Naoíse Mac Sweeney es autora de un libro estimulante acerca de lo que definimos por Occidente. Como corresponde a una clasicista y experta en la historia de Troya, arranca con media docena de brillantes capítulos sobre los griegos, los romanos y cómo las culturas posteriores desdeñaron, manipularon o reclamaron su herencia. En la segunda parte, sin embargo, el libro gira hacia la historia crecientemente oscura de cómo, a partir del siglo XVII, los pensadores y políticos europeos construyeron una visión del mundo cada vez más dicotómica, con la humanidad dividida entre los cristianos y los no cristianos, los europeos y los otros, el Occidente superior versus el resto inferior.
por Fara Dabhoiwala I 13 Diciembre 2024
En su libro, la arqueóloga y clasicista Naoíse Mac Sweeney se propone desafiar y reinterpretar la noción de “civilización occidental” durante los últimos 2.500 años, a través de las vidas y escritos de 14 mujeres y hombres, desde Heródoto, el gran historiador griego del siglo V a. C., hasta Carrie Lam, la directora ejecutiva de Hong Kong del siglo XXI, que presidió la reciente caída del país hacia un gobierno autoritario.
¿Parece interesante? Francamente, tenía mis dudas. Todos sabemos que a los editores les encanta este tipo de propuestas generales, pero es fácil imaginar cómo esta podría convertirse en una mezcla desgarbada de conocimiento de segunda mano y tibios lugares comunes.
Es más, como reconoce inmediatamente Mac Sweeney, su premisa no es nada original. En la comprensión popular, la historia de la civilización occidental, desde Platón hasta la OTAN, es una historia de ideas y prácticas superiores (¡Libertad! ¡Democracia! ¡Libertad de expresión!), cuyos orígenes se encuentran en la antigua Grecia y desde entonces han sido refinados, ampliados y transmitidos a lo largo de las épocas (a través del Renacimiento, la Revolución científica y otros desarrollos que se suponen exclusivamente occidentales), de manera que hoy en Occidente somos los afortunados herederos de un ADN cultural superior.
Es una noción poderosa que, como era de esperar, siempre ha sido particularmente popular en Estados Unidos, ya que es una narrativa más edificante con la que conectar la historia nacional que, digamos, una de genocidio, limpieza étnica, esclavitud racializada masiva y ruina ecológica. Pero en los círculos académicos el concepto de “civilización occidental” ya no se toma muy en serio. En cambio, ahora hay una enorme literatura que deconstruye cómo la idea de “Occidente” ha sido inventada, reutilizada y puesta en uso en diferentes épocas y lugares, a menudo de maneras que nosotros mismos encontraríamos profundamente desagradables.
Mac Sweeney se propone explicar a los lectores comunes y corrientes por qué esto debería ser así y por qué, en primer lugar, la idea se afianzó. Debe ser una excelente profesora, además de una escritora talentosa, para que esta desafiante tarea se lleve a cabo con estilo. Uno por uno, aborda viejos mitos —sobre la condición del mundo antiguo, la naturaleza de las Cruzadas o la superioridad de las potencias europeas en las contiendas imperiales—, los explota con garbo y nos deja, en cambio, con una comprensión más rica y completa de las épocas, visiones del mundo e individuos fascinantes del pasado.
Como corresponde a una clasicista y experta en la historia de Troya, ella comienza con media docena de brillantes capítulos sobre los griegos, los romanos y cómo las culturas posteriores desdeñaron, manipularon o reclamaron su herencia, no solamente en lo que ahora consideramos países “de Occidente”, sino a través de Anatolia y Medio Oriente, y desde el África subsahariana hasta la India. En todos estos casos, las culturas helénica y romana fueron consideradas fundamentalmente distintivas; de hecho, incluso la idea de los helenos como una unidad etnopolítica, en lugar de un conjunto de diferentes Estados, fue evocada en gran medida por el emperador bizantino Teodoro II Láscaris en el siglo XIII. Antes de su invención en el Renacimiento, la noción de una “antigüedad clásica” grecorromana unificada, y sobre todo una cuya herencia se limitase a Europa, habría parecido aún más insondablemente extraña.
En el camino, nos presenta a Heródoto no solo como el compositor de “una gran mezcla de delicias historiográficas”, sino también como un refugiado político bicultural cuyo texto socava sutilmente la xenofobia y el imperialismo atenienses, así como una serie de figuras menos conocidas, pero dignas de mención. Entre ellas se encuentran Livila, la bella y despiadada nieta favorita del emperador Augusto; Godofredo de Viterbo, cronista y capellán del emperador Federico I del Sacro Imperio Romano Germánico; la brillante cortesana, poeta y filósofa italiana del siglo XVI Tullia d’Aragona; y un irresistible noble de Basora, Abu Yusuf Yaqub ibn Ishaq al-Kindi, quien como médico, erudito y amante de los textos griegos en la Bagdad del siglo IX, el deslumbrante epicentro del mundo islámico, escribió cientos de tratados filosóficos sobre todos los asuntos bajo el sol: perfumes, mareas, lentes ópticos, verdad teológica, el sentido del universo y la mejor manera de quitar las manchas de la ropa sucia.
La segunda mitad del libro gira hacia la historia crecientemente oscura de cómo, a partir del siglo XVII, los pensadores y políticos europeos construyeron una visión del mundo cada vez más dicotómica. Catalizado por exploraciones y encuentros globales, por nuevas formas de entender el conocimiento y la conquista colonial, gradualmente se volvió común en el autodefinido “Occidente” pensar en la humanidad dividida entre los cristianos y los no cristianos, los europeos y los otros, el Occidente superior versus el resto inferior.
Aunque este argumento vuelve a pisar un terreno conocido, el don de Mac Sweeney para la síntesis brillante y las apasionantes viñetas personales nunca decae. Está especialmente alerta a las numerosas reinterpretaciones de la antigüedad grecorromana que acompañaron cada nueva invención de la “civilización occidental”. Alrededor de 1700, un observador europeo podía decir de la temible reina guerrera angoleña Njinga que era tan sabia como una griega y tan casta como una romana (aunque solo después de convertirse al cristianismo). Por el contrario, el clasicismo ostentoso sobre el que se fundaron los Estados Unidos y que más tarde infundió al imperialismo británico, siempre estuvo altamente racializado, incluso si casos como el de la poeta afroamericana del siglo XVIII, Phillis Wheatley, formada en la literatura clásica, desafiaron sus premisas de supremacía blanca.
¿Qué debería significar ahora la identidad “occidental”? El libro termina reflexionando sobre esta cuestión desde diversos puntos de vista: el trabajo del crítico poscolonial Edward Said y las actuales diatribas antioccidentales del Estado Islámico, Putin y el Partido Comunista Chino. Por supuesto, no hay una respuesta única: como Heródoto —y este libro—, la civilización misma es una gran mezcla de delicadezas. Escogemos y elegimos cómo concebimos nuestra identidad; nuestros apetitos cambian; tus gustos son diferentes de los míos. Pero imagino que mucha gente disfrutará de este relato inteligente y estimulante.
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Reseña aparecida en The Guardian; se traduce con autorización de su autor. Traducción de Patricio Tapia.
Occidente. Una nueva historia de una vieja idea, Naoíse Mac Sweeney, traducción de Fernando Borrajo, Paidós, 2024, 412 páginas, $29.900.