En El Greco, su primera incursión en la narrativa, Gaspar Peñaloza Avsolomovich ofrece una novela breve que transita entre la autobiografía, el relato familiar y la entrevista, que investiga la vida privada de quienes asumieron la lucha armada contra la dictadura militar chilena, y que cruza lo personal con lo colectivo, pues se construye desde la perspectiva de un hijo.
por Alejandra Ochoa I 10 Marzo 2023
El Greco (2021) es la primera novela de Gaspar Peñaloza Avsolomovich, quien anteriormente publicó los poemarios Sedimento (2018) y Orbificios (2021); es, además, el compilador del libro Maraña (Alquimia, 2019), producto de un encuentro de poetas capitalinos y regionales realizado en Valparaíso.
En esta ocasión, Peñaloza ofrece una novela breve, que transita entre la autobiografía, el relato familiar y la entrevista; aborda, a partir de una investigación personal, la vida privada de quienes asumieron la lucha armada contra la dictadura militar chilena, particularmente asociada a organizaciones como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, incluyendo, además, menciones a la Operación Retorno, del MIR, enclavada en Neltume, Región de Los Ríos. En boca de Pancho, un alter ego del narrador, aparece la motivación por indagar en la historia de la resistencia a la dictadura: “Pero lo que prendió mi chispa no fue el horror, fue la resistencia a ese horror”. En ese sentido, el foco está puesto, más que en los hechos, en conocer la interioridad de los revolucionarios.
En un tono intimista para tratar la historia de la oposición armada al régimen militar, el texto cruza lo personal con lo colectivo, pues se construye desde la perspectiva de un hijo, quien en un momento señala que “yo antes de empezar a estudiar la resistencia clandestina, quería escribir la historia de mi papá, no la de mi padrastro”. La chapa de este último, como integrante del FPMR, es la que da título a la novela.
El Greco se compone de diversos testimonios recogidos por el hijo-narrador, quien también incluye reflexiones sobre el proceso de la escritura, configurando una historia compuesta de diversas voces que irán tejiéndola , una suerte de tapiz cuyos fragmentos adquieren paulatinamente sentido de conjunto. En esta apuesta formal hay un punto valioso, pues el lector es invitado a participar del proceso investigativo y de su registro, avanzando junto con el narrador en la reconstitución de ciertos acontecimientos.
El tema de la violencia política, “las diferentes tragedias de la historia de la resistencia chilena”, y el tema de la paternidad se entrelazan. La novela abre con el testimonio de la madre, de ascendencia judía, una de las pocas voces femeninas presentes en el texto, que aporta información de la vida cotidiana y amorosa de los personajes investigados; la otra voz de mujer será la de María, pareja argentina de su padre. Padre ausente y padrastro presente. Da ambos, la madre dice: “me he preguntado por qué me atrae ese perfil de macho que está en la pelea mientras la princesa no la ve. Los hombres no te cuentan las cosas completas”.
El Greco y El Rolo, aprendiz y maestro, respectivamente, son las fuentes vivas privilegiadas de la indagatoria sobre la lucha armada, cuyos testimonios ilustran el sentido de la vida para quienes sobrevivieron, de acuerdo con la perspectiva autorial: “Levantar la consigna ‘patria o muerte’ es plantear solo dos formas posibles de consumación de la vida. Una decisión así de radical nunca te va a dejar volver a la vida normal”; vidas que de sutiles maneras se oponen a la historia del padre, afanado en disputas personales que distan de las políticas, ofreciendo un efectivo contrapunto ideológico y existencial sin caer en juicios directos del hijo abandonado.
El ejercicio de hacer memoria al que se aboca el narrador tendrá una doble vertiente: fuentes vivas —entrevistas y grabaciones—, lo que implicará viajar al sur de Chile (Valdivia, Neltume, Conguillio), y fuentes escritas; una es la lectura acuciosa de diversos textos testimoniales, entre los que destacan los de los frentistas: Una larga cola de acero, de Ricardo Palma Salamanca (uno de los epígrafes de la novela); Un paso al frente, de Mauricio Hernández Norambuena, y el del nicaragüense Omar Cabezas, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde. Aparecen también referencias a Lo llamaban comandante Pepe y a Sangre de baguales, de Pedro Cardyn, libros que relatan la historia del Complejo maderero de Panguipulli y uno de sus líderes, el estudiante de agronomía y mirista Gregorio Liendo, asesinado por la Caravana de la Muerte. La novela cierra con el poema Morir sin disparo, de Sergio Vesely. Se trata de un conjunto de obras que testimonia algunas de las iniciativas fracasadas de una parte de la izquierda chilena. Con la inclusión de dichos textos, la novela cobra un espesor de sentido, puesto que aquello que se quiere investigar y escribir desde lo filial/personal tiene un correlato con la historia, profundizando el tema de la violencia política ejercida en nuestro país.
Hacia la segunda mitad emerge otro momento histórico, el estallido de 2019, vivido y relatado desde Valparaíso; momento de la historia reciente a partir de la que el narrador pareciera tender hilos con un pasado combativo: “Después de años de escuchar sobre el toque de queda, ahora sé lo que es”. Los fragmentos dedicados a la revuelta tienden a la descripción pormenorizada de las jornadas de protesta y su represión. Una escritura quizá demasiado presurosa y antojadiza de un autor-narrador al que ahora le toca vivir la experiencia de la revuelta social, pero que no alcanza la fuerza testimonial de quienes escribieron su experiencia contra la dictadura.
La primera novela de Gaspar Peñaloza se juega en una apuesta formal que funciona, pero algunas de sus voces no resultan verosímiles, especialmente la que reflexiona sobre aspectos metaliterarios; más interesante resulta la voz del investigador que lee fuentes testimoniales de quienes participaron en la lucha armada en Chile, reuniendo en la novela los nombres de un proyecto revolucionario fracasado.
El Greco, Gaspar Peñaloza, Cuneta, 2021, 120 páginas, $10.400.