por Javier Edwards Renard I 19 Febrero 2025
La más reciente novela de Alberto Fuguet posee una energía literaria que lo muestra en su plena madurez, con toda la seguridad de un escritor que sigue manifestando profundidad en su mirada, un privilegiado manejo de la estructura del relato y una singular maestría en el difícil arte de sostener una historia a lo largo de las 446 páginas.
Ciertos chicos es un artefacto complejo, pero que, escrito con habilidad excepcional, combina todos los elementos en dosis precisas para que cubran la extensión que va desde la lectura de mera entretención a la del relato con claves, referencias y mensajes que buscan descifrar, interpretar y mirar críticamente un país, una época, las semejanzas que habitan en todas las diferencias. Es un texto generacional, en el que los personajes habitan los años 80, es decir, los años de la dictadura y la represión. El narrador juega con inteligencia a contarnos lo que sabe desde ese futuro que es el hoy, con sus cambios liberadores y también sus nuevas represiones. Hay en el contar de Fuguet un efecto caleidoscópico, en el que el conjunto de personajes, referencias, deseos, anécdotas, puntos de vista, diálogos, reflexiones sobre nuestra historia e idiosincrasia, van articulando significados, imágenes, lecturas que iluminan la realidad con un imaginario de trinchera que, sin embargo, demuestra ser universal.
Uno podría catalogar esta novela según las pulsiones sexuales de sus protagonistas masculinos, jóvenes, en espacios universitarios, en los intersticios de lo oficial, de la represión de la dictadura militar, pero también de esa otra, la de la izquierda oprimida con su sentido de cultura única y sovietizada, a su manera también militar y dogmática. Es la testosterona que busca testosterona, pero colocar sobre Ciertos chicos la etiqueta de “novela de la homosexualidad” sería limitarla, cercenar todo lo que está dentro de esta suerte de Caja de Pandora virtuosa en la que Tomás y Clemente, y todos esos chicos inciertos que deambulan por ella, son mucho más que una mera pulsión sexual. Los personajes de esta obra son el espejo de un país que se va gestando y que solo el narrador conoce cómo será años después. Asimismo, la novela es la demostración de cómo en las trizaduras de los muros nace algo nuevo.
De alguna manera, Fuguet es una especie de extraño cruce entre Borges, David Leavitt, los beatnick, Almodóvar y esa mezcla de gustos que combina literatura, música y cine, el análisis culto de lo pop: Manuel Puig. Y con esta novela demuestra que es uno de los narradores con una identidad más consistente, creativa y lúcida de la literatura chilena posdictadura. Aquí narra la historia de dos jóvenes de mundos distintos que no lo son tanto: la clase media inquieta culturalmente; la burguesía descontenta, que cuestiona la comodidad del privilegio. Ambos con un hambre similar, con una necesidad de descubrirse en la honestidad, enterándose de que no están solos, si bien son acorralados por los extremos polarizados de esos tiempos.
Ciertos chicos tiene el mérito de no ser obvia —aunque acepte sus momentos de natural obviedad— ni cursi, aunque orgullosamente pop y alternativa. Es un libro que muestra que esos jóvenes de los que habla, en ese viaje hasta el encuentro/ desencuentro de todas las claves del amor y la cultura, de la represión y la revuelta, son mucho más que el eslogan de una marcha del orgullo gay. Son existencias que miran, entienden, exploran y construyen el colectivo imaginario total. No hay frivolidad, sino un pensarse en las diversidades como ese conjunto que es la inevitable realidad. Y la trama, que es romántica, sexual, política y cultural, no cae en la república del rencor, sino que opta por describir lo humano en toda su diversidad.
Fuguet ha tenido, y seguirá teniendo, cada vez con más valor, como un Jack Kerouac chileno, el papel del roadtripper de una época clave de nuestra historia. Su culto a los 70, 80 y 90 no tiene un ápice de bótox, y eso permite que sus tramas se conviertan en segmentos de una película en movimiento incesante, que explora el pasado y juega con el futuro, como en esa miniserie de la BBC tan bien construida, Years and Years, escrita por Russell T. Davies. Simplemente, bravo.
Ciertos chicos, Alberto Fuguet, Tusquets, 2024, 446 páginas, $23.900.