Apoderad@s

“La comunicación de los chat de curso es en un gran porcentaje innecesaria, lo importante debería ser informado vía mail, o libreta en tiempos presenciales. Dicho intercambio solo responde a la necesidad de comunicarse más allá de que exista algo que deba ser comunicado. Y cuando el número de hijos es igual o superior a tres, este diálogo incansable despierta a veces una crispación tan irracional como inevitable”.

por Milagros Abalo I 9 Diciembre 2020

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La situación de escolaridad casera ha hecho aún más visible una conducta que ya venía mostrándose en pasillos, patios de colegio, reuniones de apoderados. Sus wasaps se ha­cen presentes día a día, a cualquier hora, domingos y festivos. Que las tareas, las guías, la disertación. Cada lunes espera impaciente el envío de actividades, cualquier atraso pone en inquieto movimiento sus mensajes: ya enviaron? no encuentro nada, a qué hora… En su foto de perfil aparece con un disfraz de Frozen al igual que su pequeña hija, mientras su marido es el rey que desde un escalón más arriba abraza con seguridad a sus dos mujeres.

Cuando no se comunica uno llega a pensar que algo pasó, pero en realidad solo se distrajo un momento, quizás en el wasap de otro curso. La apoderada insiste en que las cosas deben seguir funcionando pase lo que pase, a lo mejor porque son precisamente esas cosas las que le permiten existir. La necesidad de ser protagonista de algo quizás sea una necesidad humana y hasta comprensible, y cada quien elige dónde poner sus intereses, aun cuando los tiempos que corren parecen gritar la irrelevancia de todo protagonismo.

O quizás el asunto se reduce al excedente de tiempo.

Su persistencia es lo que más sorprende. Justo cuando por ejemplo comenzamos a distendernos con una cerveza y un cigarro en la mano frente al horizonte donde cada tarde tomamos un respiro de las extenuantes jornadas de teletrabajo, labores do­mésticas, colegio en casa, asoma su mensaje como si asomara una puntiaguda nariz: les recuerdo campaña solidaria, les comparto linda iniciativa, fotos de mi hija haciendo la tarea, va canción “Color esperanza”, reenvío info, ¿les pasa lo mismo con…?

No dudo de sus buenas intenciones, aunque sa­bemos que no todo se reduce a eso en esta vida. Hay también una necesidad de mostrarse haciendo las cosas y haciéndolas bien. Y también de hacer amigxs, grupo, comunidad, y ese hacerse parte es una labor que debe ser sistemáticamente desplegada.

Otra apoderada arremete grabando audio o escri­biendo. Que lindas fotos!!!!!! Texto, corazones, link. Un apoderado responde con un sticker de Homero con mascarilla. El almacenamiento del teléfono mientras tanto hierve en rojo. Y cuando ya pensamos que el intercambio ha sido suficiente por el día de hoy, un nuevo ¡tin! retumba en los oídos (al mínimo enroque de letra, esta palabra se convierte en “odios”): pregunta… la manzana de la cartulina es roja o verde? 78 wasaps en el transcurso de un par de horas y la sensación de que siempre estás atrasada. Aunque no hay que dejarse permear por el colapso en línea.

Quizás lo que disloca levemente los nervios sea que hacen de todo un tema, inventan una nueva necesidad donde no la hay, y ya tenemos suficientes demandas soplándonos su aire caliente en la nuca como para seguir sumando cosas, nimiedades.

La comunicación de los chat de curso es en un gran porcentaje innecesaria, lo importante debería ser informado vía mail, o libreta en tiempos presenciales. Dicho intercambio solo responde a la necesidad de comunicarse más allá de que exista algo que deba ser comunicado. Y cuando el número de hijos es igual o superior a tres, este diálogo incansable despierta a veces una crispación tan irracional como inevitable, aun cuando en realidad se puede dejar pasar, silenciar, archivar, vaciar chat. Pero hay días donde dan ganas de mandar –en el impulso de un acto artístico–revolucionario– algunos memes que trafican de noche los hermanos menores, para que luego tu número sea eliminado del chat. Aunque después la polémica sería una avalancha tan grande que de solo pensarlo retrocedes en el mismo instante.

Quizás lo que disloca levemente los nervios sea que hacen de todo un tema, inventan una nueva necesidad donde no la hay, y ya tenemos suficientes demandas soplándonos su aire caliente en la nuca como para seguir sumando cosas, nimiedades. Sus funciones apoderiles o apoderísticas o apoderadas o empoderadas nunca se terminan de saciar: siempre habrá algo que la haga aparecer en un nuevo mensaje, optimista, hablando en chiquitito, haciéndole la tarea a su hijx, recordando el día del profesor. En su defensa se podría decir que quizás tenga que existir como una pieza del mecanismo sin la cual faltaría siempre algo. Vaya a saber uno…

Especulo que esta figura es una extensión del niño o la niña que en la sala podría estar tirando la manga de la profesora durante 12 minutos o hablando la misma cantidad de tiempo. O en una variante más extrema, la versión reconstruida del que pega en el recreo o la que exilia del juego con voz de mando. Conductas que por cierto hacen ruido con la apariencia de preocupación y felicidad que proyecta incesantemente la apoderada, no hay que ser sicóloga para sospechar.

Cuando su hijx salga del colegio, quizás en qué transformará sus funciones. Mirar entonces ese chat fosilizado seguro le desatará más de algún suspiro, aunque en realidad como están las cosas todavía es posible que la cuerda se alargue hasta la universidad, donde haga el despliegue pertinente una vez que a su pupilx lo rajen en el examen.

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