La figura incomparable de Roberto Calasso

Fallecido el 28 de julio, el editor italiano dio vida a uno de los catálogos más sorprendentes, originales y refinados de cualquier época: el de la editorial Adelphi. Pero también escribió 11 ensayos mayores, que van desde los Vedas de la India hasta la mitología griega, desde Tiepolo hasta los impresionistas franceses, desde Kafka hasta la “actualidad innombrable”, con una amarga reflexión sobre la fascinación de la tecnología: “La digitalización es el asalto más grave que ha sufrido la inclinación a exponerse al choque de lo desconocido”, señaló. Y, para Calasso, lo desconocido era la esencia de la literatura.

por Paolo di Stefano I 3 Agosto 2021

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Si hay un destino editorial, debió haber decidido revelarse el 29 de julio de la manera más burlona, ​​haciendo coincidir la muerte de Roberto Calasso (en la noche entre el 28 y el 29) con la publicación de dos de sus libros, los más autobiográficos. Se trata de Memè Scianca, que cuenta sus primeros 13 años, vividos en Florencia, y Bobi, donde recuerda, mediante destellos sucesivos, la figura de Roberto Bazlen, el intelectual triestino que en 1962 concibió la editorial Adelphi junto con Luciano Foà, implicando de inmediato, en Roma, a Calasso, entonces de 21 años.

Hijo del historiador del derecho Francesco Calasso —antifascista acusado junto con Ranuccio Bianchi Bandinelli de haber matado a Giovanni Gentile—, Roberto había vivido una infancia culturalmente muy precoz, enriquecida por presencias familiares como Arnaldo Momigliano y Giorgio Pasquali. Su madre, Melisenda, clasicista, alumna de Pasquali y Ettore Bignone, era hija de Ernesto Codignola, el filósofo-pedagogo que fundó la Escuela-Ciudad Pestalozzi de Florencia y que creó la editorial La Nuova Italia. En la biblioteca de su abuelo, el niño Roberto aprovechó de acercarse a la literatura: la primera revelación le llegó a través de una edición económica de Cumbres Borrascosas, gracias a la cual entendió que la lectura podía reemplazar a los juegos. Luego, con solo 13 años, recibió como regalo de su padre la edición La Pléiade de la Recherche, de Proust, que leyó con avidez. Siempre en Florencia, maduró su pasión musical, frecuentando el “Teatro Comunale”.

En Roma, a partir de 1957, se abre una vida nueva para Calasso, gracias a la licenciatura en literatura inglesa con Mario Praz y luego, a partir de 1962, gracias al conocimiento de (y admiración por) el irregular, misterioso, inexpugnable Roberto Bazlen, el consultor editorial, lector insaciable y universal.

En Roma, a partir de 1957, se abre una vida nueva para Calasso, gracias a la licenciatura en literatura inglesa con Mario Praz y luego, a partir de 1962, gracias al conocimiento de (y admiración por) el irregular, misterioso, inexpugnable Roberto Bazlen, el consultor editorial, lector insaciable y universal, al que se acercó gracias a Élemire Zolla y Cristina Campo. Bobi, ha escrito Calasso, fue para él lo esencial que le faltaba entre los tantos talentos conocidos en ese período juvenil. La criatura editorial concebida por su amigo, impulsada por Foà y financiada por Roberto Olivetti, nació de una escisión, que coincidió con el rechazo “político” de Einaudi de publicar las obras de Nietzsche, a cargo de Giorgio Colli. De ese primitivo enfoque heterodoxo y apasionado (“Solo haremos los libros que nos gusten mucho”, recomendaba Bazlen), Calasso será el heredero y el constructor genial, ya que Bobi moriría muy pronto, en 1965, después de haber visto únicamente el primer volumen: La otra parte, de Alfred Kubin, “un libro que le importaba mucho no solo porque era el más bello Kafka antes de Kafka, sino porque la ‘otra parte’ era el mismo lugar donde Adelphi estaría situada”.

La idea era la del “libro único”: la casa editorial es una suma de objetos que, unidos, vienen a formar un solo libro. Calasso se convirtió en director editorial, luego administrador y propietario, así como padre-maestro, de ese libro único, en el que también encontró lugar su obra, otro libro único compuesto por los 11 ensayos mayores que van desde los Vedas de la India hasta la mitología griega, desde Tiepolo hasta los impresionistas franceses, desde Kafka hasta la “actualidad innombrable”, con una amarga reflexión sobre la fascinación de la tecnología y sobre el declive de la época del conocimiento (y del libro): “La digitalización es el asalto más grave que ha sufrido la inclinación a exponerse al choque de lo desconocido”. Y, para Calasso, lo desconocido es la esencia de la literatura.

Con el catálogo de Adelphi y sus portadas en colores pastel, Calasso ha conquistado el mundo. Envidiado, admirado, por momentos adorado, en Alemania, Francia, Estados Unidos, mientras que en Italia la cultura del lado marxista muchas veces lo observaba con desconfianza por las cuerdas irracionalistas, gradualmente nihilistas, etnológico-religiosas, místico-orientales, que vibraban en aquel mosaico que era el ‘libro único’. El hecho más inesperado fue que en un cierto momento, hacia la década de los 80, el viento cambió y el público empezó a apreciar el refinamiento adelphiano, incluso un poco esnob, hasta el punto de convertirla en una marca de moda.

Con el catálogo de Adelphi y sus portadas en colores pastel, Calasso ha conquistado el mundo. Envidiado, admirado, por momentos adorado, en Alemania, Francia, Estados Unidos, mientras que en Italia la cultura del lado marxista muchas veces lo observaba con desconfianza por las cuerdas irracionalistas, gradualmente nihilistas, etnológico-religiosas, místico-orientales, que vibraban en aquel mosaico que era el “libro único”. El hecho más inesperado fue que en un cierto momento, hacia la década de los 80, el viento cambió y el público empezó a apreciar el refinamiento adelphiano, incluso un poco esnob, hasta el punto de convertirla en una marca de moda. El triunfo de Hermann Hesse y Joseph Roth (maldito entre las vetas subversivas de la izquierda) trajo consigo nombres, entonces casi desconocidos: de Robert Walser a Karl Kraus, de Schnitzler a Lernet-Holenia, de Milan Kundera a Thomas Bernhard, hasta el húngaro Sándor Márai, cuyas novelas estaban destinadas a convertirse en long-sellers, aunque ya habían sido propuestas en Italia, sin haber salido nunca de las sombras.

Es el toque Adelphi el que los transforma, como ha transformado ciertos redescubrimientos en casos internacionales, como Mordecai Richler, el tan olvidado Guido Morselli (quien en vida consiguió un récord de rechazos editoriales), Anna Maria Ortese, siempre percibida como escritora para unos pocos y convertida, con El colorín afligido (1993), en la vejez y de manera impensable, en una autora que figura en las listas de más vendidos. Incluso Simenon (autor de la editorial Mondadori) fue relanzado por Calasso, y junto a Simenon han podido imponerse un novato como Aldo Busi (aunque los italianos vivos eran muy selectos) y, en los últimos años, Carlo Rovelli, un físico que ha estado en la cima de las listas de ventas, un evento extraordinario en la historia editorial. Todo esto estaba acompañado de Milarepa, El secreto del Teatro Nō y el I Ching. Y a la recuperación de Savinio, de todo Gadda, de Sciascia, de Landolfi, de Manganelli, de Parise, de Arbasino… Sin olvidar al Carrère “desperdiciado” por Einaudi. La palabra clave de su empresa, para Calasso, era “apuesta”.

Su presencia tan inmensa en la cultura italiana de la segunda mitad del siglo XX despertó la irritación de muchos. Entre ellos, del ensayista Alfonso Berardinelli (que le acusa de reducirlo todo ‘al absoluto formal, la epifanía de lo divino y muchos escalofríos’). El poeta y crítico Giovanni Raboni, que ironizó sobre su elitismo y sobre el ‘aura de intransigencia esnob’. El filólogo Cesare Segre, quien le reprochó haber publicado al antisemita Léon Bloy.

El hecho es que se trata de una figura incomparable no solamente de la edición, sino de la cultura: ha sido un editor total (editor de la labor de editar y editor de la labor de publicar), ensayista y escritor, autor de su propia editorial, además de un lector omnívoro, y también ha sido un teórico de la edición en breves volúmenes unidos por el color celeste: sobre las bibliotecas públicas y privadas, sobre las portadas, sobre el arte de las solapas, sobre el marketing, sobre la “écfrasis inversa” de las portadas, sobre las revistas, sobre los colegas más apreciados, incluidos los adversarios (Einaudi sobre todo), sobre “la edición como género literario”.

Precisamente: la edición como género literario. En Italia ha habido numerosos de los así llamados literatos-editores, a menudo excelentes (Pavese, Vittorini, Calvino, Sereni, Debenedetti, Bollati), pero ninguno ha sido tan completo como Calasso. El autor era de alguna manera “inexpugnable” como su maestro Bobi: inexpugnable para la particular narración ensayística o ensayística narrativa que practicaba. Y luego porque, como demuestra Elena Sbrojavacca en un estudio reciente, su “literatura absoluta”, que comienza en 1983 con La ruina de Kasch y que se configura en 11 volúmenes, dibuja una suerte de viaje laberíntico que toca los Vedas indios, la mitología griega (Las bodas de Cadmo y Harmonía, 1988, que vendió medio millón de ejemplares), la Venecia de Tiepolo, el París de los impresionistas, la Praga de Kafka, la modernidad digital del Homo saecularis que aniquila la enigmática vocación de la literatura.

Si, como escribe Calasso, la obra del no-escritor Bazlen es Adelphi, la obra de Calasso es ciertamente más compleja, porque comprende, en una especie de atracción recíproca, el catálogo editorial (como un “género literario” particular) y la laberíntica producción literaria: el uno incluye a la otra y la segunda incluye al primero. Su presencia tan inmensa en la cultura italiana de la segunda mitad del siglo XX despertó la irritación de muchos. Entre ellos, del ensayista Alfonso Berardinelli (que le acusa de reducirlo todo “al absoluto formal, la epifanía de lo divino y muchos escalofríos”). El poeta y crítico Giovanni Raboni, que ironizó sobre su elitismo y sobre el “aura de intransigencia esnob”. El filólogo Cesare Segre, quien le reprochó haber publicado al antisemita Léon Bloy. Y el germanista Cesare Cases, que convirtió a Calasso en el controvertido blanco de muchas de sus intervenciones satíricas de naturaleza política. Fueron discusiones ásperas en tiempos en los que el debate cultural no era un tabú. Hay quienes recuerdan que cuando no le respondía por escrito, Calasso le hacía llegar a su “enemigo” Cases una caja de bombones.

 

 

Artículo publicado en el diario Corriere della Sera, el 29 de julio de 2021. Se traduce con autorización de su autor. Traducción: Patricio Tapia.

 

Sus dos últimos libros

Memè Scianca, Adelphi, 2021, 98 páginas, €12.

 

Bobi, Adelphi, 2021, 96 páginas, €12.

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