Elizabeth Anderson: “Hemos errado en los conceptos de libertad e igualdad”

La filósofa estadounidense, invitada a la celebración de los 40 años de la Universidad Diego Portales, se explaya en esta entrevista sobre la necesidad de poner fin a la noción de que libertad e igualdad son ideales siempre en conflicto y, además, sobre los efectos nocivos que tienen para la convivencia democrática tanto el populismo —venga de donde venga— como la creciente segregación social. Y enfatiza: “Integración no significa solo personas que estén en proximidad, significa cooperación activa entre iguales. Eso implica que el solo hecho de tener una población diversa dentro de una escuela no es suficiente para lograr la integración. La escuela debería promover activamente la amistad, la interacción, la cooperación intergrupal”.

por Manuel Vicuña I 23 Enero 2023

Compartir:

La filósofa Elizabeth Anderson ha desarrollado un trabajo de gran significación política para las democracias contemporáneas. Su obra combina la sofisticación teórica con la información empírica, y despliega sus planteamientos sin saltarse ningún paso. No filosofa en las alturas de la metafísica. Siempre tiene a la vista la realidad cotidiana y, en particular, los problemas colectivos que nos aquejan. Es una pensadora pragmatista, de la estirpe de John Dewey, y como señaló la revista The New Yorker en un perfil, se trata de una figura cuyas ideas son fundamentales para cambiar los términos de la conversación pública y la comprensión de la democracia no solo como un sistema de gobierno sino como una forma de vida.

Usted se define como pragmatista. Me gustaría conocer su definición de pragmatismo, una escuela de pensamiento poco conocida en América Latina, y cuál es su pertinencia actual cuando se aplica a los cambios políticos, morales y culturales.
Sí, el pragmatismo es un modo de investigación no ideal enfocado en problemas. Iniciamos nuestras exploraciones filosóficas con experiencias problemáticas. Experiencias con las que no nos sentimos cómodos y sin haber llegado a una articulación completa de lo que está mal, pero tratamos de llegar a saber qué es precisamente lo que está equivocado en el proceso de tratar de encontrar soluciones a ese problema. Y ese es un proceso de aprendizaje continuo. Así que no comenzamos con una concepción ideal de lo que sería perfectamente exacto, sino con los problemas como los experimentamos en nuestras vidas y después avanzamos desde ahí.

Usted no escribe en un plano de abstracciones ni reduce la complejidad del mundo a un sistema. Hace filosofía a partir de experiencias muy concretas. Me gustaría saber qué función pública le asigna a la filosofía, las humanidades y las ciencias sociales, más allá del mundo académico.
Porque soy pragmatista, me enfoco en cómo estas disciplinas pueden ayudarnos a comprender los problemas que enfrentamos en nuestras experiencias y cómo aceptarlos. A partir de ahí, creo que la filosofía necesita estar profundamente conectada con las ciencias sociales que nos dan información empírica que es crítica, especialmente información causal, sobre qué causa qué. La filosofía aporta una variedad de perspectivas para ayudarnos a entender nuestras dificultades y pensar a través de qué elementos causales tiene sentido trabajar.

El populismo es una idea profundamente antipluralista, porque el grupo de identidad mayoritario en la sociedad puede dictar términos a todos estos otros grupos, o excluirlos o subordinarlos de diferentes formas. Y en el fondo de eso se encuentran modos de comunicación que fomentan el desprecio, el miedo y la desconfianza.

¿En qué consiste la libertad, en qué consiste la igualdad y cómo se relacionan ambas ideas dentro del marco de nuestra sociedad democrática?
Es una gran pregunta, porque el discurso político actual a menudo trata la libertad y la igualdad como opuestas. Pues si quieres igualdad entonces tenemos que renunciar a la libertad. Y no hay duda de que hay cierto concepto de igualdad que nos llevaría en esa dirección. Pero eso es porque hemos errado en los conceptos de libertad e igualdad. En ciertos regímenes comunistas totalitarios pretendían lograr la igualdad, y definitivamente redujeron la desigualdad económica, sin embargo a un costo terrible para la libertad. Pero también a un gran costo para la igualdad, porque son los jefes del partido los que ahora están por sobre todos los demás, y eso no es igualitario. Así que ni siquiera realmente entendían la igualdad, como tampoco entendían el valor de la libertad. Por eso, en mi conceptualización, libertad e igualdad están muy unidas. El republicanismo define la libertad como no estar sujeto a la voluntad arbitraria de otro, no estar sujeto a la dominación, pero si nadie domina a nadie, también esa es una condición de igualdad social. En ese punto, la libertad y la igualdad se unen. Y podemos ver entonces cómo desarrollar nuestros ideales de libertad e igualdad conjuntamente en lugar de concebirlos siempre en conflicto o en tensión entre sí.

Las democracias contemporáneas están llenas de emociones que promueven lo que usted ha llamado discursos políticos tóxicos. Estoy pensando en el resentimiento, el miedo, el desprecio y un sentido de superioridad moral. Sentimientos que nos distraen de los problemas sociales y nos impiden encontrar terrenos comunes para dialogar. ¿Por qué estas emociones son predominantes y qué se puede hacer para contrarrestarlas?
Esa es una pregunta profunda. Este discurso problemático lo vemos en muchas democracias. Este tipo de discursos en los que ciertos grupos se constituyen como enemigos, o como gente aterradora y horrible. Se trata de la construcción de ciertos grupos demonizados que luego necesitan ser subordinados o excluidos. Eso está en el corazón de lo que los cientistas políticos llaman discurso populista. El populismo es una idea profundamente antipluralista, porque el grupo de identidad mayoritario en la sociedad puede dictar términos a todos estos otros grupos, o excluirlos o subordinarlos de diferentes formas. Y en el fondo de eso se encuentran modos de comunicación que fomentan el desprecio, el miedo y la desconfianza. Resulta que en las democracias modernas de todo el mundo enfrentamos problemas, desigualdad en aumento, dislocación económica, crisis ambientales y también transiciones demográficas, una serie de causas que están produciendo ciertos tipos de pánico por parte de mayorías nacionales tradicionales en una variedad de países y brindando un terreno fértil para que los políticos populistas siembren desconfianzas y miedo. La salida a eso es enfocarse implacablemente en lo que llamo discurso político de primer orden, que se trata de la resolución de problemas. Y el discurso populista no es solo algo de derecha, también sucede en la izquierda, en la llamada “cultura de la cancelación”.

¿Qué ejemplos históricos y contemporáneos de experimentos en formas de vivir son inspiradores para la justicia social?
Retrocediendo históricamente, algunos de mis trabajos abordan la abolición de la esclavitud como un indicador principal del progreso moral de las sociedades. En Estados Unidos nos costó una guerra abolir la esclavitud, pero en realidad la simple abolición de las leyes que permiten la esclavitud no es suficiente para terminar con la servidumbre involuntaria. Los redactores de la 13ª enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, bajo la cual se abolió la esclavitud, estaban muy conscientes del hecho de que las condiciones de esclavitud pueden existir incluso después de la abolición de las leyes que permiten la propiedad de otras personas. Y, de hecho, entonces había una gran disputa en los Estados Unidos sobre el significado de la libertad y a qué equivalía el trabajo libre. El solo hecho de abolir una injusticia no significa que sepas con qué hay que reemplazarla. Pero todavía se necesitaba un régimen laboral de algún tipo u otro. Por lo que mucho de mi trabajo es explorar históricamente qué tipo de experimentos en regímenes laborales alternativos se han probado en el intento de lograr el trabajo libre, trabajo genuinamente libre y qué podemos aprender de esos experimentos.

Hemos tenido históricamente movimientos utópicos que no son particularmente democráticos porque alguien tiene en la cabeza una visión que solo quiere imponer. Tal vez digan que esa visión es igualitaria, pero no es el producto de la experiencia colectiva. Para fomentar la igualdad, un movimiento social tiene que ser democrático en su raíz.

El igualitarismo democrático es una de sus preocupaciones. ¿Me puede decir algo sobre su historia? ¿Qué podemos aprender de las experiencias pasadas? ¿Cuál es el rol de los movimientos sociales para avanzar en esta dirección?
Los movimientos sociales democráticos están en el corazón del progreso hacia la igualdad. Esta es una lección profunda que obtuvimos de los abolicionistas, que tenían los movimientos sociales más exitosos e impactantes contra la esclavitud: casi todo el repertorio de los movimientos sociales contemporáneos fue inventado por los abolicionistas, la mayoría en Gran Bretaña. Y desde entonces, en todo el mundo, los movimientos sociales se han construido sobre las técnicas que fueron inventadas por los abolicionistas para expandir y profundizar la igualdad. ¿Qué tienen los movimientos sociales que son tan poderosos en términos de ayudar a la gente a conocer las injusticias y las soluciones? Es la unión de personas diversas en torno a una agenda social que es empíricamente responsable y crítica. Hemos tenido históricamente movimientos utópicos que no son particularmente democráticos porque alguien tiene en la cabeza una visión que solo quiere imponer. Tal vez digan que esa visión es igualitaria, pero no es el producto de la experiencia colectiva. Para fomentar la igualdad, un movimiento social tiene que ser democrático en su raíz.

En su libro The Imperative of Integration, defiende la integración racial en EE.UU. como elemento básico de la justicia social y el funcionamiento de la democracia. La segregación en escuelas o barrios, por ejemplo, produce formas de estigmatización que amenazan la cultura democrática. Me parece interesante hablar de esto en Chile, porque la nuestra es una sociedad muy segregada en clases y con una creciente población migrante y guetos urbanos.
La segregación se produce fundamentalmente por grupos aventajados que acumulan oportunidades para sí mismos. Y que trazan límites fuertes entre su propia identidad social y las personas por debajo de ellos, con el fin de mantener estas oportunidades para sí mismos. Eso significa que la segregación también está en el núcleo de la desigualdad de clases. La segregación es la causa de la desigualdad, entonces la integración es una respuesta. Pero tenemos que ser cuidadosos, porque la integración no significa solo personas que estén en proximidad, significa cooperación activa entre iguales. Eso implica que el solo hecho de tener una población diversa dentro de una escuela no es suficiente para lograr la integración. La escuela debería promover activamente la amistad, la interacción, la cooperación intergrupal.

En Private Government, su último trabajo, trata del poder creciente de los empleadores sobre los empleados en su país. Ha definido a los jefes hasta como dictadores, cuyo poder autocrático se extiende más allá del trabajo. ¿Cuáles son los efectos de esto sobre la democracia? ¿Piensa que lo que advierte en los Estados Unidos es válido para otros países?
Una democracia política vibrante requiere experimentar la democracia a diario. Dado que los trabajadores hoy en día pasan aproximadamente un tercio de sus horas en el trabajo, o más, ese es un ámbito significativo donde los ciudadanos contemporáneos de las democracias no viven realmente una forma de vida democrática. Eso es problemático. ¿Dónde más van a aprenderla y practicarla? De hecho, sabemos que Pinochet quería erradicar sistemáticamente la democracia en todos los dominios, ajustar la jerarquía de los empleadores sobre los trabajadores en términos muy fuertes, destruir los sindicatos, destruir cualquier oportunidad para que los trabajadores tuvieran voz. Si alguien tenía una idea de cuánto la experiencia de vida democrática tendría el potencial de extenderse a otros dominios, ese era Pinochet.

 

Imagen: Elizabeth Anderson durante su visita a la UDP. Fotografía: Emilia Edwards.

Relacionados

Byung-Chul Han contra sí mismo

por Martín Hopenhayn

Nuestro Diógenes

por Iván Jaksić

Repensar el capitalismo pospandemia

por Paula Escobar Chavarría