por Lorena Amaro
por Lorena Amaro I 3 Septiembre 2016
La primera impresión que da Acerca de Suárez, es la de un libro hecho con especial cuidado en los detalles. Un objeto estético: portada y contraportada sedosas y brillantes, letras también doradas en su interior, una portadilla de color bronce, que dice “La electricidad es la revolución”, junto con unos trazos que revelan, en el interior, la figura de unas torres eléctricas. La tapa se ubica en el lugar de la contratapa, con el título en la parte trasera del libro. Un objeto agradable de tocar y de ver, una pequeña artesanía, muy característica ya de la editorial Libros del Pez Espiral. Si me detengo en la descripción es, por supuesto, para cuestionar si el relato, de breves 59 páginas, es, efectivamente, un objeto tan precioso como su soporte.
La respuesta es difícil. En 2013 Ovando publicó una novela que generó interés en la crítica: Casa volada. Se trataba de un libro cuidadosamente armado, con diversos narradores que reflejaban, ciertamente, conocimiento de la teoría narrativa. La exhibición de músculo literario, sin embargo, terminaba por esquematizar el relato, rigidizándolo en lo que podríamos llamar “metaexhibición”.
Acerca de Suárez no abandona esas pretensiones. Pero la historia que busca contar, la de Suárez, Jiménez y un tercer y misterioso personaje, Jonás, ejerce una innegable fascinación, y parece mucho más depurada que su novela anterior.
La trama sucede en un pueblo costero que podríamos identificar con el norte chileno, aunque los habitantes se alimentan de quínoa, hay embalses en la precordillera y los animales son difíciles de identificar. Es extraña esta tierra donde la sequía produce cortes intermitentes de luz, esa luz que eventualmente podría traer la revolución. ¿Luz de la razón, luz del espíritu? Tantas pueden ser las metáforas de la luz, como revela el reciente libro de Nona Fernández, Chilean electric. La incertidumbre y los anacronismos del relato recuerdan, asimismo, otro libro de estética similar: Buscanidos de Matías Celedón.
En este paisaje desolado, Jiménez vigila la carretera en espera de que lleguen noticias del exterior. Su función, vital para el pueblo, encuentra un contrapeso en el liderazgo de Suárez, el encargado de limpiar el consultorio que, a falta de médicos, se transforma en el “doctor” de la pequeña localidad. Ambos deben lidiar con una peste que llega inopinadamente.
Todo lo que ocurre en Acerca de Suárez adquiere matices bíblicos, posapocalípticos, oníricos. Podría ser el argumento de una nueva serie de Netflix, pero el lenguaje, bien cuidado le da otro carácter. Modela las ondulaciones de un desierto anímico, en que el tercer personaje protagónico, Jonás, proporciona algunas pistas para su lectura.
El capítulo “Jonás” es el único que viene precedido de un epígrafe: “And my son a handle, soon / To be shaping again, model / And tool, craft of culture, /How we go on”, de Gary Snyder. Se trata de los últimos versos del poema “Axe Handles”, en que el poeta beat tiende un puente entre su poesía, la de Ezra Pound y la poesía china, estableciendo una secuencia: cada poeta ha construido su poesía (su hacha) usando el mango de otra hacha. El poema es explícito: “Pound was an axe, Chen was an axe, I am an axe”. Cada poeta, cada poema, es arte y artesanía de la cultura, en una secuencia que es la de la tradición.
Ovando inscribe de este modo su propio relato en un diálogo literario. Su personaje, Jonás, guardián de las torres eléctricas, es el sexto Jonás, y debe cuidar de su hijo para que lo releve. De allí que deba enseñarle: “Esta pica que ves aquí es mi pica y esta de acá es mi hacha. No es el hacha ni la pica que usarás cuando me vaya. Cada Jonás antes que yo y cada Jonás que venga ha tenido y tendrá su propia pica, su propia hacha”. Jonás es también un personaje bíblico, que en esta historia se encomienda a una diosa orishá, Oyá, guiño neochamánico que nos remonta también a la espiritualidad beat. La posibilidad de que su hijo muera es, indudablemente, una amenaza a la tradición aquí descrita.
El pueblo de Ovando se transforma así en algo aun más impreciso: un lugar en donde se espera todavía alguna intervención gubernamental (como ocurre en el Chile de hoy) pero también un espacio anímico, en que la luz faltante podría ser la luz de la verdad, pero también de la cultura, de la poesía, del lenguaje.
Este pequeño relato de Ovando se emparenta sobre todo con la poesía, por su lenguaje cuidado, por las imágenes de un paisaje que parece mental antes que histórico, por la búsqueda que se puede intuir de una suerte de revelación. La peste y la muerte adquieren un carácter silencioso, ligero, incluso en sus imágenes más duras y crueles. Una niña es llevada a morir en un tiovivo que ya no funciona; una banda de viejos enfermos persigue la figura evanescente de Suárez; los personajes expían en imágenes de los confines sus culpas. Pero esto no tiene que ver con La peste de Camus, eso sería fácil. Tiene que ver (y es el verdadero tesoro del libro) con una tradición modernista, esteticista, cifrada en el lenguaje y sus posibilidades de trascender la materialidad, que al mismo tiempo logra dialogar con una propuesta crítica, en que se hace reconocible una crisis política y social que podría ser la de Chile… o la del mundo entero.