La máquina de los recuerdos

El hombre ordinario del cine, de Jean-Louis Schefer, es un libro ineludible para pensar cómo ha cambiado, en tiempos híper tecnologizados y de distanciamiento social, la forma de ver una película. Filósofo y crítico de arte francés, el autor cruza géneros y elabora una suerte de ensayo filosófico y de memorias sobre el espectador de cine. Su escritura es poética, pródiga en metáforas y digresiones.

por Yenny Cáceres I 2 Julio 2021

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Una mujer diminuta camina con sigilo casi en el umbral de una puerta, acechada por las sombras de lo que parece ser una casa de gigantes. Esa enigmática y sugerente imagen ilustra la portada de la primera edición en español de El hombre ordinario del cine, de Jean-Louis Schefer, un libro ineludible para pensar cómo ha cambiado, en tiempos híper tecnologizados y de distanciamiento social, la forma de ver una película.

Desde que fue publicado por la editorial Gallimard en conjunto con la revista Cahiers du Cinéma, en 1980, se convirtió en un libro de referencia para los estudios filosóficos sobre el cine, como en el clásico La imagen-tiempo, de Gilles Deleuze. Esta nueva edición, a cargo de Catálogo Libros y con traducción de Cecilia Bettoni, permite conocerlo de primera fuente.

Y esa mujer de la portada, tan sugerente como extraña, es un acierto. La imagen corresponde a la película The Devil Doll (1936), de Tod Browning, y sintetiza el espíritu del libro, que intenta desentrañar el misterio de las imágenes. Filósofo y crítico de arte francés, Schefer (1938) cruza géneros y elabora una suerte de ensayo filosófico y de memorias sobre el espectador de cine. Porque el “hombre ordinario” al que alude el título es el espectador. Para Schefer, el cine es una experiencia personal, ligada a los recuerdos de las películas que vimos en nuestra infancia. “A través de esa memoria, una parte de nuestra vida se proyecta en los recuerdos que tenemos de algunas películas”, escribe en el prefacio.

Schefer es un ensayista versátil y sus libros abarcan desde la teología hasta la pintura. Un año puede escribir sobre San Agustín y, al otro, sobre las ventanas en la historia de la pintura, como en Carré de ciel (2019). Es fácil imaginarlo como un cómplice de Raúl Ruiz en Francia, a fines de los 70, cuando el director chileno despierta el interés de la escena intelectual con La hipótesis del cuadro robado (1978), una adaptación de Klossowski que, con sus Tableaux vivants, es un tratado sobre la representación.

Schefer es un ensayista versátil y sus libros abarcan desde la teología hasta la pintura. Un año puede escribir sobre San Agustín y, al otro, sobre las ventanas en la historia de la pintura, como en Carré de ciel (2019). Es fácil imaginarlo como un cómplice de Raúl Ruiz en Francia, a fines de los 70, cuando el director chileno despierta el interés de la escena intelectual con La hipótesis del cuadro robado (1978).

El mismo año de la edición de El hombre ordinario del cine, Schefer y Ruiz publican “L’ image, la mort, la mémoire. Dialogues imaginaires”, en la revista Ça cinéma, un texto que ha sido visto como un complemento de este libro. Ese diálogo creativo continuará con el estreno de una adaptación conjunta de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, para el Festival de Aviñón, en 1986.

Como en el libro Poética del cine (1995), de Ruiz, Schefer se resiste a una sistematización teórica o a un análisis de la técnica del cine. Su escritura es poética, pródiga en metáforas y digresiones. El hombre ordinario del cine aborda el fenómeno cinematográfico con la curiosidad de un niño que asiste por primera vez a una sala de cine. Esa misma disposición intelectual irradia la segunda parte del libro, denominada “Los dioses”, en que analiza escenas de diversas películas, partiendo por aquella mujer diminuta en The Devil Doll.

No son críticas de películas, sino un intento por descifrar lo que esas imágenes, muchas de ellas ambiguas, nos revelan. Son textos breves en que Schefer construye su propio bestiario. Vampiros, momias y un hombre-larva denotan una fijación por las imágenes perturbadoras. El placer de la mirada, para el autor, no es solamente un goce estético. Laurel y Hardy, Buster Keaton y Chaplin desfilan por esas páginas, al igual que películas de Dreyer, Murnau, Eisenstein y el primer Hitchcock. El cine mudo es una de sus obsesiones, como si esa ausencia de sonido dejara hablar a las imágenes sin distracciones, para detenerse en los cuerpos y el rostro humano.

En una tercera y última parte, “La vida criminal (la película)”, Schefer combina las reflexiones filosóficas con apuntes biográficos de su infancia durante la II Guerra Mundial y la ocupación alemana.

En la era del streaming, cuando la proyección de una película en salas, pandemia mediante, es una experiencia casi extinta, este libro es un remezón. ¿El cine ha muerto o la forma de ver cine cambió para siempre? ¿Qué tan distinta es la experiencia de ver una película en la oscuridad de la sala de cine a verla en nuestra casa? El cine o esta máquina del cine, como la llama Schefer, construye o más bien activa una memoria en el espectador, una memoria previa, incluso de lo no vivido. Quizá, aunque estemos en la soledad de nuestra casa, frente a la pantalla de un computador, aún podamos escuchar y sumergirnos en esta máquina de susurrar recuerdos.

 

El hombre ordinario del cine, Jean-Louis Schefer, Catálogo, 2020, 244 páginas, $14.900.

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