Javier Cercas: “Lo mejor que le puede ocurrir a la literatura es que vuelva a ser popular”

El escritor español habla de Independencia, su segunda novela protagonizada por el detective Melchor Marín. “Quien crea que la novela policial es un género menor, no sabe lo que es la literatura”, dice. En esta nueva historia de venganza, poder y dinero, Cercas vuelve a caminar por la frontera moral y se pregunta si es legítima la venganza cuando la justicia no hace justicia.

por Marcelo Soto I 11 Agosto 2021

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¿De qué escribe un escritor? Quizá sea la pregunta central frente al fenómeno narrativo. Y de ella surgen otras: ¿sabe con certeza el autor de qué escribe? ¿Lo que cree que escribe coincide con lo que realmente escribe? ¿Qué sucede cuando cree que escribe una cosa, pero hace otra?

En el caso de Javier Cercas, se podría decir que escribe sobre cómo se arma un relato (que es distinto a escribirlo). Bucea en aquello que recordamos y olvidamos de una historia, un proceso imposible y solitario, como la misma escritura. La meta, llegar a una certidumbre, se aleja cada vez más, pero hay que intentarlo, parece decir.

No es solo una cosa formal. Al mismo tiempo que indaga en el proceso narrativo, el autor español se pregunta sobre los límites morales de ciertos actos. En otras palabras, en sus novelas siempre hay una pregunta acerca de la arquitectura del relato (qué tan firmes son las bases de una verdad) y otra sobre las fracturas internas de los personajes (cómo se corrompen o componen en momentos claves).

Sea el protagonista el presidente del gobierno de España (Anatomía de un instante), un treintañero enganchado a un viejo amor (El vientre de la ballena) o un detective que lee novelas francesas (Terra Alta), en el relato siempre hay algo que se nos escapa del cuadro. Queda la duda de si las cosas fueron así y aun cuando el narrador tiene punto de vista (una cualidad importante de los libros de Cercas), este se desvanece en la imagen gris que se pinta.

Su último libro no escapa a esta marca. Se llama Independencia y usa el proceso catalán como telón de fondo de una historia de corrupción y venganza. Al igual que en Terra Alta, su anterior novela, el protagonista es Melchor Marín, hijo de una prostituta asesinada y exdelincuente juvenil convertido en detective. Alguien que carga con la sombra del héroe, gracias a que resolvió un peligrosísimo caso de terrorismo.

Su nueva misión está llena de lados opacos: la alcaldesa de Barcelona está siendo chantajeada con videos sexuales que grabó en su juventud. De ahí sigue una trama que desnuda los vicios de la transición española, la corrupción galopante que no distingue izquierda ni derecha y esa debacle moral anidada en algunos acuerdos turbios entre ricos franquistas y socialistas ávidos. En vez de izquierdismo hay arribismo, otro pecado de juventud de la democracia pos Franco. Y sobre todo, hay soledad.

 

¿Cuáles han sido tus modelos para esta novela policial? Te pregunto porque no sé si has visto Bosch… Es una serie excelente que está en Amazon Prime, basada en el personaje de Michael Connelly, un escritor de novelas de detectives.
No la he visto…

 

Lo divertido es que…
Ah, Bosch, sí Bosch. Sí, sí… de Michael Connelly.

 

Sucede que el personaje es un detective cuya madre era prostituta y fue asesinada.
Joder, como Melchor Marín (risas).

 

Claro. ¿Pero lo conocías?
Yo he leído una novela de Connelly, tampoco me entusiasmó mucho, pero el personaje, no… no recuerdo que su madre fuera prostituta y la asesinaran.

 

Yo llegué aquí en parte por la necesidad de renovarme. Cuando terminé El monarca de las sombras, el libro anterior a Terra Alta, sentí que ahí había terminado algo que había empezado en Soldados de Salamina, muchos años antes. Sentí que no debía continuar por el mismo camino, porque corría este riesgo que puede correr un escritor a determinada altura de su trayectoria, que es el riesgo de repetirse, si las cosas le han ido bien; de convertirse en un mero imitador de sí mismo.

 

Bueno, en el fondo, quería saber cuáles fueron tus inspiraciones para Independencia. ¿Crees que es un libro de género?
Mira. Si tú me dices que esto es una novela negra, me parece bien… Borges decía que todas las novelas son novelas policiales y a mí eso me gusta mucho. En todo caso, en todas mis novelas y en todas las novelas que a mí me gustan, siempre ha habido de algún modo un enigma y alguien que quiere resolver el enigma, y esa es la esencia del género policial. Es verdad que aquí hay un policía que es protagonista, pero, créeme, yo no me propuse, ni siquiera cuando escribí Terra Alta, escribir una novela policial. De hecho, Melchor Marín al principio no era policía. En las primeras versiones era un tipo lleno de furia y lleno de dolor, al que le pasaban una serie de cosas, pero solo bien avanzada la primera redacción me di cuenta de que iba a ser policía, de que debía ser policía, Terra Alta e Independencia giran en torno a la venganza, a la justicia, etc., entonces, claro, eso me llevó a que fuera un policía. Ya te avanzo que en el tercer volumen no va a ser policía.

 

¿Va a ser bibliotecario?
¡Bravo! (se ríe). Pero déjame decirte, volviendo a tu pregunta: quien crea que la novela policial es un género menor, no sabe lo que es la literatura. Porque en literatura no existen géneros mayores o menores, existen formas mejores o peores de usar los géneros; es decir, la tragedia o la comedia tienen a Shakespeare, pero también tienen a un montón de escritores mediocres. Del mismo modo, eso que se llama relato policial, tiene a Edgar Allan Poe, a Borges o a Winslow, como tiene autores mediocres. Entonces, lo único que hay son novelas buenas y malas. Yo no me propuse un día “voy a escribir una novela negra”, simplemente salió así, de una manera absolutamente natural. Y celebro que haya sido así, yo he encontrado un territorio nuevo en este nuevo ciclo narrativo, que a mí me hace muy feliz.

 

¿Cómo te diste cuenta de que habías terminado una etapa y empezado otra?
Yo llegué aquí en parte por la necesidad de renovarme. Cuando terminé El monarca de las sombras, el libro anterior a Terra Alta, sentí que ahí había terminado algo que había empezado en Soldados de Salamina, muchos años antes. Sentí que no debía continuar por el mismo camino, porque corría este riesgo que puede correr un escritor a determinada altura de su trayectoria, que es el riesgo de repetirse, si las cosas le han ido bien; de convertirse en un mero imitador de sí mismo. En ese momento un escritor está muerto.

 

Imagino que algunos escritores o críticos habrán dicho: “Javier Cercas se vendió, quería ganarse el premio Planeta”. ¿Te han dicho eso?
Sí, claro. Por supuesto. En el medio literario eso es lo normal. O sea, está instalada la idea de que yo he escrito novelas para ganar el premio Planeta. ¡Lo cual es absurdo!

 

¿Piensas que tener éxito se ve con sospecha entre los escritores?
Hay una cosa que es muy curiosa… quizás la principal superstición literaria de nuestro tiempo, o una de las principales, es esa que dice que la buena literatura es solo una literatura de catacumbas, secreta, minoritaria. Esa es una superstición que tiene un siglo y medio de existencia. Es decir, ese libro que se llama Don Quijote de la Mancha, que es la mejor novela que existe, la gente cree que es un libro que está escrito para los catedráticos de Oxford o de la UDP. Y en realidad era un libro enormemente popular, o sea, lo leía todo el mundo, hasta los analfabetos sabían quién era Don Quijote y Sancho Panza. Shakespeare fue un escritor extraordinariamente popular, los grandes novelistas del siglo XIX, como Víctor Hugo, Tolstói, Dickens, eran enormemente populares. También los poetas… Alguien ha dicho que Lord Byron era tan famoso como hoy Paul McCartney. No estoy diciendo con esto que la buena literatura es solo la literatura popular, sería una estupidez tan necia como la contraria. Lo que estoy diciendo es que, primero, ser popular no es malo; y segundo y más importante: lo mejor que le puede ocurrir a la literatura, a la novela en particular, es que vuelva a ser popular. Que vuelva a ser relevante, que diga cosas importantes a la gente. Entonces, sí, yo entiendo que la reacción del mundo literario sea esa, pero me da lo mismo.

 

¿Por qué dices que esta farsa dura un siglo y medio?
Esto empieza en la segunda mitad del siglo XIX… piensa en Baudelaire, por ejemplo, o en Flaubert, al final. Los autores del simbolismo sienten que ante una sociedad mercantilizada, burguesa, que únicamente se preocupa por el dinero, hay que rebelarse y aspiran a un arte minoritario, secreto. Y empiezan a decir otra superstición de nuestra época: que el arte no es útil.

 

¿Sirve para algo?
Por supuesto que es útil… Es útil siempre y cuando no se proponga ser útil. En el momento que se propone ser útil se convierte en propaganda pedagógica, deja de ser literatura y deja de ser útil. ¡Pero, cómo no va a ser útil la literatura, Dios mío! Es placer y también es conocimiento. ¿Y hay algo más útil que el placer y el conocimiento?

 

En esta novela, en algún momento sucede un acto de venganza radical, impresionante… ¿Crees que el fin justifica los medios?
Eso que dices es exacto. O sea, ese es el corazón de la novela. Para mí escribir una novela consiste en formular una pregunta compleja, de la manera más compleja posible. Y además no contestar esa pregunta, o no contestarla de una manera unívoca, taxativa, sino siempre ambigua, contradictoria, poliédrica. Entonces, la pregunta central de esta novela es la que tú mencionas. Yo podría formularla así: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no hace justicia?

 

¿Terra Alta e Independencia forman parte de una serie mayor sobre la venganza, el poder y el dinero?
Independencia es un libro autónomo, se puede leer sin haber leído Terra Alta, pero también forma parte de un ciclo más amplio, que tendrá cuatro o cinco novelas, todas ellas independientes, formando un ciclo narrativo protagonizado por Melchor Marín. Como decía, esa es la pregunta central: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no hace justicia? Y la respuesta a esa pregunta, tú respuesta, mi respuesta, la respuesta de todo el mundo civilizado es: “no”, por supuesto. El fin no justifica los medios, la venganza nunca es legítima… Como dice un policía en Terra Alta: quien no respeta las formas de la justicia, no respeta la justicia. Bien, esa es nuestra respuesta en la vida cotidiana, en la vida real, pero la ficción funciona de una manera distinta. Es decir, la literatura es antes que nada un placer, como el sexo, pero también es una forma de conocimiento, igual que el sexo. Por eso cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo único que se me ocurre es darle el pésame o acompañar el sentimiento, porque no sabe de lo que se está perdiendo.

 

¿Y cuál es la forma de conocimiento de la literatura?
Precisamente esa. Lo que hace la literatura es poner en cuestión nuestras certezas más arraigadas… la forma de conocimiento consiste en sacarnos de nuestras casillas. En obligarnos a empatizar, como se dice ahora (en España). Es el verbo de moda.

 

Me declaro un votante de izquierdas. Y no entiendo que la izquierda pueda ser nacionalista. La izquierda es internacionalista por definición. El nacionalismo fue revolucionario a principios del siglo XIX, pero en el siglo XX se convirtió en una idea no de libertad, sino de esclavitud. Entonces, estoy muy lejos del proceso independentista.

 

En Chile también.
Empatizar con actitudes, con hechos, con personas, con ideologías que no son las nuestras o que incluso nos repelen. La literatura trata de sacar de nosotros mismos eso que Georges Bataille llamaba “la parte maldita”. Es decir, los seres humanos no somos ángeles. Yo en mi vida cotidiana, como tú, intento ser razonable, por lo menos razonablemente razonable, pero no soy un ángel, y dentro de mí llevo, como tú, como todo el mundo, dolor, furia, deseos de venganza, etc., etc. Y eso no podemos sacarlo a la vida cotidiana, porque si lo sacásemos, aparece el monstruo… Pero esa bestia, esa parte maldita, tiene su lugar en la literatura.

 

En otro aspecto, la novela transcurre en un tiempo cercano (quizá 2022) cuando ya no existe la pandemia. ¿Eres optimista, en cierta forma? Te pregunto porque quizás el coronavirus va a durar mucho más tiempo.
Bueno, déjame decirte antes que nada que yo no soy optimista, ni tampoco soy futurólogo, pero te aseguro una cosa. En el año 2025 nadie hablará del coronavirus. ¿Sabes por qué lo sé?

 

No. ¿Porque tienes capacidades mentales?
(Risas) Me encantaría. No. Lo sé porque conozco la historia.

 

Pero muchas pestes han durado cinco o más años…
No. Duran mucho menos. Mira, creemos que estamos viviendo una situación excepcional, pero no estamos viviendo una situación excepcional, la historia de la humanidad es la historia de las pandemias. No somos los primeros, lo raro es no vivir una pandemia en tu vida. Eso es lo raro. Ha habido muchas en el siglo XX, lo que pasa es que se nos olvidan. Piensa en la última bestial: la gripe española, que mató a más de 50 millones de personas. O muchas más. No sabemos cuántas. Bueno, en el año 1925 nadie hablaba de la gripe española, nadie, dime una sola novela que transcurra o una obra de teatro o un poema que transcurra en el año 1925 y que hable de la gripe española.

 

¿Y cómo has vivido esta crisis personalmente?
Yo lo resumiría en una sola frase: si no fuera una catástrofe colectiva, hubiera sido una bendición personal.

 

¿En serio?
Esa es la verdad. Porque obviamente es una catástrofe colectiva de dimensiones descomunales y las consecuencias ya veremos cuáles son, porque todavía no lo sabemos… pero, yo la he vivido muy bien. Porque estaba aquí en mi casa, con mi mujer, con mi hijo, encerrado y dedicándome a lo que me gusta: o sea, a leer, a escribir, ver películas y pensar en las musarañas: eso es lo que hacemos los escritores. Además, me he ahorrado un montón de viajes y he escrito muchísimo.

 

La novela se llama Independencia y habla mucho de la corrupción y de las mentiras que hay sobre el proceso catalán… ¿Tú votaste a favor o en contra de la independencia?
No voté ni a favor ni en contra. Aquello no fue un plebiscito. Aquello fue una fiesta que organizaron los independentistas.

 

¿Pero tú votaste?
¡No! Era para ellos solos.

 

Entiendo, pero, ¿estás a favor de la independencia de Cataluña?
Yo soy dependentista… Me declaro un votante de izquierdas. Y no entiendo que la izquierda pueda ser nacionalista. La izquierda es internacionalista por definición. El nacionalismo fue revolucionario a principios del siglo XIX, pero en el siglo XX se convirtió en una idea no de libertad, sino de esclavitud. Entonces, estoy muy lejos del proceso independentista. Yo, al contrario, creo que cuanto más dependamos los seres humanos los unos de los otros, mucho mejor para todos. Esta no es una novela política, pero sí hay una lectura política de ella.

 

¿Y por qué se titula Independencia?
Para que me lo pregunte todo el mundo. Me encantan estos títulos… La palabra independencia tiene muchos sentidos, es muy polisémica, muy equívoca.… Shakespeare está lleno de este tipo de títulos que no sabemos muy bien lo que significan. Umberto Eco decía una cosa preciosa: el mejor título de la literatura universal son los tres mosqueteros, ¿sabes por qué?

 

¿Por qué?
Porque eran cuatro. Y además el más importante es el cuarto.

 

Independencia, Tusquets, 2021, 400 páginas, $16.900.

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