Desde las trincheras de la ciencia, la evolución y el ateísmo

por Gonzalo Argandoña Lazo I 6 Enero 2017

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Richard Dawkins forma parte del selecto círculo de investigadores que, proviniendo del mundo de la ciencia, dan el salto al gran público y se transforman en íconos de la cultura pop. El exponente más emblemático de este pequeño club es sin duda Stephen Hawking y sus incursiones por los agujeros negros. En el campo de la biología y la evolución, Dawkins ha jugado un papel similar, aunque posiblemente algunos peldaños más abajo en cuanto a popularidad, quizás por no contar con algunos de los componentes algo morbosos asociados al cosmólogo británico.

En la misma introducción de Una luz fugaz en la oscuridad, Richard Dawkins se define como parte de un movimiento cultural al cual han contribuido personalidades como Carl Sagan, el paleontólogo Stephen Jay Gould o el mismo Hawking, en que científicos profesionales escriben obras dirigidas a colegas científicos, pero escritas en un lenguaje accesible al gran público, iluminando así a la sociedad desde las trincheras del método científico.

Bajo el subtítulo “Recuerdos de una vida dedicada a la ciencia”, este libro corresponde a la continuación de sus memorias, iniciadas en 2013 con Una curiosidad insaciable.

Son publicadas en español cuando Dawkins cumple 75 años y ya ha realizado importantes contribuciones en el campo de la biología evolutiva. Fue en 1976 cuando publicó El gen egoísta, que planteó una perspectiva de la evolución centrada en los genes como unidad básica que opera detrás de la selección natural. Los individuos seríamos meros vehículos transitorios que transportan los genes que se perpetúan a lo largo de las generaciones. De paso, también introdujo el concepto de meme, que hoy día ha sido secuestrado por internet y las redes sociales, bastante alejado del significado original.

Esta segunda parte de las memorias no constituyen una biografía en el sentido tradicional de la palabra. Dawkins no sigue un orden estrictamente cronológico, sino que construye un relato sabroso y vívido, en que cada capítulo aborda un episodio particular de su vida, desde sus tiempos de profesor en Oxford y sus experiencias de trabajo de campo en Panamá a anécdotas de la época en que se transforma en famoso divulgador y comienza a presentar documentales sobre teoría de la evolución en la BBC y otras cadenas de televisión.

Con un millón y medio de seguidores en Twitter y variadas intervenciones en YouTube que cuentan con millones y millones de reproducciones, Dawkins se ha mantenido vigente en el uso de la tecnología para comunicar ciencia. El libro en sí mismo a veces adopta la forma de una obra multimedia, llena de digresiones y anécdotas intercaladas, con referencias continuas a videos disponibles en la web. De hecho, dan ganas de leer esta obra en formato de app interactiva, para saltar del relato escrito al video enlazado en YouTube, especialmente cuando Dawkins repasa sus debates más memorables.

En una de esas anécdotas, él recuerda un round con Neil deGrasse Tyson, el astrofísico que presentó la nueva versión de Cosmos. Tyson le reclama por su estilo demasiado frontal. “Ser un educador no consiste solo en contar la auténtica verdad: tiene que haber también un acto de persuasión. Y la persuasión no siempre consiste en: Aquí están los hechos, o eres idiota o no lo eres”, le reclama Tyson. Dawkins replica: “Solo una anécdota para mostrar que no soy el peor en esto. A un antiguo y muy exitoso editor de la revista New Scientist le preguntaron: ¿cuál es su filosofía en New Scientist? Su respuesta fue… nuestra filosofía es esta: la ciencia es interesante, y si no estás de acuerdo puedes irte a la mierda”.

La anécdota refleja muy bien el espíritu beligerante de Dawkins, sobre todo en su faceta de ateo militante, antireligioso. Es una vertiente que a ratos resulta agotadora y monótona, pero que se compensa con creces con su humor británico y agudeza intelectual.

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