en el movimiento estudiantil, dibujan parte de los desafíos ante los cuales las distintas fuerzas políticas habrán de comparecer en el futuro. El reto es arduo, porque no es cómodo el lugar que la modernidad acuerda a la política. Entre otras cosas porque los tiempos actuales tienden a enfatizar más la separación, la diferenciación e incluso la disociación, que los discursos de convocatoria y unidad.

Libro especialmente contundente en referencias culturales iluminadoras, sagaz en la lectura de la contingencia, pero también muy sólido en sus anclajes con el mundo de las ideas, Nos fuimos quedando en silencio es un trabajo admirable. Un ensayo político diáfano, moderado y personal, reñido tanto con el inmovilismo pesimista de la derecha como con la embriaguez mesiánica de los nuevos movimientos de izquierda.

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