Ellos no me robaron mi nacionalidad: Da 5 Bloods

En la última película de Spike Lee (recién estrenada en Netflix), cuatro amigos que combatieron en Vietnam regresan al sitio donde falleció un compañero de unidad… pero donde también dejaron escondido un tesoro. Interés y duelo, estrés pos traumático y humor, complicidad y violencia gratuita: en algo más de dos horas el cineasta deja en claro su inmensa habilidad en el montaje cinematográfico, pero sobre todo despliega su talento en el montaje de ideas, texturas y géneros, habilidad que convierte a Da 5 Bloods en una coctelera atómica, a la que solo le faltaba el presente de los Estados Unidos para estallar.

por Rodrigo Olavarría I 22 Junio 2020

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Es un placer ver una película de un director en completo dominio de su oficio. Esas películas suelen exudar maestría, pero muy pocas logran tomar el pulso a las calles y a la historia con gracia, belleza y humor. Es lo que consigue Spike Lee con Da 5 Bloods. En ella, el montaje, el uso de distintas cámaras, películas y formatos, la fotografía, la música, las actuaciones, el uso de material documental y la nueva colaboración de Spike Lee y Kevin Willmott, hablan de la vigencia de un director que se erige como una voz esencial en el panorama fílmico y político, estrenando en medio de una revolución callejera detonada por los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor, Riah Milton y Dominique RemMie Fells.

La película abre sin créditos, directo sobre la voz de Muhammad Ali diciendo: “Mi conciencia no me permite ir a dispararle a mi hermano, a gente de piel oscura o a gente pobre y hambrienta que vive en el barro por los poderosos Estados Unidos. ¿Por qué? Ellos nunca me llamaron ni–er, nunca me lincharon, nunca me tiraron los perros. Ellos no me robaron mi nacionalidad”.

Es el inicio de un collage de imágenes de la Guerra de Vietnam, del alunizaje, protestas y citas de Malcolm X, Kwame Ture, Angela Davis, Bobby Seale y otros líderes mientras de fondo suena “Inner City Blues (Make Me Wanna Holler)” de Marvin Gaye. Es un inicio electrizante que por un segundo nos hace pensar que estamos viendo un documental y no una obra de ficción, idea que se desvanece cuando vemos el lobby del Hotel Hilton de Saigón, lo que ya es significativo, porque si lo pensamos ni Apocalypse Now (1979) ni Pelotón (1986), ni Hamburguer Hill (1987) fueron filmadas en Vietnam, todas fueron hechas en Filipinas, con la sola excepción de la tercera película que Oliver Stone dedicó a Vietnam, El cielo y la tierra (1993), un drama basado en obras de la novelista Le Ly Hayslip.

Es un placer –decía– tan solo ver interactuar a Delroy Lindo, Norm Lewis y los veteranos de The Wire, Isiah Whitlock Jr y Clarke Peters, pero es también ominoso ver sus rostros y sospechar cuánto esconden esas sonrisas y qué puede significar eso para la historia que estamos viendo. La amenaza se instala cuando vemos la mirada que Paul (Delroy Lindo) dirige a un niño lisiado que pide limosna y lo escuchamos confesar que votó por Trump; todo esto se cementa cuando el mismo niño lisiado hace explotar unos fuegos artificiales para burlarse del síndrome de estrés postraumático que sin lugar a dudas padecen.

Muchas críticas se han centrado en la ridícula y casi cómica violencia de algunas escenas. Me reí y pensé en Una guerra de película (2008) en la escena donde Eddie (Norm Lewis) vuela en pedazos al pisar una mina explosiva y entendí que Spike Lee ni siquiera pensaba renunciar a los manidos tropos por los que el cine de acción estadounidense es objeto de burla. Es como si dijera, sí, esta es otra película de guerra estadounidense.

Muchas críticas se han centrado en la ridícula y casi cómica violencia de algunas escenas. Me reí y pensé en Una guerra de película (2008) en la escena donde Eddie (Norm Lewis) vuela en pedazos al pisar una mina explosiva y entendí que Spike Lee ni siquiera pensaba renunciar a los manidos tropos por los que el cine de acción estadounidense es objeto de burla. Es como si dijera, sí, esta es otra película de guerra estadounidense, asumiendo su participación en el género al que pertenecen Desaparecido en acción (1984) y Rambo II (1985), recalcando además el poco interés que tiene por el realismo, mismo desinterés que muestra al usar los mismos viejos actores para interpretar a sus personajes cuando jóvenes y estaban en el campo de batalla.

El caso es que a los 17 minutos de película, cuando Stormin Norman (Chadwick Boseman) abre el baúl metálico lleno de oro, descubrimos que estamos viendo una película distinta a la que creíamos. Esta no es una película melancólica y complaciente sobre el rol de los estadounidenses en Vietnam. Es una película de un género viejo como el hilo negro, una de esas donde hay un plan perfecto y al final todo se va al carajo. Los ejemplos sobran: El tesoro de Sierra Madre (1948) de John Huston, donde un trío de gringos encuentran un montón de oro en México y son vencidos por la sospecha y la avaricia, Rififi (1955) de Jules Dassin, Mélodie en sous-sol (1963) y Le clan des Siciliens (1969) de Henri Verneuil, ambas con Alain Delon y Jean Gabin, y The Italian Job (1969). Cuando entendemos que Da 5 Bloods es una de esa películas, sabemos que todo está perdido.

No es que Spike Lee sea revolucionario por trabajar en este género, Tarantino lo hizo en Perros de la calle (1992), Wes Anderson debutó con Bottle Rockett (1996) y Steven Soderbergh hizo un remake de la vieja Ocean’s 11 (1960) y la convirtió en una franquicia. Spike Lee es un profesor que nos hace escuchar a Marvin Gaye y pide que prestemos atención, que durante la película insiste en hablar de la “American War”, como llaman los locales a la Guerra de Vietnam, subrayando su deseo de hacer una película que no contenga solo el relato del lado estadounidense. Spike Lee fusiona su película de guerra y de atraco con un ensayo cinematográfico donde sugiere que Ho Chi Minh fue un hombre más honorable que George Washington y donde presenta personajes históricos como Hanoi Hannah y Crispus Attucks, el primer muerto por la Independencia de Estados Unidos, de origen afroamericano y nativo americano.

El autor de She’s Gotta have It (1986), Haz lo correcto (1989) y Malcolm X (1992) está de vuelta tras ganar un Oscar por mejor guion adaptado junto a Kevin Willmott por BlacKkKlansman (2018) y deja en claro su inmensa habilidad en el montaje, no solo en el montaje cinematográfico, donde es un absoluto maestro, sino en el montaje de ideas, datos, texturas y géneros, habilidad que convierte a Da 5 Bloods en una coctelera atómica a la que solo le faltaba el presente de los Estados Unidos para estallar.

 

Da 5 Bloods, Spike Lee, 2020, 155 min., disponible en Netflix. 

 

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