Cristóbal Bellolio: “Se ha exagerado la supuesta crisis del liberalismo”

En su nuevo libro, Liberalismo: Una cartografía, Cristóbal Bellolio recurre a una amplia bibliografía para abordar temas como la desigualdad, el feminismo, la tolerancia y el rol del Estado. “Originalmente traté de hacer algo así como un ‘liberalismo para principiantes’, pero quedó con un alcance un poquito más ambicioso; una panorámica que hace las veces de una cartografía en la medida en que te toma la mano y te pasea por las distintas grietas y tensiones internas del paisaje liberal, sin decirte necesariamente cuál es el verdadero, cuál es el correcto”.

por Matías Hinojosa I 4 Agosto 2020

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En 1972, una comunidad amish pidió al estado de Wisconsin retirar a sus hijos del sistema de educación pública a los 14 años. El caso se conoce como Wisconsin versus Yoder, pues fue Jonas Yoder, uno de los padres involucrados, el que asumió la representación de las tres familias demandantes. Estas alegaban que la educación recibida en cursos superiores no era necesaria para el estilo de vida sencillo de los amish. Y no solo eso, sino también el contacto de sus hijos con dichos conocimientos y la oportunidad de matricularse posteriormente en una universidad, ponía en peligro la continuidad del colectivo completo. El estado de Wisconsin se opuso al requerimiento, pero la Corte Suprema falló en favor de los padres.

El caso es conocido porque ilustra bien las divisiones al interior del pensamiento liberal. Mientras algunos pensadores valoraron la decisión de la Corte Suprema, arguyendo que el propósito del liberalismo es precisamente la defensa de los diversos estilos de vida frente a la tendencia homogeneizadora del Estado, otros objetaron que se pasaba a llevar el derecho de autonomía de los niños, a quienes se condenaba con la decisión a seguir el camino trazado por sus padres.

Wisconsin versus Yoder es uno de los tantos ejemplos usados por Cristóbal Bellolio en su libro Liberalismo. Una cartografía, donde el autor hace un ameno repaso por algunas de las controversias que han tenido lugar dentro del pensamiento liberal, para dar cuenta de la diversidad de puntos de vistas coexistentes. Citando desde Max Weber a escenas de Juego de tronos, pasando por los autores clásicos (Adam Smith, John Stuart Mill, Alexis de Tocquevile) y publicaciones recientes, Bellolio escudriña en múltiples canteras para abordar temas como la desigualdad, el feminismo, la tolerancia y el rol del Estado. Asimismo, hace un esfuerzo por sintetizar las críticas surgidas fuera del radio liberal. A veces incluso reconoce la ausencia de respuestas frente a ciertas temáticas. Sin embargo, esta cartografía no busca la neutralidad: la defensa de las ideas liberales a ratos se hace con fuerza.

Consultado respecto a la crisis del liberalismo a nivel global, Bellolio se muestra incrédulo y según él, “ha sido el socialismo el que se ha puesto liberal”, porque muchos principios de esta corriente ya están asimilados en el debate político contemporáneo. “En general, el homo sapiens tiene poca perspectiva, tenemos un sesgo presentista, que muchas veces nos impide ver lo mal que estaban las cosas antes y nos impide ver lo mal que van a estar en el futuro si no tomamos acción hoy”, dice. “Son muy común en redes sociales los discursos de ‘basta’, ‘esto no puede seguir pasando’, y resulta que respecto a ese mismo problema estamos muchísimo mejor que antes. Pero es normal, como decía, el ser humano tiene un sesgo presentista y ese mismo problema nos está impidiendo enfrentar desafíos como el cambio climático”.

 

¿Por qué considera necesario poner en circulación una cartografía del pensamiento liberal?
Mucha gente me preguntaba, estudiantes principalmente, y en redes sociales, qué cosas les recomendaba para introducirse en el liberalismo. Y me daba la impresión de que no era un consejo muy pedagógico mandarlos a leer un mamotreto como Teoría de la justicia de Rawls, más bien me parecía un disuasivo, por la aridez que muchas veces tienen estos textos clásicos. Y el material de difusión ya existente, casi siempre toma una posición partisana, y no lo digo en un sentido peyorativo. Por ejemplo, la Fundación para el Progreso ha sacado hartas cosas, pero dan por sentado que el liberalismo es eso que promueven. Que es la mirada clásica que ellos tienen. Agustín Squella ha escrito otro tanto, pero también desde la mirada del socioliberalismo. Y lo que creo que faltaba era una panorámica. Originalmente traté de hacer algo así como un “liberalismo para principiantes”, pero quedó con un alcance un poquito más ambicioso; una panorámica que hace las veces de una cartografía en la medida en que te toma la mano y te pasea por las distintas grietas y tensiones internas del paisaje liberal, sin decirte necesariamente cuál es el verdadero, cuál es el correcto.

 

A veces uno queda con la sensación de que hay más discrepancias que consensos. ¿Cuál es el principio, o son los principios, que aglutinan a todas las corrientes?
No está mal que haya quedado esa sensación. Parte de los objetivos del libro era entender las tensiones dentro del liberalismo y, por lo tanto, yo digo que si tú abrazas, o pones ciertos énfasis, en algunos principios, probablemente te corresponda llamarte liberal de izquierda y si abrazas otros énfasis, probablemente te corresponda llamarte liberal de derecha. Ahora, en qué se parecen ambas tendencias, algunos te van a decir que se comparten los principios del individualismo, el universalismo y la igualdad. Yo trato de salirme un poco de eso y construir la idea del liberalismo como un proyecto esencialmente justificatorio. Justificatorio del poder político. El liberalismo en prácticamente todas sus formas está muy consciente de lo que significa ejercer coerción sobre una comunidad política y la legitimidad de esa coerción radica en que los gobernados estén de acuerdo con las razones que se esgrimen para justificarla. Me parece que en esa idea del liberalismo como proyecto justificatorio pareciera haber una hebra común. Puede ser poco, en el sentido de que permite ver muchas diferencias, pero justamente eso ocurre porque el liberalismo es un paisaje muy extendido.

 

Los desafíos que han aparecido de otros proyectos políticos en los últimos años, no nos debe hacer olvidar que gran parte de la herencia sobre la cual estamos construyendo, incluso esas críticas, provienen del liberalismo. Por ejemplo, la idea de derechos humanos, la idea de libertades individuales. Ya nadie, ni siquiera proyectos de izquierda, probablemente estén dispuestos a revertir esas conquistas para volver a la idea de un Estado organicista.

 

¿Cuál es el estado de salud actual de estas ideas?
Yo creo que se ha exagerado la supuesta crisis del liberalismo. Los desafíos que han aparecido de otros proyectos políticos en los últimos años, no nos debe hacer olvidar que gran parte de la herencia sobre la cual estamos construyendo, incluso esas críticas, provienen del liberalismo. Por ejemplo, la idea de derechos humanos, la idea de libertades individuales. Ya nadie, ni siquiera proyectos de izquierda, probablemente estén dispuestos a revertir esas conquistas para volver a la idea de un Estado organicista, donde todos respiramos por una misma voluntad común. Así lo reconoce Carlos Ruiz en su libro Octubre chileno. Me parece que hoy, cuando ves al Frente Amplio argumentar a favor del aborto con argumentos liberales, te das cuenta de que estos principios pasaron a ser un poco un depósito común de muchos actores y proyectos políticos, que quizás les cuesta llamarse liberales, pero no pueden si no ser tributarios de esa tradición. Por así decirlo, el liberalismo se transformó en un proyecto tan hegemónico de la modernidad, por lo menos occidental, que se confundió con otros proyectos. Por eso no estoy tan seguro que estemos en crisis.

 

Pero advierte en su libro sobre el auge del populismo, ¿qué atractivo tiene ese discurso que se vuelve una amenaza?
Creo que el populismo gana terreno en los últimos años porque entrega la ilusión de que se puede recuperar el control de manos de la élite, que se percibe como un grupo que ha secuestrado las instituciones en su exclusivo beneficio, que tienen la sartén por el mango y le impiden a la comunidad política tomar decisiones. En Chile no es muy sorprendente que lo que gatilla el estallido social sea una decisión de un comité de expertos, que cuando la gente se queja, la respuesta viene cargada de racionalidad técnica. Entonces, surge la pregunta de dónde está el control popular, dónde está la democracia, por qué decide un polinomio y no decidimos nosotros.

 

¿Considera válida aquella crítica que ve como consecuencia lógica de la economía de libre mercado una sociedad más egoísta y codiciosa?
No sabemos cuánto de lo que ocurre tiene que ver con el perfil cultural de los pueblos, cuánto tiene que ver con las instituciones que uno diseña para poder constreñir o conducir la realidad. Yo no creo que los países que tienen regulaciones socialistas tengan personas necesariamente más solidarias. Así como no creo que los países que tengan regulaciones más liberales estén produciendo, por así decirlo, ciudadanos más egoístas. Dependiendo de las necesidades que tiene el ser humano en distintos lugares se va comportando de una manera más o menos parecida, para tratar de asegurar su propio beneficio y el de las personas que quiere. La evolución ha labrado el carácter moral de la humanidad durante miles de miles de años como para que las recientes innovaciones ideológicas sean capaces de alterarlo radical o significativamente. No estoy diciendo con esto que las instituciones políticas no tengan ningún rol que jugar. Pero no creo que afecten radicalmente el carácter moral de los individuos. Somos animales que actuamos sobre la base de la competencia y la cooperación. Esos son nuestros dos ejes, por así decirlo, motivacionales. A veces va a haber más competencia y otras más cooperación, dependiendo del momento y el espacio.

 

Hay dos pensadores que de alguna manera protagonizan este libro: John Rawls y Friedrich Hayek. ¿Por qué ellos y no, por ejemplo, Stuart Mill o Berlin?
Probablemente sean los exponentes más representativos de las dos versiones de liberalismo en el siglo XX, el liberalismo clásico en el caso de Hayek y el liberalismo igualitario en el de Rawls. A pesar de que Hayek decía que él no tenía tantas diferencias con Rawls, yo creo que representan dos maneras distintas de entender el liberalismo. Hayek defiende una teoría evolucionista, que piensa en las instituciones de abajo hacia arriba, como órdenes espontáneos que emergen a partir del ensayo y el error. Rawls propone un liberalismo constructivista, en el sentido de que considera que es apropiado racionalmente identificar algunos principios de justicia y una vez identificados, elaborar y diseñar las instituciones que van de alguna manera a constreñir la realidad y la conducta humana. Son dos enfoques metodológicos distintos. Por ejemplo, en el tema de la redistribución, el liberalismo clásico plantea que las cosas te pertenecen a ti y por lo tanto el ámbito de redistribución del Estado debe ser limitado, justificándose en la medida de que se cumplan ciertos fines, que tienen que ver con la protección del enemigo externo, el orden público, la judicatura, etc. Y Hayek reconoce algunos bienes básicos, mínimos, para asegurar dignidad a las personas. Pero en Rawls y en el liberalismo igualitario esa ambición redistributiva es mucho mayor, justamente porque se considera que las personas casi no se merecen nada. Las personas están donde están por buena o mala suerte, y tú lo que haces es ocupar la buena suerte de unos para mejorar la condición de los que tuvieron mala suerte. Entonces, me parece que a través de una serie de discusiones, Hayek y Rawls representan algunas de las tensiones que yo describo en el libro.

 

Imagen: Yanita Tala

 

Liberalismo. Una cartografía, Cristóbal Bellolio, Taurus, 2020, 308 páginas, $14.000.

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