Un narrador promisorio

por Lorena Amaro

por Lorena Amaro I 22 Febrero 2017

Compartir:

A favor de La extinción de los coleópteros, de Diego Vargas Gaete, están su fluidez, sus sólidos diálogos, su desparpajo, sus diversos registros formales y libertad creativa. En contra: cierto regodeo, cierto placer de entomólogo pinchando los bichos más raros en las páginas de una novela que se desboca por momentos.

por lorena amaro

Escenas extravagantes, anécdotas desopilantes, despuntares de lo macabro. Un batido literario a punto de desbordarse. La extinción de los coleópteros, segunda novela de Diego Vargas y subsidiaria inevitable de la estética bolañeana (también, probablemente, de propuestas como las de Aira y sus adláteres porteños), constituye un extraño y a ratos bien logrado ejercicio narrativo, cuyo foco es el subterráneo de un colegio alemán de Temuco (el “Colegio Germano”); una cámara de horrores donde los directivos de la institución torturan, matan y practican la zoofilia, bajo la vigilancia a medias ignorante de un conserje del colegio, de origen mapuche.

La novela consta de dos partes: “Princesa”, donde se cuenta la historia de Silvana Kunz, hija adorada de uno de los criminales del colegio y su relación con las semillas transgénicas empleadas por su padre en sus cultivos, y “Warg”, parte que se focaliza en las vidas de Joselito y Julio Mellado, el conserje y su hijo.

El accidente que Silvana sufre en la lavandería de su edificio da inicio a un viaje psicodélico por el pasado y el futuro, narrado con continuos saltos temporales, lagunas y elipsis en que ella aparece viajando al espacio, bailando con un amaestrador de gatos en un programa televisivo o casándose con un príncipe etíope.

El libro, ambientado en la zona actualmente en conflicto de Temuco, ofrece una lectura que trasciende el problema de la violencia dictatorial para indagar en raíces más antiguas y profundas de la desigualdad en nuestro país.

La historia de los Mellado, a su vez, aparece fragmentada en diversos relatos. A través de textos de muy distinta naturaleza, se va configurando una genealogía de la humillación de esa familia por parte de los patrones alemanes. Aquí encontramos, por ejemplo, la desatinada correspondencia que Julio le dirige a una escort norteamericana de origen mexicano. Vargas apuesta aquí a una historia esperpéntica, en que Julio, convertido en un idiotizado profesor de Derecho, anhela viajar a Los Ángeles para conocer a la prostituta; el viaje se dificulta por otros personajes absurdos que transitan por una innecesaria facultad, ubicada en Valparaíso. Esta historia, de humor torpe, contrasta con el argumento principal de la novela, cifrado en un drama histórico de sometimiento y conflictos raciales y sociales.

Si bien el humor ayuda a acercarse a esta trama de horrores con cierta distancia y sin caer en tremendismos, en esta parte del relato distrae y molesta. Otros textos de esta segunda parte de la novela son los fragmentos de Diario de un viaje: historia secreta de la familia Kunz, libro mencionado también en la primera parte; el relato en tercera persona sobre cómo Joselito llegó a convertirse en el mandado monstruoso de los aparentemente honrados y serios directivos del colegio, y por último una serie de fragmentos que hacen honor al título de esta segunda parte, “Warg”, especie de lobo legendario. En ellos se plantean diversas maneras de provocar a un lobo, en una reflexión continuada sobre cómo operan el poder, el miedo y la violencia, consentidos en Chile hasta el día de hoy. El libro, ambientado en la zona actualmente en conflicto de Temuco, ofrece, de hecho, una lectura que trasciende el problema de la violencia dictatorial para indagar en raíces más antiguas y profundas de la desigualdad en nuestro país. Silvana y Julio son los hijos de una disputa ancestral y a menudo aparecen ambas familias confrontadas por la expoliación y humillación.

A favor de este libro se pueden anotar su fluidez, sus sólidos diálogos, su desparpajo, sus diversos registros formales y libertad creativa. En contra: cierto regodeo, cierto placer de entomólogo pinchando los bichos más raros en las páginas de una novela que se desboca por momentos. El exceso como una herramienta a ratos torpe, que todavía puede ser mejor calibrada por un narrador que indudablemente promete y puede dar mucho más de sí.

 

la extinción

La extinción de los coleópteros, Emecé Cruz del Sur (Planeta), 2016, 199 páginas, $12.900.

Relacionados

Mujeres en la niebla

por Lorena Amaro

La caída de un espía

por Pablo Riquelme

¡Es la política, amigo!

por Daniel Hopenhayn