Anticronología (personal) de Mario Santiago Papasquiaro

por Natacha Oyarzún I 8 Noviembre 2024

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Aquí yace Vicente antipoeta y mago”.
Vicente Huidobro

Hoy / mañana & siempre.
Antipoeta & vago insobornable”.
Mario Santiago Papasquiaro

2024. Es martes 13 de agosto y en una librería de Poble-Sec se abre un mezcal en nombre de Mario Santiago. El licor viajó desde México en la maleta de Virgilio Torres —filósofo y poeta amigo del autor— para celebrar un nuevo libro: La historia nos absorberá. La publicación no tiene como origen un manuscrito mecanografiado, ni hojas escritas a mano, sino un libro intervenido hace más de cuatro décadas por Mario Santiago Papasquiaro. Se trata de Poesía inédita (1970-1978), del poeta mexicano Orlando Guillén, a cuyas páginas, más tarde rayadas y subrayadas, Papasquiaro da vida de palimpsesto. No le importa rayar sobre los créditos o portadillas, cruzar flechas, machacar con asteriscos. Pareciera que su única preocupación ética y estética es mantener legibles los versos del otro: escribir en los extramuros del poema, convivir en el oxígeno infinito de la página. “Entérate / de qué están hechas / tus derrotas o tus Nudos”, anota.

2023. Ediciones Sin Fin ya ha anunciado la aparición de La historia nos absorberá cuando Rubén Medina —infrarrealista fundamental en el tráfico crítico y bibliográfico del movimiento— llama desde Estados Unidos. Se ha enterado de la publicación y tiene algo que contar. Desde el otro lado del teléfono, asegura tener un ejemplar idéntico de Poesía inédita de Orlando Guillén, también intervenido por Papasquiaro. Aunque el ejemplar es el mismo, las intervenciones son diferentes. Otro libro dentro del mismo libro. Notas, números telefónicos, versos con cierta continuidad, pero también anotaciones enredadas unas sobre otras, sin dirección.

¿Dejarán de aparecer? ¿Quién podría asegurar que un día de estos no llegará otro con el mismo libro intervenido bajo el brazo?

2012. Ahora el sello editorial, comandado por Ana María Chagra y Bruno Montané, publica Sueño sin fin. El poema también tiene un origen errante. Son versos desperdigados sobre otros libros durante el viaje de MSP a Barcelona, en los 70. Destaca un volumen de la colección Penguin Modern Poets, que la edición incluye a modo de anexo. “Antes de que terminara la década de los setenta, Roberto Bolaño propone que hagamos una recopilación de los versos que Mario dejó diseminados en los libros que no pudo cargar en su mochila”, cuenta Bruno Montané en el prólogo. Juntos se dan al trabajo de darle una interpretación y, finalmente, forma al poema. Envían una copia a México. Mario la recibe, pero esta se mantiene a la deriva entre sus papeles. “El ejemplo más visible de una verdad nómada”. Años después de su muerte, Bruno comprueba que el texto ha sido minuciosamente corregido por Mario, pocos versos han sido tachados, el poema, incluso, se ha extendido.

2008. Aparece Jeta de santo (Antología poética 1974-1997). La selección está a cargo de Rebeca López (madre de sus hijos Mowgli y Nadjia) y Mario Raúl Guzmán que, tras una lectura de más de 1.500 poemas, fijan 171. En una entrevista, Pita Ochoa cuenta que la publicación fue resultado de una petición expresa de Bolaño a Juan Villoro. “Sabía que estaba muy enfermo y le dijo a Juan que Mario Santiago tenía una gran obra y le pidió que cuando él muriera apoyara para que salieran a la luz las cosas de Mario Santiago, quien ya había fallecido. Y Villoro cumplió su palabra”.

1998. Se publica Los detectives salvajes, donde Mario recibe el nombre ficticio de Ulises Lima. Siguiendo a Tulio Mora, Lima por Lezama y Lima por la ciudad donde nació Hora Zero, pues MSP se declara: “Un poeta peruano nacido en México”. Tras la publicación, se vuelve un mito literario de los 70, pero él jamás se entera de aquello.

Mario Santiago es atropellado en un barrio periférico del D. F. El conductor se da a la fuga. Su cuerpo tarda algunos días en ser reconocido. Es Rebeca López, quien, ante su desaparición, llama a morgues y hospitales, donde finalmente confirman que ha muerto. Habían quedado de verse.

La publicación no tiene como origen un manuscrito mecanografiado, ni hojas escritas a mano, sino un libro intervenido hace más de cuatro décadas por Mario Santiago Papasquiaro. Se trata de Poesía inédita (1970-1978), del poeta mexicano Orlando Guillén, a cuyas páginas, más tarde rayadas y subrayadas, Papasquiaro da vida de palimpsesto. No le importa rayar sobre los créditos o portadillas, cruzar flechas, machacar con asteriscos. Pareciera que su única preocupación ética y estética es mantener legibles los versos del otro.

1996. Publica Aullido de cisne, uno de los dos libros que editó en vida: “Aúllo invocando el chiflido de mi Dios”, escribe.

1995. Junto a Marco Lara Klahr funda el sello editorial Al Este del Paraíso. En un año y medio, organizan más de sesenta recitales y presentaciones. Entre otros autores, publican plaquettes de los hermanos Méndez, Roberto Bolaño y Efraín Bartolomé. Tienen dos motivaciones: poner en circulación a quienes nadie quiere publicar y, en el caso de Marco, dejar registro de los poemas de Mario, hasta ese minuto dispersos en las superficies más insólitas. “Güey, es que tienes que ordenar esto [los poemas], sistematizarlo y sobre todo asegurarte de que se conserve. Si tú te quieres morir, muérete, pero esto tiene que quedar”. Durante ese tiempo MSP transcribe sus poemas en el computador de Marco. El resultado es una plaquette de diez poemas titulada Beso eterno.

1994. “Estoy escribiendo una novela donde tú te llamas Ulises Lima. La novela se llama Los detectives salvajes. Un fuerte abrazo. R”.

1984. Mario Santiago es postulado a la Beca Guggenheim por el pintor Rodolfo Zanabria, la cual, al igual que a su amigo Roberto Bolaño, le será negada.

1983. Comparte la azotea de un palacio viejo con el poeta horazeriano Tulio Mora, a quien, recién separado, le confiere una habitación tan inhóspita como la suya, pero con un colchón. Por ese tiempo viven de lo que Mario gana como editor de textos escolares, por lo que casi no comen, sino que beben, fuman y corrigen mutuamente sus textos. Como no tienen luz eléctrica, muchas veces permanecen a la luz de un mechero y otras, decididamente, salen a colgarse refugiados en el anonimato de la noche. No siempre tienen éxito, lo que, por cierto, no les importa: su éxito es estar vivos.

1981. Mario Santiago, que roba libros con la misma naturalidad con que se desprende de ellos, le entrega un ejemplar de Poesía reunida, de Orlando Guillén, a su amigo Virgilio Torres. Están en el departamento de Tulio Mora y Ana María Chagra. Torres conserva el libro intervenido por más de cuarenta años. Esperará hasta 2023 para mostrárselo a Ana. Llevará el título La historia nos absorberá.

1980. Hace tiempo ha adoptado la costumbre de cruzar la calle sin ver y de leer y escribir mientras camina. Sabe: “Voy a morirme pero viviendo al máximo”. Una madrugada, junto a su amigo, el poeta Pedro Damián, es atropellado por primera vez (la segunda le quitó la vida). Un camión lo arrolla y le fractura la cadera. En el hospital dan el número de Ana María Chagra. Ella hasta el día de hoy ignora la razón, aunque dadas las circunstancias, es posible que haya inspirado mayor sensatez en los accidentados. Los días posteriores convalece en casa de su madre, hasta donde llegan sus cuates con todo tipo de libros y botellas que, por supuesto, bebe a escondidas. Desde entonces camina apoyado de un bastón.

1979. Es incluido en la antología Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego. Once jóvenes poetas latinoamericanos, bajo la selección de Roberto Bolaño, presentación de Efraín Huerta y prólogo de Miguel Donoso Pareja.

1978. Retorna a México tras dos años en Europa.

1977. Con la partida de Bruno Montané a Barcelona a fines del 76, arranca la “diáspora infrarrealista”. Le siguen Mario Santiago, rumbo a París, y más tarde, Roberto Bolaño, también con destino a Barcelona. En realidad, el propósito de Papasquiaro es ir tras la huella de Claudia Kerik, poeta de la que está enamorado. Vagabundea por Francia, España, Austria e Israel. Habla en inglés, lee en francés, tiene pinta de vagabundo, es deportado en Vienna, donde le prohíben la entrada hasta 1984 (¡qué año eligen!). Mientras, en México, aparece Correspondecia infra. Revista menstrual del movimiento infrarrealista. En Barcelona, Roberto Bolaño y Bruno Montané publican la revista Rimbaud vuelve a casa.

1976. En marzo, el infrarrealismo tiene su primera aparición pública como movimiento. Un recital en la librería Gandhi. Al evento le suceden otros y otros. Se hacen conocidos (y odiados) por interrumpir presentaciones y recitales del “oficialismo poético” mexicano, que en Paz descanse.

Su sentido dinamitero de la poesía y de la propia vida —en este caso, maraña estética inseparable—, le vale el aprecio de su generación y magnetismo de líder. “Atrás de él había siempre un grupo, era como un liderazgo natural. Si él caminaba por un lado, los demás lo seguíamos”. Recuerda Virgilio Torres, desde el restaurante Paloma Blanca, “prefería caminar a tomar un taxi”.

Con la partida de Bruno Montané a Barcelona a fines del 76, arranca la ‘diáspora infrarrealista’. Le siguen Mario Santiago, rumbo a París, y más tarde, Roberto Bolaño, también con destino a Barcelona. En realidad, el propósito de Papasquiaro es ir tras la huella de Claudia Kerik, poeta de la que está enamorado. Vagabundea por Francia, España, Austria e Israel. Habla en inglés, lee en francés, tiene pinta de vagabundo, es deportado en Vienna, donde le prohíben la entrada hasta 1984 (¡qué año eligen!).

1975. A fines de este año firma el primer Manifiesto infrarrealista, donde postulan: “LA CULTURA NO ESTÁ EN LOS LIBROS NI EN LAS PINTURAS NI EN LAS ESTATUAS ESTÁ EN LOS NERVIOS”.

Entre mediados de septiembre y octubre, escribe Consejos de 1 discípulo de Marx a 1 fanático de Heidegger, poema de 482 versos, considerada obra fundacional del infrarrealismo. “En cualquier momento acontece 1 poema”, dice.

Con fecha 8 de agosto (natalicio de Emiliano Zapata), firma un poema dedicado al pantera negra, Eldridge Cleaver. Lo escribe con un plumón rojo sobre Los cantares de Pisa, de Ezra Pound, actualmente en manos de Rubén Medina, quien, desde los Estados Unidos, nos muestra el ejemplar, de momento inédito.

Asiste al Taller de Poesía de la Casa del Lago, en Chapultepec. El tallerista original es Alejandro Aura, pero, como cuenta Pita Ocha en entrevista con Sofía Sánchez, terminan siendo él y Roberto los que dirigen el taller. Es en torno a esa mansión antigua, a los pies de un lago, que empiezan a reunirse poetas de entre 16 y 22 años. Crean el ciclo Joven poesía latinoamericana, anglosajona y francesa. La primera jornada está dedicada a la poesía chilena. Leen a Millán, Omar Lara, Waldo Rojas. Como es de esperar, la instancia está a cargo de los chilenos Bolaño y Montané. La siguiente jornada está dedicada a la poesía peruana. Se lee a Cisneros, Hinostroza, Pimentel. Como es de esperar, el encargado es Mario Santiago.

1974. Continúa asistiendo al taller de poesía de Bañuelos en la UNAM, del que pronto, él y otros cuantos, empiezan a tomar distancia y a formar grupo aparte. Va cargado de papeles, usa el pelo largo, pantalones acampanados, inspira cierta formalidad. No descarta infiltrarse en otros talleres. “Solía aparecer en nuestro taller y sus opiniones eran fulminantes; estaban provistas de una crítica totalmente dinamitera, un humor negro y corrosivo”, cuenta Juan Villoro. Sabe reconocer cuando un texto afloja o decae. No se queda callado.

El 3 de mayo se presenta con fragmentos de Consejos en un recital en el Museo Nacional de San Carlos. Él mismo forma parte de la organización, junto a Roberto Bolaño, Bruno Montané y Julián Gómez. Los poemas son repartidos previamente en hojas engrapadas. Virgilio Torres recuerda: “Tenía una voz muy gruesa y leía pausado. Eso hacía que tuviera un aire de ritualidad. Le gustaba hacer pausas, hacer gestos, también. Más que con las manos, con la cara. Como tenía boca grande, su risa era también como un eco”.

En enero, junto a Jose Antonio Suárez, publican la revista Zarazo, una edición modesta de veinte hojas, la cual solo tuvo un número (n° 0), en el que, sin embargo, se pueden rastrear gran parte de las influencias del infrarrealismo, como América de Allen Ginsberg o poemas de Hora Zero. Corresponde, según Rubén Medina, al primer intento de configurar una neovanguardia.

1973. Mario Santiago todavía no ha cumplido los veinte años. Sigue respondiendo al nombre de José Alfredo Zendejas. Lee sin descanso. Pule un conocimiento avasallador. De cabecera tiene a Ginsberg, Dalton, Vallejo, Huidobro, Lautréamont, Rilke, Pound, Eliot, Pessoa, Whitman. “Escribe como camina / a ritmo de chile frito”. En el Departamento de Difusión Cultural de la UNAM, comienza a asistir al taller de poesía que imparte Juan Bañuelos, en quien, según cuentan, también infunde un enorme respeto. “Era tal su contundencia que hasta Bañuelos tenía que tragar saliva antes de contestarle a la perorata”, narra Jose Antonio Suárez.

1953. 24 de diciembre. Es de madrugada cuando en los cielos de Mixcoac se desata una tormenta eléctrica. En medio se escucha un aullido de cisne: nace José Alfredo Zendejas Pineda, más tarde conocido como Mario Santiago. Después como Mario Santiago Papasquiaro. Mucho después como Ulises Lima.

“Otra vez la vida: este Rito del Gozo / & el escalofrío dasatados”.

 


La historia nos absorberá, Mario Santiago Papasquiaro, Ediciones Sin Fin, 2023, 80 páginas, 13,00€.

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