Vibración

La hablante del primer poemario de Francisca Pérez Morales, tiene un propósito explícito: destruir al padre. La venganza con que responde a lo radical y profundo del trauma vivido, que ha desarticulado el orden familiar, es lenta y tortuosa. Tríada es un libro perturbador, de imágenes que se superponen y trastocan, y que opera con el corrimiento del sentido.

por Alejandra Ochoa I 13 Marzo 2023

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Tríada es el primer poemario de Francisca Pérez Morales. Partícipe de talleres literarios desde que era colegiala, becaria de la Fundación Neruda, mención honrosa en el concurso Roberto Bolaño, esta joven autora compone un texto de secciones enlazadas a partir de referencias numéricas, de allí el título de la obra y el epígrafe de Pixies. En ese sentido, Tríada parece orientada a la búsqueda de un equilibrio de expresión y contenido; sin embargo, dicho equilibrio entra en trayectoria de colisión con el propósito explícito de su hablante: destruir al padre. La potencia de este deseo desmantela la armonía: “la finalidad es la descomposición de las triangulaciones desde dentro, abriendo las grietas de los espacios oscuros, de la regla moral familiar”. Instalada en los confines del mundo y vuelta hacia el pasado, la voz de este poemario repasará una historia vital que es percibida como lastre y herida, “costras de óxido en la pared de sus caderas”, tal como se lee en el poema inaugural.

La poeta trabaja con una escritura de verso breve, en la que se proyecta una voz anclada en el dolor, que atrapa escenas familiares tamizadas de violencia y que son apenas percibidas en el trasfondo oceánico que las contiene. El contrapunto espacial interior/exterior se despliega a través de imágenes desmembradas de la casa a lo largo de los poemas: niños que juegan bajo la mesa, toallas muertas, la pieza compartida con la madre, pasillos, una casita de perro, un sillón, una olla. En un marco acuoso y abisal emerge la orfandad de la sujeto, cuyo origen parece provenir de un trauma que ocurre dentro, en la más profunda intimidad de la familia.

Si la finalidad es escarbar la grieta familiar, la sección que opera como su magistral expresión es “Taenia”, simbólicamente el núcleo del libro. El tono se vuelve casi gozosa confesión cuando se relata la aniquilación del padre, a través de la presencia de un parásito depredador en el que se ha travestido el yo, figurando tanto la degradación propia (“una sola noche pude verla/ la vi caer en el intestino grueso/ tenía mil rostros/ y todos se parecían al mío”) como la venganza contra el padre, cuyo accionar ha desarticulado el orden familiar. El nivel más hondo de ese interior será el cuerpo paterno, parasitado por su taenia-hija que emerge de las entrañas del padre destruido: “mi deseo siempre fue/ salir del vientre de algún hombre”. La venganza elegida es lenta y tortuosa. Hay en esa transformación una creatividad apabullante, pues es la hija quien se transforma en parte de ese cuerpo victimario, para emerger triunfante: “asomar mi cabeza/ por el agujero de su ombligo”, completando así el simbólico exterminio y desdibujando la idea misma de identidad.

Si la finalidad es escarbar la grieta familiar, la sección que opera como su magistral expresión es “Taenia”, simbólicamente el núcleo del libro. El tono se vuelve casi gozosa confesión cuando se relata la aniquilación del padre, a través de la presencia de un parásito depredador en el que se ha travestido el yo.

El episodio de ese padre que violenta/viola los cuerpos y trastoca los cimientos familiares es expuesto casi sin querer (“Usted nos llevó a una playa/ donde todo es doloroso/ Me sacaste los broches del vestido”) y recorre todo el poemario (“Abra bien los ojos/ abra bien las piernas”). En otra sección, indirectamente, emerge una alusión en medio de la enumeración de quehaceres cotidianos: “apagar la cocina lavar los platos sucios/ no dejar las niñas abiertas”. Por su parte, la madre, que está siempre presente en estos poemas, será compañera de orfandad, será figura de contención (“mi madre siempre me leía/ la historia de Dédalo e Ícaro”), pero también es desapego (“la sangre se coagula/ se agotan las ganas de ser madre”) y confusión para el yo, en tanto su cercanía con el victimario: “la leche materna chorrea el piso/ el semen del padre/ forma una mezcla pegajosa”. La vida de la hija, en definitiva, está sujeta a la desviación: “de niño duermes/ dentro de un televisor roto/ en una hora empieza la pornografía”.

Tríada es un libro perturbador, de imágenes que se superponen y trastocan, y que opera con el corrimiento del sentido. El trauma vivido es tan radical y profundo que fragmenta los mundos y los decires de su hablante. La voz poética de Francisca Pérez asume la venganza de su estirpe y proyecta la figura de una mujer que disemina su yo y su orfandad en una escritura que se ofrece al escrutinio del mundo.


Tríada, Francisca Pérez Morales, Overol, 2022, 72 páginas, $9.500.

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