La presente selección de cartas traza una biografía oblicua del autor de Coronación y El lugar sin límites: desde sus años en el Chile de los 60, en la España de los 70, los 80 de regreso en el Santiago bajo dictadura y los 90 ya convertido en un mentor para las nuevas generaciones de autores nacionales y latinoamericanos.
por Antonio Díaz Oliva I 1 Octubre 2024
Al correr el velo de los archivos y papeles que dejó José Donoso, tanto en la Universidad de Iowa (donde fue profesor) como en la Universidad de Princeton (donde fue estudiante), uno se encuentra, por momentos, no tanto con la voz del mismo Donoso, sino con múltiples voces. Porque son muchas las cartas con esas voces de otros y otras escritores latinoamericanos que lo veían como amigo, enemigo, discípulo, maestro y hasta confidente.
En orden cronológico, los siguientes extractos de cartas, que se hallan en la Universidad de Princeton, dan cuenta de dos cosas: por un lado, informan sobre la carrera de José Donoso en el extranjero, especialmente cuando sus libros (Coronación y El obsceno pájaro) estaban siendo traducidos y editados en otras partes, lo cual creaba noticias que incluso alcanzaban a Chile; por otro lado, estas cartas permiten adentrarnos en la vida y obra de los mismos escritores que las enviaron. Es el caso de Enrique Lafourcade y Gabriel García Márquez; el primero, parte de los círculos literarios en el Chile de los 50 y 60, y el segundo, como integrante clave de sus amistades en Barcelona. O como Isabel Allende, quien era una periodista de la revista Paula y se presenta como su amiga: a lo que Donoso le responde y así comienzan una breve (e inspiradora) correspondencia. O un tal César Aira, que había autopublicado una novela y esperaba con ansias la visita del escritor chileno a la Feria del Libro de Buenos Aires.
En los años 60, antes de largarse de Chile, José Donoso era un autor chileno y cercano a la llamada Generación del 50. Sin embargo, hacia fines de esa década, con la publicación de Coronación en inglés (gracias a su compañero del Grange School, Carlos Fuentes), Donoso sale a México primero y luego a Estados Unidos, donde termina como profesor de escritura creativa en la Universidad de Iowa. Ya convertido en ese exitoso escritor chileno que escribe fuera de Chile, Lafourcade (que tenía una librería en Plaza Mulato Gil y convivía con la escritora Marta Blanco) le manda varias cartas donde se aprecia una relación cercana y, al mismo tiempo, tensa.
Verano. Diez de la noche. Librería el Caballo Azul. Hora para escribir. Felicitaciones Ercilla que informó sobre noticia del New York Times. Verdes de envidia. Jorge Edwards vino, vio y se fue. Está en París, escribiendo. Salió excepcional libro La Venus en el pudridero, Pacífico, de Eduardo Anguita. ¡Por fin algo! Publiqué Pronombres personales, una nouvelle, en Zig-Zag. En los próximos días aparece con Álvarez, Buenos Aires, en coedición.
Por sobre aparte te envío capítulo novela Frecuencia modulada, con la solicitud de que lo ubiques en alguna revista literaria española, o donde se te ocurra. Va un currículum. El libro sale en abril de este año.
Ediciones Acervo de Barcelona me ha encargado —secreto militar— que prepare una Antología del cuento chileno, con distribución en la hispanidad. Quisiera llevar algo tuyo. Uno o más cuentos. Acervo te reconocería un royalty. Hazme llegar tus observaciones a la idea.
He vendido bien tu [El] Lugar sin límites. Piden Coronación, que no se encuentra. ¿Qué planes tienes para esta novela? Entiendo que Zig-Zag no te la publica más, a expresa petición tuya. Con todo, sigue siendo lo mejor para Chile. Deberías autorizar una edición nacional.
La Librería va viento en popa. Es un lugar grato al cual acuden niñitas bonitas del barrio alto, señoras menos bonitas, está “in”. Doy café. Saco volantes de Lira popular. En el sobre te envío dos. Me dan duro, especialmente El Siglo. Tengo una página en Las Últimas Noticias, donde respondo.
El Aleph —mi casa— está lleno de fruta y de pájaros que se la comen. Organizo vinos blancos helados, con gambas. Feliz de la vida, con Marta. Trabajamos. Nos reímos. El viaje a Europa, este año. A gastarnos las platas de la edición alemana de La fiesta del rey. Los checos me están traduciendo Novela de Navidad, todo con bastante misterio. ¿Pagan? Muevo a mi agente. La película sigue en veremos. Hollywood me entrega mil dólares cada año, por la opción. Me la acaban de renovar, lo que indicaría que el proyecto se mantiene. Carta de Isherwood invitándome a Inglaterra. ¿Qué es de Harry Brown? Voy a escribirle. ¿Cómo va Madrid? ¿Todavía existen esas viejas que sacan sus sillitas a la vereda y hablan sin tregua? Soria anduvo por aquí. Lo vas a topar cualquier noche en el Antiguo Café de Levante, en Alcalá, chorreado de chocolate.
Escribe. Saludos. ¿Qué es de Peregrine? ¿Se ha reproducido?
A vosotros dos, en el nombre del Che Guevara y de los nuevos dioses, las bendiciones del amigo.
Su relación con el autor de Cien años de soledad siempre tuvo dos caras. Una semipública, que se puede constatar en cartas como esta, en la que Donoso lo felicita por el rápido éxito que está teniendo Cien años de soledad; y una cara privada, como se puede ver en el segundo volumen que compila sus diarios (Diarios centrales. A Season in Hell), en donde Donoso dice que GGM, al igual que Cortázar, es uno de esos “aprovechados de la política izquierdista”, y, asimismo, lo tilda como “el niño mimado, la vedette que rechaza o acepta lo que se le antoja en su vida, sin consultarlo con nadie”.
Querido Pepe, gracias por todas las cosas bellas y aterradoras que me dices sobre Cien años. A mí me conmueve profundamente, por encima de todo, la generosidad con que los amigos del mismo oficio me hablan, y hablan y escriben sobre este libro, y tu juicio es de los más abrumadores.
En realidad, la gran noticia es la llegada de tu primogénita, que nos ha llenado de alegría y de curiosidad por conocerla. Comprendemos el alborozo de ustedes, así como los compadecemos ya por los días futuros en que la niña, como ocurre ahora con nuestros hijos, tenga unas semanas de vacaciones en el colegio. ¡Habría que inventar la manera de matarlos a ratos!
Estamos en Barcelona como si tuviéramos muchos años de vivir aquí. Los nietos progresan con su English Academy, y los amigos proliferan por todos lados, hasta el punto de que ya empiezan a ser demasiados. No sería raro que un día de estos apareciéramos por allá, aunque eso no figuraba en nuestros planes. Entre los inmediatos está un viaje mío a París, a fin de mes, para ver a Carlos Fuentes, que sigue siendo un invencible promotor de encuentros en los más insólitos lugares del mundo y a las horas menos apropiadas.
Cualquier texto mío en inglés está sometido a la aprobación directa de Harper & Row. El conducto regular es Carmen Balcells, a quien ya puse al corriente de tu carta, pero creo que lo más eficaz sería que alguien de USA se pusiera en contacto con los mencionados editores. El libro no saldrá en inglés antes de enero de 1969.
Es todo. Trato de escribir mucho, pero estoy un poco desconcertado, no sé en realidad por dónde empezar, y siento que todo se me desbarata entre las manos. ¿Vendrán mejores días?.
Pese a su cercanía con autores como Mario Vargas Llosa o el mismo García Márquez, con el paso de los años quedó la sensación de que Donoso, antes que ser un autor central del Boom, se convirtió en uno de esos escritores que se quedaron en los bordes, como Manuel Puig, Clarice Lispector y Jorge Ibargüengoitia. Con este último, Donoso tuvo una relación lejana, pero cálida. Parte de su admiración por el mexicano se debe a que en su obra había “chistes irreverentes acerca de la pesada carga de la historia y la literatura latinoamericana”, según lo que se lee en su Historia personal del Boom.
Hoy recibí tu carta y te la contesto enseguida, aprovechando que tengo un trabajo que aborrezco y quiero interrumpirlo. Me alegra muchísimo que hayas visto la luz y que vengas a vivir en este paraíso de mierda. Sí, cuenta con mis brazos abiertos. Ya Carlos Fuentes me había platicado de todas sus enfermedades y pensaba escribirte desde hace tres meses, pero ya ves cómo es la vida y cómo se va pronto. Lo que no me explicas es si ya están bien. Espero que sí. Joy dejó San Miguel y está viviendo en México desde hace un año: mi mamá estuvo gravísima a fines del 67, pero afortunadamente se compuso y ahora está bastante bien; mi tía Emma se dio un ranazo en el jardín, se hizo un agujero en la frente y quedó con el ceño fruncido “para el resto de sus días”; ya no bebe y está ligeramente gagá; los demás, ahí van, capoteándola. El que te informó de tu aparición como personaje en un libro mío es un bromista bastante pendejo. Tengo un libro terminado, que aparece en estos días, y dos en preparación, pero en ninguno aparecen ni tú ni la Pilar. Si quieren, los pongo en el siguiente. A mí me ha ido bien; he escrito bastante y bastante bien, tengo grandes planes y espero llevarlos a cabo con la Guggenheim que me acaban de dar. No pienso moverme de aquí, porque quiero escribir una novela como Dios manda, así que nos veremos. Consigue una buena casa, con alberca, para ir a pasar fines de semana alcohólicos. Abrazos a ti, Pilar, la niña y Charlus.
La autora chilena es uno de esos nombres que aparecen varias (cinco veces) en las cartas que se guardan en los archivos de la Universidad de Princeton. Todas sus cartas son desde Chile, previo al golpe de Estado y su exilio en Caracas, donde escribiría la novela que la hizo mundialmente famosa, La casa de los espíritus.
Estimado José: Primero que nada, perdón por el tuteo, pero me había imaginado que eras un caballero muy anciano y solemne. No pensé que fueras poco mayor que yo y capaz de contestarle a una loca entusiasmada que mandó una carta a la deriva rumbo a Barcelona. Siempre pensé que la gente célebre vivía rodeada de respetuosos admiradores, preparando conferencias o aislado en el silencio y la soledad de su escritorio. Tu carta, sin embargo, es la de un hombre tranquilo y sencillo, que mira mucho, habla poco, escucha y existe honestamente en un precioso lugar de España donde nadie habla de política y donde no hay smog. En resumen: algo muy cercano al Paraíso.
No sospecho si conoces a mi mamá, como decía Jorge Alessandri. Mi mamá se llama Francisca Llona Barros y mi padrastro se llama Ramón Huidobro. Ambos tienen la ingrata tarea de representar a Chile, como embajadores, en Buenos Aires. Yo trabajo en la revista Paula, que no debes ni siquiera conocer, así es que te envío un ejemplar. También soy redactora de Mampato, una revista infantil de esta misma editorial y como estrené este año una obra de teatro, me subieron el sueldo y me miran con respeto. Tengo 29 años y antes trabajé en la FAO con Gaby Plate, esposa de Gonzalo Donoso, que probablemente sea pariente tuyo por algún lado legal si no bastardo. Por último, para dejar en claro a mi persona, voy a añadir que algunos me dan el título de “humorista”, porque en Paula y otras partes publico verdades que duelen. El diploma de “humorista” lo puede adquirir en Chile cualquier patudo, porque aquí la risa es tan escasa como el whisky escocés. Este es un país de gente trascendental.
¿Por qué vives en España?, ¿desde cuándo?, ¿con quién? Yo tengo una asquerosa deformación profesional y quisiera hacerte una entrevista por carta para publicar en Paula junto al comentario de El obsceno pájaro de la noche. Tu libro se vende como pan caliente, pero como no te has hecho propaganda, el autor poco figura. No creo que te interese mucho la celebridad en Chile, pero a mí sí me interesa muchísimo, así es que, si tienes tiempo y lo tomas como un sacrificio necesario, contesta las preguntas que te adjunto en hoja aparte, mándame una foto en que salgas realmente hermoso (pero no posada) y cuéntame de tu vida en esa aldea idílica, de lo que piensas, ambicionas, etc. Además, una biografía honrada. Puede salir algo bueno si me mandas abundante material.
No creo que llegue a España tan pronto, así es que difícilmente nos veremos. Si vienes a Chile y la casa de tus padres ya está tan destruida como la Casa, te ofrezco cama, comida y ropa limpia en la mía, que no es un hotel Hilton, por supuesto, pero es gratis. Ya te escribiré más para contarte de Chile, de todo el extraño proceso que estamos viviendo, de tantas cosas que a ti ya no te importan mucho, pero que meten el dedo en la nostalgia. Un abrazo de tu amiga.
En 1971, el autor de Eloy recibe el premio Alfaguara por su novela Todas esas muertes. Es en la previa de ese viaje a España, para recoger aquel premio y para luego recorrer gran parte de Europa, que le escribe a José Donoso. Ese mismo 1971, Donoso había publicado El obsceno pájaro de la noche y a partir de eso Droguett escribe un ensayo largo, donde cuenta que Donoso fue clave en la publicación de Patas de perro, ya que él convenció a la editorial (“sin su opinión, la novela no se habría publicado”).
Querido Pepe: el accidente de que fui víctima al finalizar el año (y que otros llaman Premio Nacional de Literatura y que yo llamo premio nacional de arterioesclerosis) me impidió contestar de inmediato tu generosa carta. En efecto, los canales de TV de Santiago y Valparaíso, las universidades de Santiago, Concepción y Valparaíso me contrataron como mono de exposición de turno y me ha faltado boca para hablar (ya te contaré cuando nos veamos por allá, pues creo viajar muy luego; como anécdota, te contaré que yo no esperaba en absoluto el premio (líquido a pagar E°19.500.-), pues te descuentan el impuesto a la renta…), y de hecho no debían habérmelo dado, ya que he pasado la vida hablando contra los jurados, los académicos, etc., se me ha acusado de malagradecido, de soberbio, etc., se me ha dicho que por qué no lo renuncié entonces (con el criterio de aquel que le contesta a un pobre jubilado que se queja de la mala jubilación, “bueno, renúnciela, entonces”. No, nunca he sido simpático y ahora menos que nunca, tengo la lengua pelada al rape.
Sí, recuerdo todas tus muestras de comprensión para mi difícil obra, Alberto Ostria, tus gestiones en Knopf, etc., eso se agradece y no se olvida, ya lo he dicho aquí siempre que se presenta la ocasión (ahora, por supuesto, tengo mucha tribuna… ahora…), y esto es tanto más reconfortante cuando tú traes un enorme equipaje en las venas literarias. Te lo he dicho a ti y lo he dicho en la prensa escrita y televisada, que tu cuento “Una señora”, por ejemplo, es una obra maestra y que me morí de envidia cuando leí “Santelices”. Qué bien, Pepe, y que bien que te hayas operado ya del Obsceno pájaro. Recuerdo que cuando te fui a ver a Vallvidrera me confesaste que ya tenía enfermo al autor y que no hallabas la hora de botarlo. Supongo que estarás teniendo gran éxito, me alegro de todo corazón y sé que lo mereces absolutamente. Solo las almas mal calafateadas y los espíritus resfriados y pusilánimes, poco seguros de sí, pueden sufrir con el éxito del colega (amargura y envidia que se da mucho en nuestro pobre gremio, como a ti y a mí nos consta). Actualmente desarrollo mucha actividad periodística (periodismo literario), tengo una columna exclusiva en la revista Desfile, que tú recordarás, es demo, pero yo tengo libertad absoluta, mi columna se llama, precisamente “Libertad bajo fianza”, y me gustaría escribir sobre ti (hasta unas cinco carillas oficio), no sé si pedirte que me mandes el libro por avión o esperar mi viaje (que debe ser muy pronto) para entrevistarte allá, tomarnos fotos, etc. Tú dirás, me gustaría de veras promoverte un poco aquí, porque ¿querrás creerme?, gente que no me miraba en la calle ahora me golpea la espalda y me golpea modo sanamente el teléfono para decirme que cree, aspira, no se atreve, sueña con ser Premio Nacional el año próximo… Va a sufrir nuestro amigo Lafourcade, pero me jugaría entero para que tú postularas seriamente, creo que en poesía será candidato peligroso Díaz Casanueva (aunque yo votaría por Gonzalo Rojas o por Alfonso Alcalde —una voz estupenda de poeta, radicado en Concepción, cosa seria, trágica, sin duda alguna, genial—), en prosa, solo hay pingos de segunda detrás de ti, ¿el envidioso Fernando Alegría? ¿Anuar Atías? ¿O Monsier No haytu tía? No, no, Alberto Romero (a quien respeto mucho por su viuda —su viuda literaria, la del conventillo) está muy enfermo, lo mismo Daniel Belmar, quien fue golpeado por la apoplejía. El extraordinario prosista Juan Godoy, más borracho que nunca, lo que me produce gran tristeza, pues lo estimo harto (fue además profesor de mi hijo menor). En fin, Pepe, la pasión de la literatura, más bien de la vida hecha literatura, o de la literatura hecha vida, me coge largo cuando me entrego a ella.
Esta carta tenía solo por objeto noticiarte mi existencia y mi agradecimiento, mucho más valioso por venir de quien viene. Al viajar a España, tú lo sabrás por Carmen Balcells, aunque, de todos modos, te pondré unas líneas.
Ya de vuelta en Chile, desde 1981, Donoso se topó con un Chile culturalmente muerto (o casi). Por eso cruzar la cordillera de los Andes y participar en la Feria del Libro de Buenos Aires era, sin duda, una forma de mantenerse cerca de un clima más cosmopolita. Y a propósito de una de estas visitas (la cual finalmente no sucedió debido a problemas de salud), un joven escritor argentino le manda su última novela (Los fantasmas), que él mismo se autopublicó, junto con esta carta de admiración que destila, al más puro estilo Aira, humor e ironía.
Querido maestro: No sabe cómo lamenté enterarme de su enfermedad. Quiero decir, lamenté su enfermedad, no enterarme. Espero que sea psicosomática, como todo el mundo dice que hay hartos motivos de esperar, tratándose de usted. Aunque si es real, mejor, porque creo que es cierto lo que decía un amigo mío, que todos los escritores vamos a terminar muriéndonos de enfermedades imaginarias.
¡Qué bajón inmenso que no venga a la Feria del Libro! Me había hecho la ilusión de verlo, y como me tomo tan en serio mis ilusiones, realmente lo vi por anticipado, y estuvimos charlando… Cuando me dijeron que no vendría fue como si me expropiaran, y me hirvió la sangre. No me adapto a cosas así.
Sea como sea, querido Pepe, por el momento no se me ocurre otra compensación que mandarle esta novelita, que además quizás lo distraiga un rato en sus ocios de convaleciente. No se la tome muy serio, por favor, y sobre todo no se le ocurra leerla si el médico le recomendó no fijar la vista o cosas así (en ese caso tómela como un objeto cualquiera, un souvenir, un origami). No tiene más mérito que el habérmela inspirado el amor por gente como usted (gente chilena).
Del origami en sí, verá que es muy lindo, pero tampoco muy feo. Sucede que me he independizado, espero que para siempre, de los editores, y lo hago yo mismo. Es barato y entretenido, y uno se evita la mar de inconvenientes. El segundo salió mejor, y los próximos van a ser mejores todavía, sobre todo porque no va a ser necesario amontonar tanto los renglones, ya que estoy escribiendo cada vez más corto (es increíble cómo se simplifica todo cuando ya no hay que causar buena impresión).
Por supuesto que me gustaría recibir noticias suyas, pero no se lo tome ni por un instante como una obligación. ¿Apareció algún buen novelista nuevo en Chile? Supongo que usted sería el último en enterarse, o el primero, que es lo mismo.
En fin, ha sido un placer escribirle, y no sé por qué no lo hice antes (seguramente porque esperaba verlo). Le mando gran abrazo, trasandino, pasando por la parte alta, y saludos cariñosos a su Pilar, a quien incluyo en la nostalgia. Su amigo y agente secreto en la Argentina.
Con el regreso de la democracia, en la década de los 90, José Donoso siguió siendo un vínculo entre Chile y Estados Unidos, especialmente con las universidades de aquel país. En esta carta el autor de Mala onda, quien fue a su taller (y cuenta la leyenda, Donoso lo expulsó al saber que nunca había leído a Dostoievski), le manda saludos (“Estimado Don Pepe”) y noticias desde Iowa, la misma universidad que, en los años 60, le dio el primer empujón para convertirse en un escritor chileno que escribe fuera de Chile.
Desde esta ciudad que usted tan bien conoce, le escribo para desearle el mejor de los cumpleaños. Lamento no poder estar en persona para el merecido homenaje, pero le prometo que desde acá haremos un brindis en su honor con Clark Blaise.
Si bien el Mayflower no es el Hyatt (preferiría vivir en una de esas viejas casas de madera con porche que hay en el pueblo), lo estoy pasando muy bien. Más que el grupo en sí, me interesa mucho la onda universitaria y estoy aprovechando el campus y la onda universitaria al máximo. Estoy en un fiction seminar a cargo de Thom Jones, un escritor que antes fue boxeador y que tiene una notable colección de cuentos titulada The Pugilist at Rest que fue finalista del National Book Award. Tengo que leer para el miércoles The Dwarf, de Pär Lagerkvist, novela que no me tinca demasiado, le digo.
También estoy dando vueltas por el Playwright’s Workshop y participo de un Translation Workshop, donde estoy colaborando con dos traductores que me están traduciendo algunos capítulos de Por favor, rebobinar, mi nuevo libro que sale a fines de noviembre y que ojalá lo pueda leer. También hago harto deporte (tengo una bici) y me junto harto con la gente del workshop que tiene más o menos mi edad y salgo con una intensa chica de Estonia que está terminando literatura comparada.
Prairie Lights me parece total y ahora tiene un café en el segundo piso donde uno puede tomarse un espresso y leer hasta que a uno le dé puntada. Clark es un siete, lo mismo que Bharati, su esposa (que es absolutamente encantadora y brillante). Ella tiene los mejores recuerdos de Ud. Bueno, todos. En este sentido, solo decir que fui alumno suyo me sube el estatus. Lógicamente, me aprovecho de ello, aunque sé que no lo merezco.
Paul Auster estuvo acá leyendo en Prairie Lights y Clark me llevó a tomar un trago con él, lo que fue toda una experiencia. Pronto viene Tobías Wolff. En octubre iré a St. Louis a dar una charla (¿qué diré?), ya que Skármeta está allá y enseña Mala onda y me envió por correo algunos papers sobre el libro, lo que fue más que extraño.
Como a estas alturas ya soy un experto en Iowa City, espero con ansias leer su novela. Supongo que estará en librerías una vez que regrese. Ah, John Irving sacó su nueva novela, es sobre enanos, freaks, la India y acabo de comprarla. Tiene 600 páginas.
Bueno, don Pepe, espero que realmente la pase bien y se deje querer. Se lo merece.
Yo siempre estaré eternamente agradecido de su apoyo, enseñanza y amistad. Se pasó.
Feliz cumpleaños y keep up the good work.
Saludos a la señora Pilar que me cae muy bien.
Fotografía de portada: cortesía de la Biblioteca de la Universidad de Princeton.