por Milagros Abalo
por Milagros Abalo I 15 Diciembre 2016
El artista visual Francisco Tapia Salinas (33), o Papas Fritas, vive en San Miguel y era vecino de la cárcel cuando en el año 2010 murieron 81 reos en el incendio. Fue entonces que creó, junto a los familiares de las víctimas, la ONG 81 Razones. Cuatro años después, en el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal mostró Ladrillo angular, una obra en la que una escolar mata a Pinochet y, por efecto dominó, caen los cinco presidentes que vinieron después. Ese mismo año 2014, en Ad Augusta Per Angusta, una de sus intervenciones más polémicas, quemó los pagarés de la Universidad del Mar.
Ahora acaba de crear su sitio web, una bitácora donde se puede encontrar lo que ha hecho en sus 10 años de trabajo. Y hoy, en la Galería Metales Pesados, inaugura uno de sus proyectos más ambiciosos, 2054, donde desclasificará los archivos del Informe Valech I y, con ello, los nombres de los torturadores que se han mantenido en secreto.
Comenzamos el año pasado, primero con una investigación que le pedí a mi amigo periodista Víctor Herrero, a la que se sumó Javier Rebolledo. En un principio se trataba de robar los archivos si es que estaban digitalizados, pero lamentablemente no lo están. Después se sumó Javiera Campos, cientista política, que encontró una herida en la ley y comenzamos a realizar un sistema de desclasificación basado en un derecho que tienen las personas que dieron su testimonio para el archivo Valech I, que es la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura a la que Ricardo Lagos le diera un pacto de silencio por 50 años.
Este mecanismo fue lanzado en septiembre del 2015 en Matucana 100, y desde ahí se armó un grupo humano y de profesionales maravilloso, donde hay abogados y abogadas, antropólogas, historiadores, que comenzaron a ir a distintas organizaciones para que las y los ex presos políticos entendieran su derecho y la importancia de la desclasificación. Así fuimos poniendo recursos contra el INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos) y ganamos cerca de 20 casos. Esas fueron las primeras desclasificaciones de archivos con secreto de 50 años; hoy tenemos 60, de un mundo de 28 mil testimonios.
Podrán ver dos en la exposición, el resto cuando los subamos al sitio web www.desclasificacionpopular.cl, que es la plataforma que creamos para poder archivar y generar estudios a partir de los archivos que se van sumando.
Es un derecho (por eso use la palabra herida) que está en la ley 19.992, artículo 15, inciso tercero, que dice: “Ninguna persona, grupo de personas, autoridad o magistratura tendrá acceso a lo señalado en el inciso primero de este artículo, sin perjuicio del derecho personal que asiste a los titulares de los documentos, informes, declaraciones y testimonios incluidos en ellos, para darlos a conocer o proporcionarlos a terceros por voluntad propia”. Lo que hacemos, entonces, es hacer valer ese derecho individual para luego colectivizarlo.
La única reacción que espero es generar más confianza en las y los ex presos políticos, para que se sumen a este proceso de desclasificación, y se pueda presionar al Estado para que todos estos archivos del Valech I, Valech II y Rettig sean públicos, y en el caso de que las personas quieran borrar sus datos sean consultadas.
Como dice Varela, la mente es todo; el problema es creer que uno está fuera de esa mente, por ende no puedo concebir un arte que esté lejos del todo. El arte no es solo que esté al servicio sino que, como he dicho en otras ocasiones, es un martillo para modificar la realidad, una posibilidad para desarrollar puntos de fuga de manera colectiva…
El capitalismo está en todas partes, lo mío no es una lucha contra el capitalismo sino una lucha para descapitalizar. No es estar en contra de las cosas, sino creando otras formas. Así que no veo una tensión o una oposición, sino una entropía de transformaciones en la multiplicidad.
No sé si se enferma el artista o el doctor por crear compasión. Básicamente la compasión es acompañar, haciéndose parte del dolor del otro, y al menos en mí falta un largo trecho de ese conocimiento para aplicarlo sin dañarse ni crear rabia. Por ahora aprendo. Me he golpeado fuerte y sobrepasado mi nivel de rabia dañando a cercanos, pero es parte del proceso de conocimiento, de aprendizaje, que es más importante que el mismo ser, hacer o devenir artista.
El conocimiento lo considero necesario; las academias, como una construcción patriarcal y fáctica, claramente las encuentro no solo innecesarias sino dañinas en el proceso del conocimiento. Creo que el conocimiento debe abrirse a diversas formas y respetar esa multiplicidad, las decisiones del hacer, por ejemplo, como poder optar a un trabajo de recolector de basura y que sea bien remunerado, y que la persona que lo haga tenga acceso al conocimiento. El respeto no debe ser al título ni a los posgrados. Las personas deben ser valoradas por su capacidad y su conocimiento en lo que desempeñan.
La sociedad neoliberal es patriarcal y las universidades no han tomado distancia de ese modelo. Existen académicos y estudiantes con intereses propios, pero son minoría. La estructura sigue generando en su poder fáctico un orden de pensamiento masculino. Es cosa de observar ciertos órdenes curriculares que contienen el patriarcado de manera oculta y a veces de manera explícita. Dentro de lo explícito hay mallas académicas que no cuentan con una perspectiva de género o feminista. Generalmente, el conocimiento o las lecturas teóricas que se dan desde la ciencia, desde la biología por ejemplo, pertenecen a un conocimiento de lo masculino. También vemos carreras que reproducen una definición de trabajo por género: hay carreras masculinizadas como ingeniería y otras feminizadas, como educación de párvulos o enfermería. Las universidades no están generando una descapitalización en la creación de subjetividad del capitalismo, no están creando una apertura a una multiplicidad de la decisión o hacia un feminismo, que justamente es la descapitalización del poder fáctico de lo masculino. La universidad sigue siendo una reproducción del “estado familia”, y eso es dañino, porque en su formación solo está creando y reproduciendo los patrones que contienen estas sociedades machistas sin cuestionarlos. El cambio no pasa por hacer más coloquios sobre la mujer, la inclusión o el feminismo, sino en cambiar las estructuras fálicas, de mallas patriarcales y de conocimiento estructural masculinizante.
Todos los días, pero he aprendido a tener tiempo para mí. Mi vida es trabajar en lo político, pero ahora lo que trato es ser subversivo contra mi propio fascista, contra mi propio Estado.
Uno tiene sus propios Estados, que son cooptados por el sistema en el que se encuentra; la descapitalización es singular y es plural, mi Estado está en constantes capitalizaciones, que hay que observar, contemplar y buscar los puntos de fuga para desterritorializarse de eso, para seguir en un flujo continuo de creación de una subjetividad que sea capaz de descapitalizar.
Seré sincero, conozco dos obras de Leppe, nunca me interesó más que esas dos obras, las encontré más bien graciosas, para muchos claramente fue un aporte, para mí solo fue un artista como muchos otros artistas. Me duele más la muerte de Clotario Blest o Pedro Lemebel o Matías Catrileo o Juan Pablo Jiménez, o las mujeres que mueren por una sociedad educada de manera machista. Mucho más que una obra, valoro la consecuencia en las personas.