El autor de Calle Londres 38 cuenta en esta entrevista cómo fue la investigación (las mayores dificultades, los hallazgos, el silencio ante los exterminios en masa en el sur de Chile) de su último libro, centrado en el caso de Pinochet en Londres y la relación que el dictador chileno tuvo con Walter Rauff, jerarca nazi que se refugió en Punta Arenas y que habría tenido un vínculo con la DINA. También advierte que estamos entrando en una época que guarda enormes similitudes con la Europa de los años 30 y llama a valorar lo que se logro en términos del derecho internacional tras la Segunda Guerra Mundial.
por Paula Escobar Chavarría I 2 Julio 2025
Philippe Sands no disimula la emoción cuando entra a la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP para presentar, como primicia mundial, su nuevo libro, Calle Londres 38. Dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia. Destacado escritor, profesor y abogado de derecho internacional, no solo estuvo en Santiago, sino en Valparaíso y Punta Arenas, visitando los lugares donde ocurre su libro-indagación-ensayo sobre la relación entre el jerarca nazi Walter Rauff y Augusto Pinochet. Con una sala atiborrada de amigas y amigos chilenos, se lanzó a conversar sobre su obra. Esta conversación de más de una hora fue editada y condensada.
“Walter Rauff —comienza diciendo— aparece en una gran cantidad de libros de literatura que he leído, como un libro que me encanta, de Roberto Bolaño, Nocturno de Chile, donde figura con un nombre diferente y le da lecciones de teoría marxista a Pinochet. Hay que entender que este es un hombre que ha sido responsable de haber creado las furgonetas de gas ambulante, acusado por genocidio, crímenes de lesa la humanidad. Se va a Siria, a Ecuador y luego llega a Chile, porque Pinochet lo invitó. Yo no sabía eso, y la mayoría de las personas probablemente no lo saben, pero lo que ocurre, como muestro en el libro, es que en Quito, en 1955, Rauff y su esposa conocen a una pareja chilena encantadora; la pareja dice: “Está en el país equivocado, debe irse a Chile, queremos gente como usted, hay una comunidad alemana”. Rauff se va a Punta Arenas y se vuelve gerente de una pesquera, Camelio, que enlata centolla. Luego, en 1963, pidieron su extradición, pero no pudo ser extraditado, porque los crímenes ya ocurrieron hace mucho tiempo, vuelve a Punta Arenas y luego, el 11 de septiembre del 73, su amigo de Quito era Augusto Pinochet. Ese descubrimiento es la génesis de la historia”.
¿Cómo es posible que Rauff viviera en Punta Arenas, como cualquier ciudadano normal, a pesar de ser uno de los nazis más buscados?
Es una pregunta bastante compleja. Antes de 1962, cuando fue arrestado, en Punta Arenas y Porvenir hay rumores, pero nadie sabe con certeza qué había hecho. Luego llega a Santiago, se presenta ante la Corte Suprema —cuando piden su extradición— y está en las primeras páginas de todos los periódicos. Entonces cuando vuelve a Punta Arenas, todo el mundo sabe ya. La respuesta a tu pregunta descubrí que es bien interesante; la supe de señoritas que trabajaron en la Pesquera Pirata, luego Pesquera Camelio, unas mujeres que ahora están en los 80 años. Conocí cuatro o cinco mujeres maravillosas. Y decían: “Sí, sí, sabíamos, sabíamos todo lo que había hecho, pero francamente daba lo mismo. Teníamos 16 años, solo nos importaba tener un trabajo decente, encontrar esposos. Sabíamos las historias, los mayores estaban más molestos”. Pero hay un segundo aspecto que me parece significativo, que es la región. Esta es una región donde toda una comunidad fue borrada, los selknam, exterminada, y eso es reconocido hoy por el Estado chileno como genocidio, a principios del siglo XX, por los británicos, españoles y alemanes. Muchos de ustedes puede que hayan visto Los colonos, de Felipe Gálvez y Antonia Girardi, una película maravillosa que cuenta la historia bastante gráficamente. Entonces, creo yo que esta es una región en la cual todos tienen cierto sentido del asesinato en masa, pero no se comenta; simplemente lo metemos bajo la alfombra y esperamos que desaparezca, aunque no desaparece.
¿Cómo podría describir la relación que tuvo Rauff con la DINA?
Cuando yo comencé a venir a Chile, a investigar en internet y en otros lugares, encontré muchos rumores y alegatos. La gente decía: sí, estuvo involucrado en la construcción de la isla Dawson, trabajó en Colonia Dignidad, sí, hizo esto y lo otro. Honestamente, no encontré evidencia. Busqué y busqué, y seguí buscando. Sabemos que no va a haber documentos, porque después del asesinato de Orlando Letelier, en septiembre del 76, Manuel Contreras y Pedro Espinoza destruyeron todos los documentos. Entonces, si yo quería hablar sobre estos rumores y demostrar evidencia, no solamente alegatos, mitos, tenía que hablar con las personas. La primera, de gran importancia, fue León Gómez. Y quisiera expresar el respeto a su memoria, porque falleció hace unas semanas y me siento muy triste. Él fue detenido en julio del 74. Y escribió y dijo que había sido interrogado personalmente por Walter Rauff. Me reuní con él repetidas veces y entregó un testimonio creíble. El problema es que nadie más mencionó a Walter Rauff. El abogado dentro de mí dice: una persona no es suficiente para decir que hay una conexión. Tardé tiempo y hablé con un periodista, Carlos Basso, en Concepción, que me presentó a Samuel Fuenzalida, conscripto del Ejército y exagente de la DINA. Jamás olvidaré la primera conversación. No mencionamos el nombre de Rauff en absoluto. Y le mostré tres fotografías. Solo una era de Rauff, era una prueba. Decía: “No, no, sí. Este sí”. ¿Pero cómo conoce a este?, le pregunté. “Bueno, porque lo vi en Marcoleta”, dijo Fuenzalida. “No sé qué hacía, pero… Entendimos que él trabajaba para la pesquera”. ¿Qué pesquera? “La Pesquera Arauco”. Eso de inmediato presenta una alerta. ¿Por qué? Porque Gómez me había dicho que cuando fue transportado a Londres 38 fue en una van refrigeradora de la Pesquera Arauco. Y le dije, ¿conoce el nombre de esta persona? Me dice: “No, no”.
No hablaron del nombre.
Al día siguiente nos juntamos en Santiago. Y empezamos a hacer el mismo ejercicio, pero con diferentes fotografías de Walter Rauff. Y cada vez lo reconocía solamente a él. Luego me dice: “¿Tú conoces el nombre de este hombre?”. Y yo le digo sí. Y me dice, “bueno, ¿me dices cómo se llama?”. Sí: Walter Rauff. Y él: “Ahora entiendo”. Y uno puede ver este entendimiento. Ahí me presentó a más personas que lo reconocían, y el más importante es un personaje central en el libro, conocido para muchos de ustedes, Jorgelino Vergara, conocido como El Mocito. Y fuimos a los lugares donde él vio a Walter Rauff con Manuel Contreras. Y supimos sobre el rol de la Pesquera Arauco, y había más evidencia que emergía de otras personas. Entonces, al final, yo fui informalmente a visitar a Mario Carroza, juez chileno, obviamente una persona de gran integridad, y compartí con él lo que tenía. Me dijo: “Sí, hay presunción. Se presume que trabajó para la DINA”.
Hablemos ahora sobre el caso de Pinochet. Usted fue parte de este caso, representando a Human Rights Watch, pero podría haber sido al revés (en la defensa de Pinochet).
Hubiese podido, y debió ser al revés… por esto: a Pinochet lo arrestaron el 16 de octubre. Muy interesante, pues nunca había ocurrido en la historia de la humanidad. Es la primera vez en la historia que un exjefe de Estado es arrestado en otro país por delitos internacionales, crímenes internacionales contra la humanidad: nunca había pasado antes. Vino el tema de la inmunidad. ¿Porque es jefe de Estado? ¿Porque es diplomático? Dos semanas pasaron. Yo voy al funeral de mi abuelo en el cementerio de París. Me llaman la mañana del 31 de octubre. Me dicen: “Bueno, tenemos (en línea) al abogado de Pinochet. Quieren contratarlo”. Yo le digo: “Te llamo mañana, estoy en el cementerio, no te puedo hablar ahora”. Me reúno con Natalia, mi amada esposa, mitad española, y le digo, con cierta emoción, porque es el caso criminal internacional más importante desde Nuremberg y, francamente, quiero participar. Y le digo: “Los abogados de Pinochet llamaron y quieren revisar el tema de la inmunidad”. “Lo vas a hacer?”, me pregunta. Y yo: “Bueno, tenemos este principio llamado cab driver, somos como conductores de taxis. Tenemos la obligación de tomar y llevar a cualquiera que llegue a nuestro taxi. No podemos decir que no nos gusta la cara de esa persona, no me gusta la política, no me gusta el color de su piel. No, hay un deber…”. Hay excepciones, sí. Y ella es americana, también es abogada, y cree que es una basura ese tema del principio del conductor de taxi. “Ya —responde—, bueno, puedes hacerlo si quieres, pero si lo haces, me divorcio mañana”. Eran muy claras las consecuencias.
Otro descubrimiento del libro es que por primera vez Cristián Toloza, funcionario del gobierno de Frei que negoció con el de Tony Blair, reconoce que sí hubo un trato entre ambos gobiernos: que Pinochet iba a ser enviado de vuelta, que entonces iba a perder la inmunidad, iba a ser procesado aquí en Chile, e incluía también un engaño con respecto a su salud. ¿Cómo llegó a ese testimonio?
Toloza acordó primero reunirse conmigo para poder hablar, conocerme, entender qué buscaba. Y para él era como pensar: Okey, después de 25 años, es hora ya de contar la historia de lo que ocurrió. Él me dio una claridad completa. Es una persona fantástica, honorable, y fue escogido para cumplir el rol de intermediario, porque se pensaba que sus habilidades comunicacionales eran excelentes, podía tener un entendimiento con respecto a cómo funciona el cerebro inglés. Y sí, diseñó una estrategia brillante para hacer lo que su país le estaba pidiendo, que era traerlo de vuelta. Me habló sobre las reuniones, sobre los elementos para que estuviera incapacitado para enfrentar un juicio, volviera, perdiera su inmunidad, y después ser procesado y perseguido en Chile. Eso fue muy consistente con otras historias que yo pude recolectar. Sin embargo, la parte crucial de la historia, la más importante, que algunas personas han descrito como escándalo, es que los británicos querían pruebas de que las autoridades chilenas tenían evidencia de que la Corte Suprema chilena le quitara la inmunidad a Pinochet. Eso fue muy importante, en ese punto yo ya sabía, pues ya me había dicho el señor Insulza (entonces canciller, hoy senador), que el presidente Frei había ido a ver al presidente de la Corte Suprema y había dicho: “Cuando Pinochet vuelva, tienes que quitarle la inmunidad”. Sin embargo, los británicos querían más, querían pruebas, y Cristián Toloza me dijo que fue a Londres, en el otoño de 1999, en circunstancias de que para las cortes chilenas no había ninguna prueba documental de que Pinochet haya ordenado o pedido asesinatos, con un documento que auditaba la operación conocida como Caravana de la Muerte, donde 97 personas fueron ejecutadas la primera semana después del golpe de Estado, y que sí fue firmado por Augusto Pinochet. El señor Toloza me dijo que mandó una copia a Londres, se la entregó a Jonathan Powell, su contraparte en el gobierno británico. Powell la tomó, la aceptó como evidencia necesaria para que el trato se realizara, y se hizo. Yo quise juntarme con Powell, que después acordó reunirse conmigo y confirmó ciento por ciento lo que me había dicho Toloza. Bajo esas bases no tuve dudas de que sí hubo un trato. ¿Y cuál fue el trato? No hay duda alguna de que en algún lugar existe un documento que tiene la firma de Augusto Pinochet con respecto a la Caravana de la Muerte. Y lo que tienen ustedes que preguntarse es por qué jamás hemos visto este documento, y por qué los británicos lo tienen, pero el pueblo chileno jamás lo ha visto. Para mí, eso es muy significativo.
Hablando de Walter Rauff, en Alemania la derecha extrema tiene más de 20% de los votantes en la última elección. Y en Chile han subido los partidos de ultraderecha, y para la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado fue muy difícil encontrar consensos básicos, fue un gran retroceso con respecto a lo que ocurrió a los 40 años. ¿Qué piensa de este momento?
Cada uno de ustedes tiene derechos y eso está siendo amenazado. No solo por el alza del grupo nacionalista o de derecha extrema en muchos lugares, incluyendo Gran Bretaña. Pero eso, sin embargo, está conectado con la idea de que estamos entrando a una era de impunidad. El subtítulo del libro es Impunidad. Rauff y Pinochet esencialmente son casos de impunidad, y vemos esto en relación con otros casos donde hay impunidad; estoy pensando en Putin, en relación con Ucrania; en Palestina. Entonces hay varias cosas que están ocurriendo, y no olvidemos tampoco lo que está ocurriendo en Estados Unidos en este momento. Y tengo que decir que al estar inmerso, como he estado en los últimos años respecto de lo ocurrido después del 11 de septiembre de 1973, que hoy está pasando lo mismo que en los años 30, en Yugoslavia, y lo mismo que ocurrió donde los horrores empiezan: es que comienza con una serie de cosas, se prohíben un par de libros, se silencian algunas personas, eso es lo que está ocurriendo ahora en Estados Unidos, y tengo que decir, se ve familiar, horriblemente familiar para alguien que ha sido parte de lo que ustedes han vivido en este país. Porque están sacando a las personas de las calles en Estados Unidos, parece casi increíble… Comienzan con extranjeros que no tienen la visa, pero ahora ya eso no es suficiente gente, entonces siguen con personas con Green Card, que tienen algo que no les gusta. ¿Qué pasa con aquellos que no tienen doble nacionalidad? Se les saca una de las nacionalidades para ser enviados al calabozo. Hace unas dos semanas estaba dando una charla: ¿Cuándo nos encontraremos en esa situación en la que van a empezar a desaparecer personas? Ustedes saben, en Chile, que una cosa lleva a la otra, tienen experiencia directa de esto… Y me parece que lo único que podemos hacer es seguir contando las historias, seguir recordando finalmente que esto va a terminar con lágrimas, siempre termina en llanto, y esa va a ser la pregunta: ¿Cómo reparamos los daños que se han hecho? ¿Cómo entonces ahora atribuimos responsabilidad? Con mis estudiantes, la manera en que puedo ser optimista es recordar que estos son los primeros días de la justicia criminal internacional, porque no olvidemos que antes del 45 no había nada. Antes de 1945 el presidente decía: “Bueno, en esta sala, voy a dividir la sala al medio, y en este lado, todos serán ejecutados mañana a las seis”. Y había silencio internacional, usted no tenía derechos. Entonces, el logro de 1945 fue muy significativo.
Imagen de portada: Philippe Sands en la presentacion de Calle Londres 38, en el auditorio de la Biblioteca Nicanor Parra UDP, el 5 de abril de 2025.
Calle Londres 38, Philippe Sands, traducción de Francisco Ramos Mena y Juan Manuel Salmerón, Anagrama, 2025, 584 páginas, $29.000.