Otorgado desde 2001 a escritores como Diamela Eltit, Ricardo Piglia, Pedro Lemebel, Raúl Zurita, Mario Bellatin o Lina Meruane, el Premio Iberoamericanos de Letras José Donoso acaba de serle concedido a la escritora peruana Carmen Ollé, quien se ha aventurado, además de en la poesía (publicada a cuentagotas), en novelas, teatro y crítica literaria.
por Vicente Undurraga I 22 Septiembre 2025
“Formidable, de un coraje…”, dijo Blanca Varela sobre el libro Noches de adrenalina, de su compatriota Carmen Ollé, un poemario cuya escritura y publicación requirieron sin duda atrevimiento. A principios de la década de 1980, de hecho, el libro sacudiría la escena poética peruana con su desenfado, su exploración sin medias tintas de la corporalidad erótica y escatológica y al mismo tiempo de las dimensiones existenciales: “Tener 30 años no cambia nada salvo aproximarse al ataque / cardíaco o al vaciado uterino. Dolencias al margen / nuestros intestinos fluyen y cambian del ser a la nada”, dice al comienzo del libro, dejando ver su inclinación a los versos “largos y elásticos”, como diría la propia Ollé de la poesía de su compañero Enrique Verástegui.
Publicado en 1981, Noches de adrenalina traía una ventolera fresca que le permitía hablar de dientes perdidos, flujos corporales, “nadadoras desnudas y espléndidas”, ciudades y anos, placer y desesperación. Pero tras el desparpajo de los asuntos, el libro portaba algo que lo ha hecho trascender a otras obras vitalistas. Es probable que se trate de esa “mística de relatar cosas sucias” en la que, “afiebrada”, Ollé supo adentrarse radicalmente. Y aunque de algunos versos podría decirse que “las palabras son rígidas hay que hervirlas”, en su mayoría contienen una potencia que el tiempo no les ha mezquinado:
Estar lejos de los sitios donde transcurrió parte
de nuestra vida los envuelve de atónita dulzura.
La nostalgia es feroz
ah parques baldíos playas y bares
de cuya consistencia me arranco
el temor a encontrarse de nuevo frente a ellos
es el miedo a lo irreal
nada permanece intocable
lo irreal era nuestro a pesar de la consumación
de los sitios y las cosas.
(…)
El Premio Iberoamericano de Letras José Donoso acaba de serle concedido a Carmen Ollé (1947), reconociéndose con ello por segunda vez una obra peruana tras 20 años, cuando fuera en 2004 el turno de Antonio Cisneros. Se premia a una autora que se ha aventurado, además de en la poesía (publicada a cuentagotas), en novelas, teatro y crítica literaria. Ollé es autora de una antología de poesía peruana publicada en Chile: Fuego abierto (Lom Ediciones, 2008), en cuyo prólogo repasa las principales derivas poéticas de su país, dejando caer su mirada en voces decisivas, como la de Blanca Varela: “Sus versos son como un gran bisturí que hurga en un cuerpo doloroso, en una superficie árida y seca”.
Si tocara recomendar un libro por donde entrar a su escritura, ese sería su novela breve Por qué hacen tanto ruido, que la editorial Overol reeditó en 2019. En ella, llamativa desde la primera página y al cabo de 10 simplemente asombrosa, a menudo deslumbrante, Ollé narra la historia de amor y rompimiento de Sarah e Ignacio, dos personajes que la crítica se ha esmerado en descubrir como enmascaramientos tenues de la propia Ollé y Enrique Verástegui (1950-2018), el gran poeta de En los extramuros del mundo, que fue su marido y padre de su hija. Es posible, pero en el texto ella decidió llamarlos de otro modo y, en cualquier caso, lo que se impone es la escritura en cierto modo descuadrada, o dislocada, la invención de un estilo inquieto y tenaz que busca darle tiraje a un relato que preferiría quedarse entre el silencio y el balbuceo: el de un declive pasional. Diamela Eltit describe bien la operación llevada a cabo por esta escritura: “El amor a la literatura o el amor en la literatura o el amor por la literatura marcan el tiempo fatal en que se derrumba de manera progresiva una historia amorosa entre escritores” (es notable, dicho sea de paso, cómo en algunos altos momentos la escritura de Ollé se asemeja a la de la narradora chilena).
De algún modo, por pensar otra relación, podría leerse este libro en paralelo a El libro de Tamar, donde la poeta argentina Tamara Kamenszain reconstruye su vínculo con el escritor Héctor Libertella, pero si ella lo hace al cabo de décadas, con la distancia que da el tiempo y la muerte, Ollé lo hace en vivo, mientras los hechos ocurren o acaban de ocurrir y el libro consigna cómo se suceden, cómo los procesa la mente y el cuerpo, y cómo la escritura se las ingenia para nombrarlos.
El relato de un desplome así no podía ser lineal. Sorprende cómo un libro tan breve puede ser tantos y tan variados libros a la vez. La historia de un amor en caída libre, como queda dicho, pero también el retrato de un hombre difícil, a menudo insufrible, aunque brillante; una carta a la madre, también; una meditación sobre el dinero y la creación; un diario de lecturas (de los simbolistas a Bellow); un relato del fastidio de la vida académica; un registro de preguntas verdaderamente desafiantes: “¿Era acaso incapaz de ser irresponsable?”. Una narración, por último, de afán beckettiano, una prosa, como se lee en la propia novela, “anárquica, híbrida, onírica, lo que quieran”, que se eleva y se hunde, que deja y retoma y enreda elementos (la dilatada ida a una farmacia, el asedio de unos ladrones, la lectura de Katherine Mansfield) e hilvana, entre avances, desvíos y réplicas, el derrotero de unas vidas que amaron los libros y los bares y el placer y entre tanto se extraviaron, se quisieron y hasta se reverenciaron, sobre todo Sarah a Ignacio, pero también se repugnaron, amenazaron y hasta violentaron, sobre todo Ignacio a Sarah. En un momento, él la insulta y en el clímax, tras acusarla de traidora, le grita: “Chilena”.
No falta la genitalidad en estas vidas: “Mi olor vaginal se impregnaba en sus dedos como una planta de ruda, indómita”. Tampoco unas dosis imprescindibles de humor: “Lo que llamas extravagancia es solo desempleo”. Blanca Varela tuvo elogios para este libro: “Obra lúcida y explosiva que no debe dejar de leerse y que enciende una luz reveladora sobre la literatura peruana de nuestros días”.
Al narrar la historia de Ignacio con una amante, una relación por la que Sarah se debate entre los celos y la indiferencia, concluye con un deseo que no tiene desperdicio en cuanto a maledicencia: “Ruego, entonces, que no los alimente la pureza y que se destruyan en la vulgaridad de una relación para la que asistir a un snack bar es el máximo placer”.
Por qué hacen tanto ruido, Carmen Ollé, Overol, 2019, 100 páginas, $11.000.