Con más ambiciones literarias que investigativas, Felipe Reyes y Guido Arroyo reconstruyen en Chacarillas la ceremonia de julio de 1977 en la que 77 jóvenes (entre ellos, cantantes, figuras de la televisión y deportistas) rindieron tributo a Pinochet y prometieron fidelidad al régimen. El relato es coherente con su propósito de revivir y dar contexto a una puesta en escena megalómana que trae reminiscencias del nazismo, tanto en su pretensión como en sus símbolos.
por Cristóbal Peña I 3 Julio 2020
Cargado de mística y exaltación, Chacarillas fue un evento fundacional, que explica en gran medida el legado y la permanencia de la dictadura de Pinochet. Porque más vale decirlo y reconocerlo de antemano y de una buena vez, para que duela menos: el de la dictadura cívico militar fue un proyecto victorioso y permanente.
Para los autores de este libro, que aborda los alcances y signos de la ceremonia de julio de 1977 en la que 77 jóvenes pinochetistas rinden tributo a su líder, Chacarillas fue “quizás el espectáculo más patético y simbólico” del régimen. También, de paso, uno de los hitos más relevantes. Esos jóvenes, representantes del mismo número de soldados chilenos que perdieron la vida en la Batalla de La Concepción, concurren a sellar un pacto de compromiso y continuidad con un proyecto político que es también una obra de depuración.
De ahí el lugar central de esas antorchas que empuñan cantantes, figuras de la televisión, deportistas y esos apóstoles de Jaime Guzmán que, cuatro décadas después, ocupan las altas esferas del poder político y económico. Como se lee en el libro, desde temprano Guzmán “articula una estructura militante que tiene como propósito incidir en el régimen, instalar a sus cuadros en espacios de poder en el gobierno”, previendo la continuidad de un proyecto que se asume a largo plazo.
Con más ambiciones literarias que investigativas, Felipe Reyes y Guido Arroyo se nutren de textos periodísticos y de historia, prensa de la época y documentos que permiten reconstruir la más significativa ceremonia de la dictadura y darle contexto y sentido de trascendencia. No aspiran a las revelaciones, pero en compensación exhiben un buen pulso narrativo y son coherentes con su propósito de desentrañar las señas filo-fascistas de esos años y dar cuenta de que la dictadura de Pinochet no fue solo militar, sino también civil. Una dictadura bien acompañada por jóvenes ambiciosos y muy bien adiestrados.
En eso, el libro lo deja medianamente claro, Jaime Guzmán fue un visionario, además de un hábil amanuense. Supo navegar por los tormentosos mares del poder dictatorial, sorteó enemigos internos y leyó con agudeza ese antiguo complejo de inferioridad intelectual de Pinochet, que una vez hecho del poder absoluto derivó en culto a la personalidad. Porque a fin de cuentas, lo de Chacarillas fue también una puesta en escena para adorar al líder de lo que el historiador Manuel Gárate ha llamado “una revolución conservadora, fruto de una variante extrema de liberalismo económico”.
La revolución conservadora significó la abolición de símbolos y figuras que fueron reemplazados por otros propios de una tradición autoritaria, hispanista o castrense. La borradura cultural, como bien la denominan y desarrollan los autores, supuso también un plan de limpieza y aseo de muros exteriores y lo que se conoció como operación “corte de pelo”, que abolió por decreto “chasquillas o mechones en la frente o cabelleras al viento” entre los escolares.
Por cierto, la prensa no solo se hizo eco de estas campañas de higiene cultural, sino también las alentó desde una construcción imaginaria de la realidad que tendía a obviar el horror. En ese sentido, aunque no es su propósito central, Chacarillas deja en evidencia el vergonzoso papel que la prensa cumplió en esos años, esa misma prensa que, como otra señal de triunfo del legado pinochetista, sobrevivió y se impuso en democracia casi sin contrapeso.
Gracias a una valiosa pesquisa de notas de prensa, y a la destreza narrativa de los autores, el relato es coherente con su propósito de revivir y dar contexto a una puesta en escena megalómana que trae reminiscencias del nazismo, tanto en su pretensión como en sus símbolos. Sin embargo, muestra deficiencias y vacíos importantes al obviar –entre otros aspectos– la pugna de poder entre gremialistas y nacionalistas que para 1977 ya estaba prácticamente zanjada. Chacarillas, a fin de cuentas, es precisamente eso: el triunfo definitivo de Guzmán y sus jóvenes acólitos llamados a tomar la posta.
Chacarillas. Los elegidos de Pinochet, Guido Arroyo y Felipe Reyes, Alquimia Ediciones, 2020, 144 páginas, $11.000.