Antropoceno, polis de lo viviente

por Daniel Hopenhayn I 5 Noviembre 2024

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El pensamiento ecológico crece en complejidad y urgencia, pero en la misma medida crecen sus dilemas intrínsecos. El primero de ellos estriba tal vez en su propio lenguaje, colmado de neologismos y no por capricho: difícilmente podría valerse de los instrumentos conceptuales en uso, que responden por definición a los valores del humanismo y/o la producción económica. Pero tras la imaginación acecha la jerga y, con ella, el riesgo de devenir una práctica de iniciados que intercambian cosmovisiones tan profundas como insondables.

Aún más problemático es definir la radicalidad del cambio que se promueve. Porque si estamos, como no pocos estiman, ante la necesidad de una revolución ontológica, si las agendas paliativas son una huida hacia adelante mientras no arribemos a un nuevo modo de experimentar el mundo (uno donde el crecimiento y el poder de consumo no ocupen el lugar de lo deseable), la vara parte peligrosamente alta: no se demanda al conciudadano una reflexión informada, sino la conversión a un cierto tipo de sabiduría. Requisito poco oportuno para sumar voluntades a contrarreloj.

Entre esas bifurcaciones navega Yuri Carvajal en un volumen que integra dos breves obras: Pequeño diccionario del Antropoceno y Humos / Humus. Médico inscrito en la mejor tradición de los salubristas públicos chilenos (además de su obra académica, dirigió el Hospital de Puerto Montt y hoy es jefe de Epidemiología en el Van Buren), el autor se ha ocupado a fondo de la crisis socioplanetaria, lo que se refleja por igual en la erudición científica y en las indagaciones filosóficas que vierte en este libro.

A falta de un “nuevo enciclopedismo” que Carvajal le demanda al futuro, el Pequeño diccionario ofrece una guía de bolsillo para comprender “el entrelazamiento íntimo de geofísica, biología e historia social” que subyace a la crisis. Por extensión, propone el abandono de un sentido común: la separación entre naturaleza y sociedad sobre la cual se ha organizado el conocimiento moderno (“Antropoceno es una forma radical de decir que nunca fuimos modernos”). Así, entre los 60 conceptos reseñados figuran “Biósfera”, “Cuaternario” y “Placas tectónicas”, pero también “Chamanismo”, “Urbanización” y “Franz Kafka”. Por su parte, Humos / Humus es un ensayo teórico y literario, con declarada inspiración en Luis Oyarzún y su Defensa de la Tierra. Pone en juego una bella metáfora: los humos ascendentes de industrias, locomotoras o cigarrillos, ayer símbolos de una “promesa antigravitatoria” de progreso, acabaron por regresar a la tierra y encarnar una toxicidad que encapsula y amenaza; caída que invita, por contraste, a rastrear nuevos imaginarios en la levedad apenas flotante del humus, “tardío develamiento de la tierra como delgada capa viva”.

Por encima de los estudios empíricos que ponen de relieve, ambos textos apuntan a un objetivo mayor: la destitución de las “estanterías mentales” de Occidente (el monstruo de esta fábula), que conciben la naturaleza como un afuera traducible a recursos, la evolución biológica como una competencia entre “enemigos arrasables” y la autonomía como un propósito ejemplar. Llevados por este “error cognitivo”, plantea el autor, fuimos perdiendo de vista la interrelación de todo lo viviente, o mejor, de la red que engendra lo vivo, también integrada por aguas, fuegos o vientos. Nuestra existencia es asociativa desde la célula al bioma, intenta demostrar Carvajal, a tal punto que declara “la imposibilidad de reconocer al individuo como un agente delimitado por la frontera de lo propio versus lo ajeno. (…) No hay ajenidad biológica”. Nótese que el diccionario rescata el concepto de heteropoiesis, formulado por Donna Haraway en respuesta a la autopoiesis de Maturana y Varela.

Esta concepción errónea de la autonomía humana también estaría constriñendo nuestros marcos políticos. Con Bruno Latour, cuya presencia en este libro es tutelar, Carvajal proyecta una “nueva lucha de clases”, propiciada por una clase ecológica que “quiere restringir el lugar de las relaciones de producción, mientras que las otras [desde marxistas a liberales] quieren extenderlo”. A ese clivaje debiera desplazarse el conflicto, si entendemos que el extractivismo y el consumismo han expuesto a la polis a nuevos grupos de presión: “El sol, la temperatura media del planeta, el pH oceánico, la concentración de CO2, son parte de un nuevo régimen político. Son como el tercer estado que pugna por ser incorporado”.

Antropoceno (…) no es solo un concepto descriptivo ni una apelación al desarrollo sustentable. (…) Es una toma de posición que obliga a conjugar la urgencia y el repliegue, la contemplación y el manifiesto. Los escritos de Carvajal están impregnados de esta pluralidad de registros: saltan de la información a la evocación, del número a la letanía, de los ciclos del nitrógeno a la conciencia de la unidad. Quieren ser ciencia y experiencia, para explorar los vasos comunicantes de ‘una operación intelectual sencilla pero enorme: poner en los espíritus de miles de millones de humanos las capacidades de leer otros órdenes’.

Con todo, el giro más desafiante sería el existencial. Reinsertarnos en la trama de lo viviente supondría igualarnos con los otros seres que la componen, los “otros nosotros”. Por este camino, aventura el autor, sabríamos reconocer en los demás animales “una interioridad semejante a la nuestra” (cosa muy distinta del “peluchismo” en boga), así como devolver el “acceso a la justicia a los seres no humanos”. Nada de lo cual sería inédito. Si damos fe de los etnólogos, numerosos pueblos indígenas (patagónicos, amazónicos, caribeños) fundaron sus conocimientos en esta imbricación. Y vivieron en consecuencia: “Se opusieron al crecimiento y al desarrollo”, basaron el poder en la mediación y la circulación en la reciprocidad.

Antropoceno, como se ve, no es solo un concepto descriptivo ni una apelación al desarrollo sustentable. Es otro modo de apreciar, de vincular, incluso de nombrar. Es una toma de posición que obliga a conjugar la urgencia y el repliegue, la contemplación y el manifiesto. Los escritos de Carvajal están impregnados de esta pluralidad de registros: saltan de la información a la evocación, del número a la letanía, de los ciclos del nitrógeno a la conciencia de la unidad. Quieren ser ciencia y experiencia, para explorar los vasos comunicantes de “una operación intelectual sencilla pero enorme: poner en los espíritus de miles de millones de humanos las capacidades de leer otros órdenes”.

Ahora bien, resulta paradójico que Carvajal, a la vez que nos conmina a visualizar un planeta interpenetrado, no sopese los conflictos de escala que supone generalizar las prácticas que defiende (todas propias de comunidades pequeñas) en una sociedad masificada y globalizada. El autor parece eximirse de este drama cuando caracteriza a los occidentales (“dualistas, objetivos sin alma, subjetivos sin carne”) como un ellos, en tanto que habla desde un nosotros conformado, según se lee, por las aguas australes, los yaganes y él mismo. Hasta esos confines identitarios, sin embargo, se hace difícil seguirlo.

Algo parecido sucede con la ruptura epistemológica que propone. El tan mentado paso a una ciencia situada, atenta a lo particular y lo local, interesada en comprender más que en dominar, ¿en qué se distingue, concretamente, de la ciencia que hoy razona entre reglas generales y observaciones particulares? ¿Cómo se construye ese conocimiento del cual una objetividad desarraigada nos estaría privando? Constatar que los desequilibrios biofísicos generan problemas políticos y sociales, o que en cada territorio rige una silenciosa fisonomía de lo viviente, no alcanza a dar cuenta de la ruptura que se invoca. Tampoco permite satisfacer la aspiración de fondo de estos planteamientos: fusionar el conocimiento científico y la perspectiva ética, volverlos parte de una misma orientación hacia el mundo, de un mismo “saber de la tierra”. Carvajal logra pasajes persuasivos en torno a este propósito, pero no sin prevenirnos contra el “embuste” de que las palabras crean realidad.

Como sea, ningún lector perderá su tiempo con este libro. Entre datos duros y tribulaciones, Carvajal compone una poderosa introducción a una de las corrientes más vitales del pensamiento ecológico y antropológico del presente. Corriente osada, imaginativa y más abstracta de lo que ella se quisiera, pero no ingenua. “De poco valdrá tener la razón si no logramos mostrar una forma viable de resolver las dificultades”, previene el autor. “Lo que menos necesitamos es una revolución”, advierte también, pues ahora se trata de “ralentizar, frenar, detener”. Y en esto tiene un punto: si la cuestión es perseguir un nuevo ideal bajando al máximo las revoluciones, es cierto que en Occidente carecemos de esa costumbre.

 


Pequeño diccionario del Antropoceno. Humos / Humus, Yuri Carvajal, Saposcat, 2023, 172 páginas, $13.000.

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