Fantasías de Roma

Es bien poco lo que salva la historiadora británica de la segunda versión de Gladiador. Lo que más le llama la atención es la horrible intensificación de la violencia contra los humanos y los animales. “Espero —dice en este texto publicado en el Times Literary Supplement— que nadie que haya disfrutado de Gladiador II tenga el descaro de deplorar la sed de sangre de los antiguos romanos. Las atrocidades que presenciamos en la película pueden no ser ‘reales’, pero el placer que ofrecen se siente, de todos modos, como algo sádico”. Y agrega: “El hecho de que todo sea, espero, imágenes generadas por computadora o CGI no exime por completo al espectador”.

por Mary Beard I 3 Enero 2025

Compartir:

Gladiador II podría haber sido mucho peor. En la carrera por hacer una secuela de Gladiador (2000), de Ridley Scott, Russell Crowe, que interpretó al héroe, Máximo, en la película original, convenció a su amigo, el músico Nick Cave, para que escribiera un guion. La solicitud presumiblemente incluía un papel destacado para Crowe. El problema era que después de matar al tiránico emperador Cómodo en la arena, Máximo también había muerto a causa de sus heridas. Lo vimos tan innegablemente muerto que una de esas secuelas tipo “resultó haber sobrevivido después de todo” estaba fuera de cuestión.

La solución de Cave fue abrir su proyectada película con Máximo en el inframundo, pero no por mucho tiempo. Después de un encuentro con un grupo de dioses paganos, es transportado nuevamente al mundo humano, a Roma, un par de décadas después de su muerte. Allí, el nuevo villano imperial es Lucio, el sobrino de Cómodo, hijo de su hermana Lucila, quien, siendo un inocente niño, tuvo un papel secundario en la película original. La oposición a la autocracia romana ahora está formada por los cristianos, con quienes Máximo se alinea antes de emprender un viaje relámpago por los conflictos armados a través de los siglos (no estoy bromeando). Visita las Cruzadas, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales y Vietnam, terminando con una escena final en el Pentágono.

Crowe probablemente se quedó tan desconcertado con esto como yo y su respuesta, como admite Cave, fue un rotundo: “No me gusta, amigo”. Nunca se avanzó más, aunque el guion todavía está disponible en línea (búsquese “guion de Nick Cave para Gladiador II”). Los propios guionistas de Scott, cuando se les encargó idear una continuación, se movieron en una dirección diferente, sin recurrir a la intervención divina ni a los viajes en el tiempo, y sin encontrar un papel para Crowe. Ellos también vieron el potencial de desarrollar al joven Lucio de la primera versión, pero lo eligieron como su héroe, no como su villano. De hecho, aproximadamente a la mitad de la secuela que se ha hecho ahora, se revela que Lucio no solamente es el sobrino de Cómodo, sino también el hijo de Máximo (quien, como los observadores cuidadosos del Gladiador original ya habrán adivinado, tuvo un romance con Lucila).

Gladiador II es tanto un remake como una secuela, que sustituye a Lucio (Paul Mescal) por Máximo. La historia comienza 15 años después de que termina la primera película. Por su propia seguridad, el joven Lucio había sido enviado desde Roma al norte de África por Lucila (Connie Nielsen en ambas películas) y vivía de incógnito como un simple granjero. Al igual que Máximo, pierde a su esposa en un conflicto con los romanos y termina en una tropa de gladiadores, convirtiéndose en la estrella del Coliseo, donde se desarrolla gran parte de la acción. En esta versión, Próximo, el astuto dueño de la tropa, ha sido reemplazado por Macrino (interpretado brillantemente por Denzel Washington), quien no solamente es astuto, sino que también tiene la vista puesta en el trono imperial. El malvado, demente y loco por los gladiadores emperador Cómodo ha sido reemplazado por un par de malvados, dementes y locos por los gladiadores emperadores, los hermanos Caracalla y Geta (Fred Hechinger y Joseph Quinn), que gobiernan en conjunto; difícilmente es un espóiler decir que ambos terminan muertos. Y un grupo de aristócratas variados, entre ellos Lucio, ahora reunido con Lucila, y el senador Graco (Derek Jacobi, sobreviviente de la película original), todavía acarician el “sueño” de que Roma pueda volver a ser libre.

Hay, por supuesto, diferencias entre las dos versiones. La más obvia es que el remake ha intensificado horriblemente la violencia contra los humanos y los animales. Junto a las suntuosas reconstrucciones, el extravagante espectáculo en la arena y los trajes casi operísticos que ya conocemos de la original, hay una dosis extra de heridas abiertas, sangre chorreando y una serie espantosa de decapitaciones. Espero que nadie que haya disfrutado de Gladiador II tenga el descaro de deplorar la sed de sangre de los antiguos romanos. Las atrocidades que presenciamos en la película pueden no ser “reales”, pero el placer que ofrecen se siente, de todos modos, como algo sádico. (El hecho de que todo sea, espero, imágenes generadas por computadora o CGI no exime por completo al espectador). Sin embargo, lo más importante para el futuro es que Lucio sigue de pie en las escenas finales, lo que hará que Gladiador III (que se rumorea que ya está en desarrollo) sea mucho más fácil de ensamblar.

Algunas de las muestras de desaprobación ante los errores son inapropiadas. Parte del placer de consumir una novela o película histórica es detectar los errores. Y los autores y directores los mezclan por esa razón, y para dejar doblemente claro, en caso de que no nos hayamos dado cuenta, que están creando ficción y no registrando la historia.

Entretejidos con la sangre y las tripas hay algunos fascinantes accesos clásicos. Hay algo placentero (aunque es fácil pasarlo por alto) en que Lucila finalmente reconozca a Lucio, traído de regreso a Roma desde África, gracias a unos versos de Virgilio. Después de ganar un combate en una exhibición privada de gladiadores en el palacio imperial, Lucio cita el libro VI de la Eneida: “Las puertas del infierno están abiertas día y noche”. “Eso no lo aprendiste en África”, observa Macrino. Eso resulta ser cierto, porque, como Lucila (también entre el público) se da cuenta, esos famosos versos habían sido escritos en la pared de las viviendas en las que ambos habían vivido en Roma cuando Lucio era un niño.

También se plantean algunas cuestiones más importantes. La moraleja para mí (aunque no estoy segura de que esto sea lo que Scott o sus guionistas pretendían) fue que el “sueño de Roma” sostenido por Lucio y sus compañeros disidentes era una fantasía: una “ficción”, no un “sueño”, como dice otra de las agudas bromas de Macrino. Como vio Tácito, entre otros historiadores en la propia Roma, fue bastante fácil deshacerse de emperadores individuales (como sucede aquí con Caracalla y Geta, y también con Macrino, que brevemente hizo realidad su ambición por el trono). Fue mucho más difícil deshacerse del sistema de la autocracia. Hay un fugaz momento de optimismo al final de la película, pero en general los románticos, grandilocuentes e ineficientes rebeldes de Gladiador II (como en la vida real) no están a la altura de la tarea.

Gran parte de las críticas a la película se han centrado en sus errores históricos y anacronismos, de los que hay muchos. Los que actuaban en la arena no montaban rinocerontes, aunque estos animales aparecían allí ocasionalmente (uno bajo el emperador Domiciano fue tan famoso que apareció en una moneda romana). Los hombres y las mujeres no se sentaban juntos en el Coliseo (aparte de las princesas imperiales y unas pocas sacerdotisas sentadas con el emperador en los mejores asientos, el público estaba rígidamente segregado) y los hombres tenían que usar sus togas formales, no las túnicas de colores brillantes que vemos en la película. Alguien llamado Macrino gobernó durante un corto tiempo después de que Caracalla fuera depuesto, pero no se dedicaba al negocio de los gladiadores: era abogado y jefe de la Guardia Pretoriana. Y así sucesivamente.

Algunas de las muestras de desaprobación ante los errores son inapropiadas. Parte del placer de consumir una novela o película histórica es detectar los errores. Y los autores y directores los mezclan por esa razón, y para dejar doblemente claro, en caso de que no nos hayamos dado cuenta, que están creando ficción y no registrando la historia. (Estoy segura de que Ridley Scott sabe perfectamente que los antiguos romanos no se sentaban a desayunar con un periódico, como vemos que hace un senador). Pero cuando está bien hecho, el anacronismo añade sustancia a la historia, permitiendo argumentos y teorías sobre el pasado que serían imposibles basándose únicamente en la evidencia histórica. Las memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar o Espartaco de Stanley Kubrick son buenos ejemplos. No es el caso aquí, donde no añade casi nada sustancial. Incluso si se ha evitado el capricho de Nick Cave, el anacronismo merece algo mejor que Gladiador II.

 

————
Artículo aparecido en Times Literary Supplement en noviembre de 2024. Se traduce con autorización de su autora. Traducción de Patricio Tapia.

 


Gladiador II, dirigida por Ridley Scott, guion de David Scarpa, 148 minutos.

Relacionados

Intimidad entre extraños

por Lorena Amaro

Excesos discursivos

por Lorena Amaro

El pop hecho misterio

por Catalina Albert