Álvaro Bisama lanzó su novela El brujo

El martes se realizó el lanzamiento de El brujo, la nueva novela de Álvaro Bisama publicada por Alfaguara. Destacada por la madurez que exhibe el autor y la agilidad con que despliega su relato, el libro toma como protagonista a un reportero gráfico, quien durante los 80 es testigo de las manifestaciones contra la dictadura. Atormentado por el horror que encierran sus imágenes, decide huir a Chiloé intentando expurgar de su memoria aquella violencia que observó demasiado cerca. La novela fue presentada en Casa O lastarria por Óscar Contardo y Pablo Toro, de quien reproducimos el texto que leyó durante la ocasión:

por Pablo Toro I 24 Agosto 2016

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El Brujo es una historia sobre la luz. Los fantasmas que la luz engendra. Los fantasmas son siempre los recuerdos. El Brujo es un entramado con dos voces predominantes, la de un hijo y la de un padre, en un vaivén a veces frenético y a veces introspectivo, que nos habla del riesgo de iluminar ciertas zonas de la realidad. La costra espesa que se va formando en la memoria de los que han atestiguado la violencia política sin alejar la vista. Y el recuerdo, esa herida expuesta y también infecciosa que puede moldear el presente a su manera. En estas páginas, la luminosidad no es lo mismo que la claridad, y tanto el pasado como el presente se reflejan en fotografías que denuncian escenas llenas de un horror que es al mismo tiempo ideológico y banal, escenas que son como los gritos inaudibles de un animal mudo. Indagaciones que quizás no explican nada, pero que se hacen necesarias en el intento de un hijo por comprender  los escombros de la historia personal, familiar y de la post dictadura. Porque la función de la luz en este universo boscoso, pareciera ser un doble juego: ofrecerse como revelación, para terminar acrecentando la presencia de un secreto.

El brujo es una historia sobre el padre. El retiro del mundo ligado a la paternidad. El padre como leyenda de la ausencia que moviliza una investigación errática pero necesaria. Esto es arquetípico, sólo hasta cierto punto. La pregunta por el padre no parece estar buscando reparaciones psicológicas o redención personal. Esta es una investigación movilizada por el sinsentido de la violencia o quizás un policial invertido, con pistas inconclusas, incoherentes, que podrían no existir. Es el informe forense de una historia familiar quebrada y oculta en el territorio del escape. El padre que necesita no ser el padre y el hijo que sabe que es el hijo y en alguna parte del bosque, entre las ramas y el cielo negro, una especie de respuesta, que quizás tampoco exista.

El brujo es una historia sobre la fotografía de guerra. Donde el heroísmo del registro oportuno y la desgracia del cómplice pasivo se conjugan en una vida arreciada por fantasmas que están hechos de recuerdos y polaroids que son manchas blancas o negras en el vacío. El fotógrafo de guerra es un verdugo involuntario que cambia el destino de los cuerpos, los modifica, altera su historia y dificultan la superación de los traumas, pero que al mismo tiempo posibilita el establecimiento objetivo de una verdad posible. La fotografía es la enfermedad y también la simulación de una terapia. Un pasillo sin puertas ni salidas, donde se congelan los estertores de un pasado inabordable.

El brujo es una historia sobre el secreto. Puede ser complicado hablar del secreto como el motor de una historia, en una época extraña, en la que hasta los matinales de televisión tienen segmentos de conspiraciones reptilianas (Lo que, por cierto, puede ser leído como un triunfo de la ficción). Pero en El Brujo el secreto no opera como un dispositivo de revelación histórica ni personal. Su camino es lateral. Su vocación, difusa. Detrás de toda revelación, está la bruma espesa de los recuerdos falsos y de las pistas equivocadas y las fotografías borrosas. Con cada respuesta, queda el vacío de una tergiversación. En la isla dentro de la isla, el secreto no es un estado previo, no es un universo precario. Es el estado de las cosas, en un país cimentado sobre mentiras.

El brujo es una historia sobre el horror. La persistencia de formas o siluetas que se dibujan en las paredes y en los contornos de la noche. Un horror que se aloja en bruma espesa que cubre el paisaje sureño, en el acecho de burócratas del Estado con agendas insospechadas, en la presencia de animales que vuelven sucios y flacos tras haberse perdido en la porosidad del bosque, en la constatación de una oscuridad que precede al mundo y al tiempo y que se condensa en fotografías que son manchas indescifrables y carentes de contexto.

El brujo es una historia sobre los espacios originarios del miedo, donde se alojan ansiedades inexplicables y recuerdos borrosos y la reverberación de los gritos que quisiéramos olvidar. Un espacio remoto donde la velocidad y la densidad podrían ser lo mismo, en el avance hacia lo desconocido. Iluminando el pasado y el presente como una luz tenue, infiltrada en las grietas del mundo, revelando un algo que está cerca, acechando, respirando en tu cuello, reptando en el piso gelatinoso de la memoria, un algo que no tiene nombre, ni forma, ni sentido de ser, pero que se parece demasiado a ti mismo, y que reconoces como un reflejo de tu propia oscuridad.

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