Una época, una banda, una obsesión

El 10 de octubre se presenta por primera vez en nuestro país Iggy Pop, un pionero y desesperado que gritó su ira contra el mundo cuando los demás comulgaban con la utopía de un mundo mejor. Gimme Danger, la última película de Jim Jarmusch, es un close up a esos seis años en que, junto a The Stooges, Iggy Pop sentó las bases de lo que sería el punk, el pospunk y todo lo que hoy suene alternativo.

por René Naranjo I 31 Julio 2016

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Iggy Pop tiene 69 años y camina con cierta dificultad, debido a que padece una escoliosis que le acortó una de sus piernas. Su figura inconfundible se recorta sobre la alfombra roja del Festival de Cine de Cannes y vestido de traje, pero sin camisa, el rockero estadounidense posa ante los flashes de cientos de fotógrafos que captan su llegada al Gran Teatro Lumière.

Es la medianoche del 19 de mayo pasado y el desaforado Iggy es la estrella de una gala muy especial, en la que tres mil espectadores verán el estreno mundial de Gimme Danger, documental dedicado al período más emblemático de su vida y obra, realizado por Jim Jarmusch. La entrada de ambos en la enorme sala principal del festival es recibida con una larga ovación, la misma que se repetirá dos horas más tarde, al final de la función, cuando ya sean más de las dos y media de la madrugada.

No es la primera vez que el rockero aparece en una película del director estadounidense. Iggy protagonizó el corto Coffee and cigarettes (1993), premiado en Cannes y donde actuó junto a Tom Waits; y en Dead man (1995), uno de los grandes filmes de Jarmusch, en el que encarnó a Salvatore, un personaje secundario modelado a su gusto.

Esta vez, sin embargo, la apuesta era muy distinta. Gimme Danger es un filme sobre Iggy Pop y su legendaria banda, The Stooges. El título de la película proviene, justamente, del nombre de una de las canciones más recordadas del grupo, “Dame peligro”.

En la pantalla, el cuerpo atlético y juvenil de Iggy Pop se contorsiona, se retuerce casi de forma espasmódica y se abalanza sobre los espectadores en películas captadas de manera amateur. Estamos a fines de los años 60, muchos años antes de que Iggy cantara la canción principal de Trainspotting (1996), “Lust for Life”, que iba a marcar su irrupción como estrella a nivel global. Iggy Pop es un pionero, un tipo que rompe esquemas y no respeta reglas, un desesperado que gritó su ira contra el mundo cuando los demás comulgaban con la utopía de un mundo mejor.

Nada de pop

Iggy Pop, que nació con el nombre de James Newell Osterberg, lideró el cuarteto The Stooges entre 1968 y 1974, en una carrera tan fulminante como influyente y rupturista. Al frente de esta banda, que apenas editó tres álbumes, el rockero inventó el punk y eso que hoy se llama “rock alternativo” una década antes de los Sex Pistols, hizo bodysurfing antes que cualquier otro frontman, cantó shows completos drogado y sin camisa cuando eso era simplemente impensable, y espetó canciones de letras breves e insolentes en 1968, tiempos en que el mundo giraba en torno a los discos de The Beatles y una brisa de amor y flores se levantaba con el movimiento hippie.

¿Y cómo se engancha Jarmusch, el cineasta más cool de Estados Unidos, con los Stooges? Autor de películas brillantes, estilizadas y agudas, Jarmusch parece muy neoyorquino, con el pelo totalmente blanco desde muy joven, con sus gafas de sol que nunca se saca y su parsimoniosa manera de hablar. Pero, como a él mismo le gusta recordar, proviene del Medio-Oeste de Estados Unidos (la misma zona donde creció Iggy Pop) y las bandas que marcaron su juventud fueron The Stooges y Velvet Underground, grupo señero de Nueva York.

“No éramos jóvenes de la onda hippie de California”, dijo Jarmusch en Cannes, y entrega ahí una de las claves de la película y de la importancia contracultural de Iggy Pop y su banda.

A fines de los 60, la ruptura que plantea The Stooges es absoluta y radical. Como el presagio de las tormentas que barrerán los sueños de millones en todo el mundo, su sonido ruidoso, sucio, vanguardistamente punkie, choca con las armonías que predominan entonces.

Jim Morrison es uno de sus referentes, pero Iggy y sus muchachos van más allá. Desde sus raíces bien ancladas en la América profunda, y a contracorriente de todo lo que aconseja el pensamiento y las ideas de aquella época, el rock agresivo de los Stooges tiene la potencia de una bomba lanzada desde el espacio.

En sus canciones, tan provocativas como “I Wanna Be Your Dog”, “Your Pretty Face is Going to Hell” y “Search and Destroy”, el rock furioso se despliega y se funde con emociones atragantadas y letras balbuceantes.

“Este no es un documental sobre Iggy Pop”, aclaró Jarmusch, “porque si así fuera, duraría 15 horas, con todo lo que él ha hecho. Esta película es sobre Iggy y The Stooges. Y para mí no es un documental, tampoco un documento; es una especie de ensayo, o incluso una carta de amor a The Stooges, probablemente la mayor banda de rock de la historia”.

Concebida como un collage de valiosas imágenes de archivo (fotos, videos, recortes de prensa) que se complementa con una entrevista central al rockero y otras a sus diversos colaboradores, la película traza una mirada prolija sobre los seis años de existencia del grupo y su entorno. Las imágenes, ya sea en blanco y negro o un poco fuera de foco, sorprenden. Por la fuerza de la música, por la inconsciente osadía de Iggy y los suyos, por la forma en que irrumpen en una escena en la que eran auténticos bichos raros, adelantados, visionarios, y por cómo esa aventura musical terminó siendo una de las trayectorias más influyentes del rock.

Contrariamente al apellido de su protagonista, Gimme Danger no tiene nada de  pop. Es una película acuciosa en su búsqueda de información, rigurosa en su entrega de datos y contexto, austera en su manera de enfrentar la convulsionada historia de los Stooges. Gimme Danger exige la atención concentrada del espectador, porque no solo habla de música sino de una época y de una obsesión. La de arrasar con las barreras, superar límites y hacer historia.

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