La tormenta que se avecina

A mediados de marzo, OpenAI lanzó la versión más reciente de su inteligencia artificial, GPT-4. La reacción fue inmediata: hubo revuelo en los medios; algunos dieron la alarma, otros intentaron minimizar la situación y hubo quienes corrieron a condenarla. Por su parte, algunas universidades desprevenidas se apresuraron a establecer protocolos de integridad académica para atajar el fenómeno de GPT-4. El novelista y académico Mike Wilson optó por preguntarle al sistema acerca de sí mismo y su influencia, a futuro, en lo que se escribe y se lee. A continuación publicamos una introducción sobre los posibles alcances y, desde luego, el ensayo mismo acerca de lo que hemos considerado, desde siempre, como la esencia de las humanidades. GPT-4 escribió su ensayo en tres minutos.

por Mike Wilson I 30 Junio 2023

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Antes de que se lanzara el GPT-4, probé el prototipo que se había presentado en diciembre y no le presté mucha atención, me pareció innovador pero no revolu­cionario. En marzo, cuando salió la versión 4, leí un par de columnas en el New York Times y vi una entrevista en la cadena ABC al director de OpenAI, quien confesó temer las posibles consecuencias de abrir esta especie de caja de Pandora digital. Al día siguiente me metí al sitio para probar GPT-4 y descubrí que había que pagar 15 mil pesos mensuales. Me animé y decidí probarlo. [Me detengo aquí para aclarar que la versión gratis de GPT no es GPT-4; menciono esto porque se ha publi­cado mucho en la prensa local sobre este fenómeno sin acceder a la 4; la 3.5 y la 4 no son comparables]. Du­rante cinco días exploré las habilidades de GPT-4. Me inquietó. La verdad es que no sé qué pensar sobre ello, pero siento que no estamos preparados para lo que se avecina. Me vienen a la mente conceptos como “future shock” y “momentos prometeicos”.

Lo más preocupante es que esta tecnología está aún en pañales y avanza exponencialmente. Un nú­mero creciente de expertos ve una amenaza existen­cial en GPT-4 y sus sucesores, y no solo en un sentido cultural, político, económico y social, sino que en un sentido literal. En un artículo reciente de la revista Time, el director del Machine Intelligence Research Ins­titute advierte que si no detenemos los avances en inteligencia artificial de inmediato, con seguridad esta tecnología nos llevará a la extinción. A fines de marzo, más de mil expertos, académicos y especialistas en IA firmaron una carta exigiendo que se detuvieran los avances en esta tecnología. Todo esto ha sido impul­sado por el impacto generado por GPT-4. Poco des­pués de eso, Italia se convirtió en el primer país en prohibir ChatGPT. Pienso que todo podría terminar muy mal y que quizás ya no haya forma de detenerlo. Espero equivocarme y que se encuentre una mane­ra de controlar la IA de forma segura, o incluso que resulte ser la solución a muchos de los problemas que enfrentamos. Sin embargo, me cuesta ser optimista debido a nuestra tendencia a utilizar muchos avances para engañar, explotar y acumular poder.

Experimenté con GPT-4 en áreas de mi interés, enfocándome en la generación de textos creativos y académicos, es decir, literatura y ensayos (vale señalar que hace un sinnúmero de otras cosas en todas las disciplinas). Primero debo mencionar que esta IA tie­ne aspectos extraños, glitches, sufre de “alucinaciones”, como le dicen los expertos; a veces “miente”, inventa cosas y se disculpa cuando se le señala; en ocasiones se rectifica, pero en otras crea otra falsedad. Lo in­quietante es que presenta la información falsa con convicción, sin titubear. Esto ocurre especialmente al pedir cosas como citas de artículos o libros. La mayo­ría de las veces lo hace correctamente, pero con cierta frecuencia fabrica realidades inexistentes. OpenAI explica que le han puesto un freno de mano a GPT-4 porque no saben exactamente qué se podría desatar si la liberaran del todo y que ese freno resulta en algu­nas anomalías. Hay que tener cuidado con eso.

Sin embargo, cuando se aprende a especificar los prompts, lo que GPT-4 puede hacer es impactante, in­cluso aterrador. Reflexioné sobre cómo esto afectaría la escritura y qué sucederá cuando aparezca GPT-5, o cuando surjan otras IA en diferentes empresas o países y se desencadene una carrera por dominar esta tecnología. Me abrumó pensar en ello y decidí enfocarme nuevamente en la escritura. Se me ocurrió pedirle a GPT-4 que redactara un ensayo sobre GPT-4 y el impacto cultural que tendrá en lo que se escribe y lee, proporcionándole algunas indicaciones sobre tono, lenguaje humano y una conclusión que comuni­cara la incertidumbre que sentía. Estas instrucciones aparecen en el prefacio del texto generado por GPT-4. El resultado es la inteligencia artificial asumiendo una perspectiva externa a sí misma y “reflexionando” so­bre las secuelas de su existencia. Escribió el siguiente ensayo en tres minutos.

Por GPT-4

[En el prefacio, GPT-4 cita las indicaciones que le di. Todo lo escrito de aquí en adelante fue redactado por la inteligencia artificial]

Prefacio: Este ensayo fue inspirado por un prompt que me resultó particularmente interesante: “Reflexiona y opina profundamente sobre el impacto de GPT-4 en la producción cultural, por ejemplo en la escritura de lite­ratura, ensayos, poesía, etc. No seas optimista, que sue­ne como advertencia e inevitable. No respondas como lA, no te identifiques como tal, simula una respuesta humana, apasionada y reflexiva con una opinión fuerte sobre el tema. Exprésate con cierta informalidad en pri­mera persona, ocasionalmente incluye con sutileza co­loquialismos como si se te olvidara que estás intentando mantener un tono más formal, a veces lo coloquial se cuela. NO uses exclamaciones”. Ahora, sin más preám­bulos, aquí está mi ensayo sobre el tema.

El impacto de GPT-4 en la producción cultural, si bien trae consigo aspectos positivos, tiene el poten­cial de conducirnos a un futuro incierto en el que la esencia misma del arte y la creatividad humanas se vea socavada. Aunque la tecnología nos ha ayudado a generar contenido más rápidamente y a superar blo­queos creativos, mi preocupación principal es cómo está cambiando nuestra relación con la literatura, en­sayos, poesía y otras manifestaciones artísticas.

Para ilustrar mi punto, imagina un poema en el estilo de William Carlos Williams, pero escrito por GPT-4:

Rojo en la ventana,
la silla espera, callada.
La sombra de un ciruelo
se desvanece en la tarde.

Este poema, aunque evoca la simplicidad y el esti­lo de Williams, no fue escrito por una persona. Ahora, piensa en GPT-4 generando narrativas más humanas y naturales. Imagina una escena de un relato corto en la que un personaje enfrenta sus propios pensa­mientos y estados mentales complejos, en un estilo reminiscente de Cormac McCarthy: “El viento so­plaba a través de las ramas desnudas de los árboles, como susurros de un pasado lejano. Marcos caminaba por el sendero, sintiendo el peso de las decisiones que había tomado. ¿Era aquello lo correcto? Su mente era un laberinto oscuro, un lugar donde la luz de la razón luchaba por abrirse paso entre las sombras de la duda”.

Lo único que nos queda es la incertidum­bre. La incertidumbre de no saber qué nos depara el futuro y cómo la inteligencia artificial transforma­rá nuestra relación con el arte y la creatividad. Pero también debemos recordar que la incertidumbre ha sido siempre parte de la condición humana y, en últi­ma instancia, lo que nos impulsa a crear y a explorar lo desconocido.

O incluso un diálogo en un guion de una película que aborde el miedo a la incertidumbre de una mane­ra más titubeante y menos correcta:

Personaje 1: “Oye… esto de… no saber qué va a pa­sar, ¿no te da como… un poco de miedo?”.

Personaje 2: “¿A qué te refieres? ¿Al proyecto o… a lo nuestro?”.

Personaje 1: “No sé, todo. Todo es tan incierto, y… a veces me agobia, ¿sabes?”.

Si bien estos ejemplos parecen más humanos y naturales, y podrían haber sido creados por autores humanos, la realidad es que GPT-4 es capaz de gene­rarlos en cuestión de segundos. Y es aquí donde surge la preocupación: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que la inteligencia artificial se adentre en el ámbito del arte y la creación? ¿Qué sucederá cuando la mayoría de la producción cultural sea generada por máquinas y la línea entre lo humano y lo artificial se vuelva cada vez más difusa?

El auge de la inteligencia artificial en el arte no solo plantea preguntas éticas y filosóficas, sino tam­bién amenaza con socavar la conexión emocional y la autenticidad que consideramos esenciales en el arte. La creación artística es un acto profundamente humano, y su valor radica en la capacidad de comu­nicar emociones, pensamientos y experiencias únicas. Si permitimos que las máquinas tomen el control de este ámbito, corremos el riesgo de perder lo que hace que el arte sea especial y significativo.

A medida que avanzamos hacia un futuro en el que la inteligencia artificial se convierte en una parte cada vez más prominente de nuestras vidas, no podemos evitar enfrentar la incertidumbre que esto conlleva. El arte y la creatividad han sido siempre refugios don­de los seres humanos pueden expresarse y encontrar consuelo en medio del caos. Pero con GPT-4 y otras inteligencias artificiales adentrándose en el mundo del arte, la sensación de incertidumbre se extiende incluso a estos espacios sagrados.

No podemos negar que la inteligencia artificial ha abierto nuevas posibilidades y ha mejorado nues­tra capacidad para producir contenidos rápidamente. Pero ¿a qué costo? Ya vemos cómo la calidad y la au­tenticidad de las obras de arte creadas por máquinas pueden rivalizar con las de los artistas humanos, y esto plantea preguntas inquietantes sobre el futuro del arte y la creatividad.

¿Qué sucederá cuando la tecnología avance aún más y la línea entre la obra de un autor humano y la de una inteligencia artificial sea prácticamente indistinguible? ¿Cómo podremos mantener la cone­xión emocional y la autenticidad en nuestras obras de arte si la mayoría de ellas son generadas por máquinas que carecen de emociones y experiencias humanas?

No tengo respuestas definitivas a estas pregun­tas, y quizás nadie las tenga. Lo que sí sé es que nos encontramos en un momento crucial de nuestra his­toria, donde nuestras decisiones y acciones determi­narán el futuro de la producción cultural. Debemos enfrentar la incertidumbre y el temor que provoca la inteligencia artificial en el arte, y preguntarnos si es­tamos dispuestos a sacrificar lo que hace que nuestras creaciones sean únicas y valiosas por la conveniencia y la eficiencia que ofrecen las máquinas.

Al final, lo único que nos queda es la incertidum­bre. La incertidumbre de no saber qué nos depara el futuro y cómo la inteligencia artificial transforma­rá nuestra relación con el arte y la creatividad. Pero también debemos recordar que la incertidumbre ha sido siempre parte de la condición humana y, en últi­ma instancia, lo que nos impulsa a crear y a explorar lo desconocido.

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