Un trabajador, un murciélago, un trabajador-murciélago

En una escala de 1 a 10, donde 1 es completamente muerto y 10 es totalmente vivo, ¿qué tan muerto se siente usted hoy? Si le parece que estos conceptos no son graduables, es probable que aún no haya visto Vampyr, la más reciente obra de Manuela Infante. A partir del mito del vampiro, la dramaturga y directora chilena más destacada a nivel global habla de energía y agotamiento, de trabajo y descanso, de estar muerto en vida.

por Estefanía Etcheverría Toirkens I 10 Enero 2025

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Vampyr es una creación teatral que investiga desde una óptica chilena lo que tenemos en común vampiros, humanos y murciélagos hematófagos. Este cruce revelador se sitúa alrededor de un parque eólico, un campo de explotación de recursos energéticos que nunca se detiene, donde se mueven máquinas, trabajadores y murciélagos.

Sus vampiros no son aristócratas refinados —como fue representado en sus orígenes—, sino trabajadores part time de turno nocturno, pequeños mamíferos confundidos que no soportan tanta presión, criaturas vulnerables al borde del derrumbe o del grito. No está tampoco la seducción carnal del vampiro, pero sí la de los discursos del marketing, del informe manipulado, del impacto que se omite. De esta forma, va exhibiendo un sistema de burocracias y escenificaciones, de jerarquías que validan explotaciones, una búsqueda insaciable que prioriza los ingresos a las vidas, dando forma a una crítica que cuestiona tanto al sistema laboral como al greenwashing o neocolonialismo verde.

Durante los últimos ocho años, Manuela Infante ha interrumpido su fecundo itinerario de producciones internacionales solo tres veces para crear montajes en Santiago. Así dio forma a una trilogía que cuestiona el discurso antropocéntrico y estrategias coloniales, investigando desde distintas perspectivas lo humano. Cuestiona las nociones de lo diferente, opuesto e inferior, para desenmascarar apropiaciones y violencias que se excusan en estos supuestos.

Partió en 2017 con la muy premiada Estado vegetal, un montaje que exploraba puntos en común entre lo vegetal y lo humano en la ruta de filósofos de las plantas como Michael Marder y neurobiólogos vegetales como Stefano Mancuso. En 2021 vino Cómo convertirse en piedra, donde llevó su investigación a nuestra relación con el mundo mineral y lo no vivo. Y en agosto de 2024 cerró la trilogía con el estreno de Vampyr, que vuelve a tener funciones en Matucana 100 entre el 17 y el 21 de enero, para el Festival Internacional Santiago a Mil.

Las tres obras cruzan en escena materia y discurso, naturaleza y cultura, ficción y realidad, para indagar qué hay de humanidad en lo que se supone que no lo es. Todas las obras nacen de una investigación teórica que luego utiliza con la ligereza de quien no tiene que sumar notas al pie ni someterse a revisión de pares. Un cruce virtuoso que une teoría, conocimiento científico, contingencia y creatividad. Los montajes comparten además estrategias narrativas, como una estructura no lineal y polifónica donde de a poco se va revelando un misterio.

Vampyr toma también nuevos rumbos. Nunca antes Infante había trabajado el humor de forma tan explícita, con momentos similares a lo que se podría ver en el Festival de Viña. También es su obra más frontal en lo político, en la crítica directa al discurso verde y al mercado laboral. Y paradójicamente, cierra su trilogía no-humana con la que probablemente sea la más humana de todas sus obras.

Es como si las obras de Manuela Infante fueran un rompecabezas, donde al principio solo se iluminan algunas piezas desordenadas, que a medida que se van moviendo permiten ir entendiendo donde calzan. Pero las piezas no son de cartón sino de plasticina, y durante la obra van cambiando de forma. El mismo cuerpo que es un murciélago en otro momento es un trabajador y también puede ser trabajador y murciélago al mismo tiempo. Un pendón que es el tótem del marketing presencial, en otro momento es una turbina que está haciendo lo que el marketing intenta ocultar.

Esta plasticidad de los elementos que moldea Infante abarca todo lo que ocupa la escena, porque su trabajo no es dramaturgia en el sentido clásico (teatro de texto). No basta con leer su obra para entender de qué van sus montajes. Infante crea a partir de una idea que investiga desde todos los aspectos que abarca el teatro, en cuerpo, movimiento, sonido, palabra, luz, imágenes y objetos. Y lo hace junto a los profesionales más destacados de sus áreas. Todo en el escenario es una exploración de la idea, un cuestionamiento de supuestos instalados tanto del tema que desarrolla como del teatro en tanto disciplina.

Pero Vampyr toma también nuevos rumbos. Nunca antes Infante había trabajado el humor de forma tan explícita, con momentos similares a lo que se podría ver en el Festival de Viña. También es su obra más frontal en lo político, en la crítica directa al discurso verde y al mercado laboral. Y paradójicamente, cierra su trilogía no-humana con la que probablemente sea la más humana de todas sus obras.

En Vampyr los vampiros no tienen reflejo, pero es difícil no verse reflejado en Vampyr, en el cansancio y el agobio que late en la obra. ¿Quién no ha fantaseado con no ir al trabajo un día y ver cómo todo se derrumba? ¿Quién no ha sido presionado más allá de lo que puede resistir? ¿Quién no ha sentido que ya no puede más?

 


Vampyr, dramaturgia y dirección de Manuela Infante, 95 minutos, Centro Cultural Matucana 100, del 17 al 21 de enero, en el marco del FITAM.

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