Una vida cerca de los cuchillos

En la sombra del sueño americano (Diarios 1971-1991) es la primera traducción al español de la escritura de David Wojnarowicz, el diario de un artista que se planteó trabajar contra la palabra y no junto a ella, y que ilumina el arco completo de una vida agotada en la búsqueda y la defensa del placer y la libertad.

por Rodrigo Olavarría I 8 Febrero 2023

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En la sombra del sueño americano (Diarios 1971-1991) es la primera traducción al español de la escritura del artista estadounidense David Wojnarowicz (1954-1992). Este es un libro compuesto de viajes, lecturas, historias de cruising, encuentros decisivos y el surgimiento de una obra que se expande del medio fotográfico a la música pop y la instalación, de la pintura al video arte y la escritura. Wojnarowicz fue un artista que se planteó trabajar contra la palabra y no junto a ella, como haría un cómplice silencioso en una escena donde el arte queer y el arte negro no fueron tomados en serio por el mercado y la crítica hasta fines de los 80, tras las rentables muertes de Basquiat, Keith Haring y Robert Mapplethorpe, y las consagraciones de Carrie Mae Weems y David Hammons.

El libro abre en 1971 con un Wojnarowicz de 17 años, un adolescente recién graduado que ya conocía la calle y se prostituía para sobrevivir fuera de un hogar donde el abuso físico y el abandono eran la regla. Saltamos a 1977 y nos encontramos con un hombre de 22 años que escribe monólogos a la manera de William Burroughs y que ha trabado amistad con Herbert Huncke, el más beat de los beat, un sobreviviente del tráfago nocturno de Times Square como él. Los 70 empiezan a despedirse y Wojnarowicz elabora pieza a pieza el cuerpo de una obra que lo hará célebre: lo primero, la serie fotográfica donde usa una máscara con el rostro de Rimbaud y retrata a sus amigos con ella en situaciones sórdidas y rincones patibularios de Manhattan.

Alineado con el verso de Alexander Pope que indica que “el único estudio apropiado al hombre es el hombre”, el material de la obra de Wojnarowicz era él mismo, sus diarios de vida grabados en cassettes y su marginalidad en la Nueva York de los años 70: la ciudad quebrada que Patti Smith romantiza en Éramos unos niños, la capital de la heroína, los apagones, los edificios vacíos y los incendios. Una capital de la decadencia, pero también un sitio donde la resistencia a través del trabajo artístico hizo posible una de las escenas más fértiles que conozcamos.

Según Amy Scholder, editora de este libro, su selección corresponde a un 15 por ciento de los 31 diarios que Wojnarowicz estaba en proceso de organizar cuando murió. En ellos, el autor narra cientos de encuentros sexuales que describe como “hacer el amor”, expresión que revela su apertura al potencial transformativo de estos, aunque fueran anónimos y clandestinos. Esta apertura fue recompensada a fines de 1980, cuando en un bar de Manhattan conoció al fotógrafo Peter Hujar, quien alternativamente cumpliría en su vida los roles de amante, maestro, amigo, hermano y padre. Un mes después, el 21 de enero de 1981, Wojnarowicz escribe en su diario: “Reagan ahora es el presidente de este país, lo único que nos faltaba…” y, refiriéndose a Hujar, “cuando le cuento algo o viceversa, es como si estuviésemos desentrañando sentimientos que terminan siendo casi los mismos en los dos, apenas separados por la clase social o el dinero o algo como la actitud propia de la edad”.

Siente frustración ante la pasividad de los funerales como acto de resistencia y cree en socializar lo privado: ‘Un simple paso puede convertirlo en un espacio mucho más público. No me hagan un funeral. Hagan una manifestación’. Ese es el espíritu furioso de David Wojnarowicz, un rasgo más patente en su escritura que en su obra visual, uno ampliamente representado en este volumen.

El año siguiente Wojnarowicz hace una muestra individual, ve despegar su carrera de artista y empieza a ganar dinero por primera vez en la vida. En 1985 experimenta algo parecido a la consagración cuando es invitado a participar de la Bienal del Whitney Museum, lo que como artista autodidacta creía imposible. Desde entonces, se suceden las muestras en Europa y Nueva York, y el trabajo no cesa. Esto explicaría las pocas entradas en los diarios entre 1981 y 1987. Es, de hecho, en una de esas escasas anotaciones que duda ante la violencia de su obra: “No termina de gustarme el sentido de las obras que muestro, casi todas con imágenes agresivas y que son como una bofetada (…). Realmente ansío encontrar una manera de seducir a las personas, de hacer que se sientan a gusto y renuncien a las cosas terribles que hay en el mundo y digan: Sí, esto es verdadero”.

Esa tensión halla su síntesis en 1987, cuando Peter Hujar muere por causa del virus del sida a los 53 años y Wojnarowicz se arroja a una combinación de activismo y arte político contra quienes negaban derechos constitucionales a las víctimas la epidemia. Es entonces cuando escribe el magnífico ensayo “Living Close to the Knives”, donde recuerda la furia de Hujar contra su sentencia de muerte y su propia mente en blanco mientras fotografiaba las manos, los pies y el rostro de su amigo muerto. Wojnarowicz recibió su propio diagnóstico en agosto de 1988 y ante la certeza de la muerte dobla la urgencia de su apuesta artística, convencido de que “cuando las personas se exponen a sí mismas en su obra (…) aplican una pequeña presión sobre este sistema de control que con gusto adoptaría el fascismo si no sintiera suficiente presión en la garganta”.

El periodo comprendido entre 1987 y 1992, desde la muerte de Hujar a la suya, está signado por la materialidad del cuerpo y su fragilidad, viajes solitarios en auto, viajes con amigos y su pareja, recuerdos demasiado tenaces y reflexiones sobre el uso de estos como material para la creación: “No me interesa tanto hacer literatura como tratar de poner en palabras todo lo que vi y experimenté”. Wojnarowicz crítica cómo el sida es tratado en la esfera social, odia el optimismo de las campañas mediáticas con videos donde “chicos musculosos asintomáticos y lesbianas hacen kick-boxing”, exige que “no pasemos por alto la Muerte como uno de los aspectos del sida” y demanda espacios libres de discursos donde “poder abrazar y pensar la posibilidad real de la Muerte”. Incluso siente frustración ante la pasividad de los funerales como acto de resistencia y cree en socializar lo privado: “Un simple paso puede convertirlo en un espacio mucho más público. No me hagan un funeral. Hagan una manifestación”. Ese es el espíritu furioso de David Wojnarowicz, un rasgo más patente en su escritura que en su obra visual, uno ampliamente representado en este volumen.

Sería injusto cuestionar la decisión de la editorial argentina Caja Negra de presentar la escritura de Wojnarowicz al público hispanohablante a través de sus diarios y no de su majestuoso Close to the Knives: A Memoir of Disintegration, porque este libro y la eficiente traducción Julio Pérez Manzanares y Cristian De Napoli consigue volver al lector un cómplice del autor e iluminar el arco completo de una vida agotada en la búsqueda y la defensa del placer y la libertad.

 


En la sombra del sueño americano (Diarios 1971-1991), David Wojnarowicz, Caja Negra Editora, 2021, 327 páginas, $18.800.

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