Carlos Romeo, Jaime Barrios, Alban Lataste y Alberto Martínez trabajaron junto al Che Guevara en los años 60, asesorando al nuevo gobierno revolucionario de Cuba. Sorprendentemente, este grupo de economistas ha recibido muy poca atención en la vasta literatura sobre la Unidad Popular, no obstante ocupar importantes cargos en la isla. Este ensayo, anticipo de un proyecto de investigación en curso, se concentra en la historia de Jaime Barrios, quien tuvo el destino mas trágico de los cuatro.
por Sebastián Edwards e Isabel Torres Dujisin I 29 Agosto 2025
El 8 de agosto de 1960, la revista Time publicó en su portada un gran retrato de Ernesto Che Guevara, con fotos más pequeñas de Mao Zedong y Nikita Jrushchov en el fondo. El Che aparece sonriendo, con una boina negra adornada con una estrella dorada y vestido con un uniforme verde oliva. En el artículo principal, titulado “El cerebro de Castro”, la periodista argumenta que el principal ideólogo detrás de la revolución de Fidel Castro no es otro que el doctor Guevara, quien en ese momento era gobernador del Banco Central de Cuba (Banco Nacional de Cuba). Según Time, Guevara no se ajustaba a la imagen convencional de un banquero central: “En apariencia y en acción, el Che es el banquero más heterodoxo del mundo. Vestido con una boina negra, una túnica de combate verde y botas de paracaidista, conduce su propio Ford Falcon desde su casa junto al mar hasta el Banco Nacional cada día laborable, justo a tiempo para comenzar su jornada habitual —de 3 p.m. a 6 a.m. En el asiento trasero, dos guardias llevan ametralladoras Thompson listas para disparar. En su oficina de 30 pies de largo, con alfombras gruesas, el Che arroja su Luger sobre el escritorio largo y desordenado, llama a los dos marxistas chilenos que son sus principales asesores económicos y se pone a trabajar”.
¿Quiénes eran estos asesores chilenos? ¿Fueron los únicos chilenos que asesoraron al nuevo gobierno revolucionario de Cuba? ¿Se unieron al gobierno de Salvador Allende en su Chile natal una década después, en 1970? De ser así, ¿cuál fue su papel en los mil días de socialismo de la Unidad Popular? ¿Qué sucedió con ellos después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 que derrocó a Allende?
Carlos Romeo fue el primer economista chileno en unirse al gobierno cubano y el hombre que convenció a colegas y amigos (incluyendo a su exjefe) de trasladarse a la isla. Jaime Barrios, experto en banca central, trabajó con Ernesto Guevara y regresó a Chile en 1970, para convertirse en gerente general del Banco Central. Durante el asalto militar al Palacio Presidencial el 11 de septiembre, estuvo al lado del presidente Allende y fue ejecutado dos días después por los militares. El tercer economista era Albán Lataste, que en Cuba trabajó en el plan de inversiones para la industria y alcanzó el cargo de viceministro. Regresó a Chile en 1966, después de entrar en conflicto con el gobierno cubano por sus críticas al enfoque oficial de la planificación. Entre 1970 y mediados de 1972 fue presidente del Banco del Estado. Por último, Alberto Martínez, conocido como El Indio, llegó a ser viceministro de Planificación Global en Cuba. Regresó a Chile en 1969 y en noviembre de 1970 asumió como director de la Dirección de Industria y Comercio, DIRINCO.
Sorprendentemente, este grupo ha recibido muy poca atención en la vasta literatura sobre la Unidad Popular. Todos laboraron con Ernesto Che Guevara en el Banco Nacional de Cuba y en el Ministerio de Industrias (MININD). Algunos, incluso, debatieron con él sobre cuestiones doctrinales relacionadas con la validez de la teoría del valor durante la transición a una economía socialista. Regresaron a Chile a finales de los años 60 y principios de los 70, y tras la elección de Allende, el 4 de septiembre de 1970, se unieron al gobierno de la Unidad Popular en altos cargos. Según Gonzalo Martner, ministro de Planificación de Allende y la única persona que sirvió en el gabinete durante los mil días de su administración, “esas personas [los economistas chilenos que fueron a Cuba], durante el gobierno de la Unidad Popular regresaron a Chile e impulsaron una línea de pensamiento que introdujo la vertiente de la Revolución cubana”.
En este ensayo nos concentramos en la historia de Jaime Barrios, quien tuvo el destino más trágico de los cuatro.
Jaime Barrios nació en Talca en 1925, en una familia tradicional de clase media-alta. Estudió Economía en la Pontificia Universidad Católica de Chile, antes de que los Chicago Boys convirtieran esa escuela en un bastión del neoliberalismo. En la época de Barrios, la Facultad de Economía de la UC era poco más que una escuela técnica glorificada, donde se enseñaban algunos rudimentos de administración de empresas. Barrios se graduó en 1946 y se incorporó al Banco Central, como analista. Desde sus primeros años mostró un interés particular por los pueblos originarios de nuestro país y estaba convencido de que los mapuches habían sido despojados injustamente de sus tierras por los colonialistas y los grandes terratenientes. Años más tarde, viviendo en La Habana, publicó una serie de artículos en la revista Punto Final sobre la difícil situación de los pueblos indígenas en Chile.
En 1946, Gabriel González Videla fue elegido presidente con el apoyo del Partido Comunista de Chile. Además de tres ministros en el gabinete, el Partido Comunista logró posicionar a varios de sus miembros en altos cargos gubernamentales. Volodia Teitelboim, abogado, escritor y futuro senador, y uno de los principales intelectuales del partido, fue nombrado miembro del directorio del Banco Central. Jaime Barrios, quien acababa de unirse al departamento de estudios, se convirtió en su guía. Le explicó al nuevo director los entresijos de la política monetaria, los factores que impulsaban la inflación, el papel de las reservas bancarias y la mejor manera de enfrentar la crónica escasez de divisas. Entre ambos se forjó un fuerte vínculo. Se reunían después del trabajo para tomar algo y cenar, y llegaron a conocer a sus respectivas familias. Unos meses después, presumiblemente influenciado por el intelecto brillante de Teitelboim, Barrios se unió al Partido Comunista. Sin embargo, debido a su posición en el banco, mantuvo su militancia en secreto. Esto resultó ser una decisión acertada cuando, en 1948 y bajo la presión de Estados Unidos, González Videla proscribió al Partido Comunista y relegó a varios de sus líderes, incluido Teitelboim, en campos de prisioneros políticos.
En 1950, Barrios fue ascendido a jefe del departamento de estudios del Banco Central. Supervisó la recopilación de estadísticas y redactó informes sobre la inflación, uno de los problemas económicos más graves que vivía el país desde fines del siglo XIX. En 1958, el mismo año en que se derogó la legislación que prohibía al Partido Comunista, el entonces senador Salvador Allende citó extensamente un informe de Barrios en un largo discurso en el Senado sobre los efectos de la inflación en la clase trabajadora y el desarrollo económico de Chile.
Arturo Maschke, presidente del Banco Central de Chile entre 1943 y 1959, llegó a conocer bien a Barrios. En sus memorias escribió lo siguiente: “[Jaime] Barrios, con su carácter reservado, ocultó sus opiniones políticas [marxistas] para no entrar en conflicto con el entorno profesional e institucional en el que operaba. Solo años más tarde se liberaría de las restricciones que lo inquietaban. Dejó su cargo en el Banco Central para dirigirse a la Cuba de Fidel Castro en busca de nuevos horizontes para sus actividades. (…) [En La Habana] se encontró con el famoso líder comunista Ernesto Che Guevara, quien acababa de ser nombrado presidente del Banco. (…) Guevara lo recibió con singular satisfacción y le dijo que él, Jaime Barrios, un profesional experimentado en tareas bancarias, era el complemento necesario para las responsabilidades que el gobierno cubano le había encomendado”.
El 22 de marzo de 1959, cuando la Revolución aún no cumplía tres meses, el economista chileno Carlos Romeo, que en ese momento tenía 25 años, llegó a la capital cubana. Tras reunirse con Regino Boti, se le asignó un apartamento en el Edificio Foxa, en la esquina de las calles 17 y 10 en el Vedado, y se incorporó al Ministerio de Economía. Así recuerda Romeo su reacción inicial a Cuba en sus memorias de 2015: “Hoy es muy difícil comprender el impacto que tuvieron en nosotros las primeras leyes revolucionarias de Cuba —o al menos en algunos de nosotros. Era inconcebible que un gobierno latinoamericano, apenas dos meses después de llegar al poder, redujera a la mitad las tarifas telefónicas de una empresa estadounidense, bajara los alquileres de vivienda también a la mitad, comenzara a discutir la reforma agraria e incluso creara un ministerio para encargarse de las llamadas ‘propiedades malversadas’ dejadas por los miembros de gobiernos anteriores, quienes, cabe destacar, huyeron del país hacia Estados Unidos”.
A mediados de junio de 1959, Carlos Romeo conoció a Óscar Pino Santos, periodista y miembro del Movimiento 26 de Julio, quien era el director de producción del recién creado Instituto de Reforma Agraria (INRA). Esta institución, bajo la dirección directa de Fidel Castro, estaba encargada de implementar la reforma agraria y nacionalizar bancos e industrias clave. Días después, Romeo se unió al INRA como asesor de Pino Santos. Tras una semana en el cargo, Romeo se dio cuenta de que los desafíos que enfrentaba el INRA —incluyendo la dirección de los incipientes esfuerzos de industrialización— eran enormes y que se necesitaban más economistas. Le dijo a su jefe que, a través de la CEPAL, podían contratar a algunos chilenos que apoyaban plenamente la Revolución. Romeo sugirió a su exjefe en el Banco Central, Jaime Barrios, y a tres de sus compañeros de un curso de posgrado del ILPES: Raúl “Conejo” Maldonado, Edmundo Meneses y Sergio Aranda. Aunque Maldonado era ecuatoriano, todos (incluso él mismo) pensaban que era chileno. En ese momento, los cuatro eran miembros del Partido Comunista, aunque Jaime Barrios no había revelado su militancia a sus superiores en el Banco Central. Cuando Romeo le dio los nombres a Pino Santos, el cubano simplemente dijo: “Díganles que ya están contratados y que vengan”.
En octubre de 1959, después de obtener la aprobación del Partido Comunista de Chile, los cuatro reclutados viajaron a La Habana. Al igual que Carlos Romeo, fueron alojados en el Edificio Foxa. Durante los primeros años, la mayoría de los salarios de los chilenos fueron pagados por la CEPAL, lo que significaba que estaban en una situación económica significativamente mejor que sus colegas cubanos. Según Romeo, “Regino Boti, el ministro de Economía, solía visitar a sus excolegas de la CEPAL en el Edificio Foxa para pedir un préstamo que le permitiera llegar a fin de mes”.
Uno de los principales atributos de Barrios era su disposición a decir lo que pensaba, independiente de la relación jerárquica con su interlocutor. Lo hacía con respeto, pero con firmeza. Pocos días después de su llegada a Cuba, en noviembre de 1959, le dijo a Fidel que los terratenientes debían ser compensados por sus propiedades nacionalizadas con bonos a muy largo plazo y a una tasa de interés baja. Para Fidel esto era un error que convertiría a un grupo importante en enemigo del nuevo gobierno. El pago, dijo, debía ser inmediato y en efectivo. Barrios defendió su postura y argumentó que pagar en efectivo alimentaría la inflación. Finalmente, y sin sorpresas, el gobierno hizo lo que Fidel quería y pagó en efectivo por las tierras nacionalizadas. A Fidel le gustó la franqueza de Barrios y, desde ese momento, buscó su consejo en numerosos temas, desde qué hacer con una pequeña instalación industrial en una provincia hasta cómo definir la política azucarera nacional.
Cuando el Che Guevara fue nombrado director del Banco Central, Barrios se convirtió en su principal asesor. Como había hecho una década antes con Volodia Teitelboim en Chile, le enseñó al Che cómo funcionaba el sistema monetario en una sociedad capitalista. El Che aprendió rápidamente y pronto desarrolló su propia teoría monetaria. En su visión, bajo el socialismo no había necesidad de dinero. Las relaciones comerciales entre empresas se basarían en el intercambio de productos —una especie de trueque avanzado— y los trabajadores serían remunerados con vales que especificaban la cantidad de ciertos bienes asignados. En marzo de 1960, Albán Lataste se unió a Barrios como asesor en el banco, asegurándose de que la política crediticia estuviera alineada con el plan económico nacional desarrollado por Regino Boti en la Junta Central de Planificación.
En febrero de 1961, cuando el Che Guevara renunció al Banco Nacional de Cuba para convertirse en ministro de Industria, Jaime Barrios se trasladó al Palacio de la Revolución y se convirtió en asesor de Osvaldo Dorticós, presidente de Cuba y coordinador nominal de su programa económico. Barrios escribió informes sobre diversos temas económicos, incluida la gestión de la relación entre economistas locales y técnicos de la URSS, la República Democrática Alemana y Checoslovaquia. En una ocasión, cuando discutían las necesidades energéticas de Cuba, Barrios preguntó a los soviéticos si podían proporcionar, como parte de su ayuda, una planta nuclear. La respuesta fue que no tenían ninguna disponible.
Entre 1963 y 1965, Jaime Barrios y los otros economistas chilenos en Cuba participaron en un gran debate ideológico sobre el rol de los incentivos en la economía. Para el Che, la mayoría de los incentivos debían ser de tipo “moral”, en consonancia con la creación de un “hombre nuevo”, cuya motivación fuera la solidaridad con otros seres humanos. En contraste, Carlos Rafael Rodríguez y sus seguidores, incluido el ministro de Comercio Exterior, Alberto Mora, creían que, tal como se había establecido recientemente en la URSS, los incentivos “materiales” eran esenciales. Estos debían otorgarse tanto a los equipos de trabajo como a los trabajadores individuales.
En agosto de 1963, el senador Raúl Ampuero, entonces secretario general del Partido Socialista de Chile, se reunió con el Che en La Habana. Durante el encuentro, el Che señaló que recientemente había debatido con Jaime Barrios sobre el tema de los incentivos. Esto es lo que dicen las actas de la reunión, tomadas por un funcionario cubano: “El Che dijo que sus opiniones entran en conflicto con la tesis clásica del ‘interés material’ en la construcción del socialismo… En principio, la cuestión se resolverá a través de un debate abierto entre [representantes del] Ministerio de Industria y el INRA, que apoyan la otra postura [pro-URSS]. El Che señaló que Jaime Barrios ya había criticado su concepción —sin mencionarlo directamente— en un artículo publicado en la Revista de Comercio Exterior y que, en el último número de la Revista de Industria, él había respondido presentando su posición [sobre los incentivos ‘morales’]”.
Jaime Barrios renunció al Partido Comunista de Chile en 1965. Para él, el partido se había vuelto demasiado conservador y servil a los soviéticos. Prefería una perspectiva más audaz, que apoyara a los grupos revolucionarios armados en toda América Latina. A fines de 1966 viajó discretamente a Chile. Según Manuel Cabieses, editor de Punto Final, Barrios fue enviado por el Che en una misión secreta para evaluar la posibilidad de una lucha armada en la región andina del Cono Sur. Sin embargo, su misión en Chile fue decepcionante: encontró resistencia tanto en el MIR, donde había pugnas internas, como en el Partido Comunista, que rechazaba la lucha armada y criticaba la Revolución cubana. Solo algunos socialistas prestaron atención a sus propuestas.
Durante su visita de 1966, Barrios convenció a Cabieses y al Chico Díaz, otro periodista, de transformar el boletín Punto Final en una revista quincenal, que se convertiría en una de las publicaciones más influyentes de la izquierda en América Latina. Entre 1967 y 1973, Barrios fue miembro del consejo editorial y publicó más de una docena de artículos, algunos bajo su nombre, otros con sus iniciales y otros con el seudónimo S. Lagerloff.
A principios de 1970, Barrios continuó trabajando con Osvaldo Dorticós en el Consejo de Planificación Central de Cuba. Cuando se anunció la Zafra de los Diez Millones, Barrios advirtió que el plan no cumplía con los requisitos técnicos y logísticos mínimos, y predijo que, con suerte, se alcanzarían 8,7 millones de toneladas. Sus cálculos no fueron bien recibidos y fue acusado de “derrotismo”. Desde ese momento fue marginado del gobierno cubano. En septiembre de 1970 viajó a Santiago con la esperanza de que su viejo amigo Salvador Allende le diera un puesto en el nuevo gobierno que se iniciaba.
En septiembre 1970, Jaime Barrios y su familia regresaron a Chile, y en noviembre fue nombrado gerente general del Banco Central, un puesto importante, pero sin mayor injerencia en determinar la estrategia económica del gobierno. Desde la perspectiva de hoy, es sorprendente que ni a él ni a los otros economistas retornados desde Cuba se les dieron puestos verdaderamente influyentes.
El 27 de marzo de 1973, Barrios escribió al presidente Allende para informarle que renunciaba al Banco Central. Comenzó su extensa carta afirmando que el presidente del banco, Alfonso Inostroza, no comprendía los desafíos del momento: “El Banco Central no está funcionando. La mediocridad y la incompetencia están arraigadas en sus operaciones”.
Barrios sostuvo que mediante la provisión de crédito y la gestión de divisas, el sistema bancario podría orientar la actividad de las empresas estatales y privadas, lo que constituía un elemento clave en la lucha contra la escasez. Sin embargo, lamentó que, aunque el banco tenía la capacidad de liderar la lucha contra la crisis, no hacía “nada”. En su carta criticó la política económica del gobierno, señalando problemas en la asignación de crédito a los productores de trigo, falta de eficiencia en los bancos nacionalizados para otorgar financiamiento a las empresas que más lo necesitaban, deficiente coordinación entre el Banco Central y el Ministerio de Hacienda, y graves ineficiencias en la gestión de las escasas reservas de divisas.
Barrios concluyó su carta con duras críticas sobre la forma en que el gobierno organizaba su trabajo: los cargos clave se distribuían mediante un sistema de cuotas entre los partidos de la coalición, lo que generaba falta de organización y de una visión colectiva, anteponiendo los intereses partidistas al avance de la revolución. También señaló que al no pertenecer a ningún partido —se describió a sí mismo como “independiente”—, ni el presidente del Banco Central (militante socialista) ni el vicepresidente (comunista) tomaban en cuenta sus análisis y recomendaciones. Su descontento se extendía al Ministerio de Hacienda, dominado por el Partido Comunista durante casi todo el período de la Unidad Popular.
A las seis de la mañana del martes 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende recibió una llamada de uno de sus asesores, informándole que la flota había regresado inesperadamente a Valparaíso desde un ejercicio naval. El golpe de Estado tan temido estaba en marcha. Decidió trasladarse de inmediato al Palacio Presidencial para resistir desde allí.
Jaime Barrios vivía a dos cuadras de La Moneda, justo en Moneda 920, departamento 1103. En cuanto supo del Golpe, se dirigió a la sede de gobierno junto a su esposa, Nancy. Su hijo de 15 años, Enrique, permaneció en el hogar.
Jaime y Nancy se unieron al presidente, algunos miembros del gabinete, un destacamento de carabineros aún leales al gobierno, un grupo de médicos y al equipo de seguridad de Allende. A las 11:13 a.m., los carabineros cambiaron de bando y abandonaron el edificio. Una hora más tarde, aviones de combate de la Fuerza Aérea bombardearon La Moneda. A las 2:31 p.m., Allende decidió que era inútil seguir resistiendo. Pidió a sus seguidores que se rindieran y salieran con una bandera blanca. Él sería el último en abandonar el lugar. Cuando el último hombre salió, el presidente se sentó en un sofá y se suicidó con un fusil AK-47.
Jaime Barrios y los demás asesores que resistieron fueron trasladados al Regimiento Tacna, donde fueron torturados durante dos días. El 13 de septiembre, más de 20 defensores de La Moneda fueron trasladados a un campo de entrenamiento militar en Peldehue, en las afueras de Santiago, donde fueron ejecutados y enterrados en fosas poco profundas.
Años después, la dictadura exhumó los cuerpos y arrojó los restos al océano Pacífico. Jaime Barrios es uno de los más de 1.200 detenidos desaparecidos de Chile. Su familia ha buscado durante años recuperar (al menos parte de) sus restos.
Imagen de portada: Billete con la firma de Jaime Barrios como gerente general del Banco Central durante la Unidad Popular.