Nuccio Ordine: “Las universidades deben ser lugares de resistencia a la lógica del utilitarismo”

por Patricio Tapia

por Patricio Tapia I 5 Noviembre 2018

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Invitado al Festival Puerto de Ideas de Valparaíso, el autor del inesperado éxito de ventas La utilidad de lo inútil dará la conferencia inaugural, con entrada liberada, el viernes 9, a las 18:30 horas. El día anterior estará en el CEP, en Santiago, dando una conferencia sobre Giordano Bruno, a las 19 horas. Aquí habla de la crisis global de la educación, las trampas de ultra especialización y la necesidad de volver a los clásicos si se quiere vivir en una sociedad más libre, tolerante y solidaria.

por patricio tapia

Para la pregunta “¿qué es un clásico?” hay varias respuestas posibles, que consideran desde su época (la Antigüedad) hasta su forma o contenido (como obras representativas de ciertos valores éticos y estéticos). No pocos autores han intentado dar una definición: Sainte-Beuve o T.S. Eliot, Italo Calvino o J. M. Coetzee. Borges, un “clásico” del siglo XX, señalaba que un clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos, sino uno que “las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”.

Para Nuccio Ordine (1958), profesor italiano, especialista en la literatura renacentista, particularmente en Giordano Bruno, los clásicos nos ayudan a vivir y son formas de resistencia. Ellos “tienen mucho que decirnos sobre el ‘arte de vivir’ y sobre la manera de resistir a la dictadura del utilitarismo y el lucro”, afirma en Clásicos para la vida, en consonancia con lo que había sostenido en un libro anterior, el inesperado éxito de ventas La utilidad de lo inútil, un manifiesto contra la pérdida de los saberes “inútiles” y una vindicación de las humanidades. En ambos libros hay duras críticas al sentido utilitarista de la educación y el ansia de ganar dinero tanto de parte de las instituciones de enseñanza como de los estudiantes. Curiosamente, en su origen la palabra clásico estuvo vinculada a las jerarquías de la riqueza romana y la administración fiscal que determinaban, por complejos sistemas, el distinto valor de los votos; clásico era alguien de primer orden; solo después se terminaría aplicando a la literatura, metafóricamente, como el escritor que puede ser ejemplar.

“Los grandes clásicos (desde Cicerón hasta Virginia Woolf) y los saberes considerados injustamente inútiles nos recuerdan que solo si vivimos para otros podemos darle un sentido noble a nuestras vidas”.

En Clásicos para la vida, Ordine perfecciona lo que, en parte, había hecho en La utilidad de lo inútil. El libro es una compilación de textos breves de importantes autores, seguidos de un comentario igualmente breve suyo: desde Homero, Shakespeare o Cervantes hasta Goethe, Flaubert o Pessoa. Nació a partir de fragmentos o citas de grandes obras que leía cada semana al comienzo de clase a sus estudiantes, y que comentaba; esos comentarios se convirtieron en artículos para el diario Corriere della Sera y luego en libro, configurando una “pequeña biblioteca ideal”, en que aborda temas como la desigualdad de la mujer (Orlando furioso, de Ariosto), el fanatismo religioso (Bocaccio) o el amor a los animales (el encuentro de Ulises con su perro o un cuento de Guy de Maupassant).

El libro más reciente de Ordine, Gli uomini non sono isole (“Los hombres no son islas”), continúa con la recopilación de citas y sus respectivos comentarios, como una segunda parte de Clásicos para la vida. En la introducción reconoce, sin embargo, que todavía podría seguir mencionando a más autores y le gustaría hacer oír las voces de otros, de manera que quizá haya una tercera. Después de todo, como decía Italo Calvino, un clásico “es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”.

 

La utilidad de lo inútil tiene la especificación “manifiesto”. ¿Por qué? ¿Cree que es necesario algún tipo de activismo?

Ahora nos enfrentamos a una epidemia que está afectando a todo el mundo. Hace solo unos años, provocó un gran alboroto en Japón una carta del ministro de Educación, Hakubun Shimomura, pidiéndole a los rectores universitarios que cerraran o transformaran aquellos departamentos que no son “útiles” a la sociedad para fortalecer solo las ciencias naturales y la ingeniería (26 facultades de humanidades corrieron el riesgo de ser canceladas). Es una opción política muy miope que podría llevar a un gran país como Japón al suicidio cultural. Hoy, desafortunadamente, parece que solo es “útil” lo que produce ganancias. Mientras que se consideran “inútiles” aquellos conocimientos que no favorecen las ganancias inmediatas. ¿Cómo se puede no entender que la literatura, la música, el arte, la filosofía son necesarios para que la humanidad sea más humana? Montaigne decía que el hombre no solo necesita alimentar el cuerpo, sino que también necesita alimentar el espíritu. Se necesitaría una fuerte protesta del mundo universitario y de los intelectuales en general. Pero, en cambio, muy a menudo el mundo académico se resigna, asiste pasivamente a este declive. Por esto he querido escribir este “manifiesto”: para “llamar a las armas” a los profesores y estudiantes, a los ciudadanos y a aquellos pocos políticos ilustrados. Es necesario reaccionar de inmediato, antes de que la humanidad caiga en el abismo de la ignorancia.

 

“En Francia encontré un gran apoyo: becas de estudio, bibliotecas, grandes maestros, reconocimientos. Tu tierra natal es donde tienes una biblioteca, buenos maestros, oportunidades preciosas para mejorar”.

Clásicos para la vida, por otro lado, es un homenaje a las grandes obras de la tradición cultural. ¿No es algo nostálgico?

Para nada. Al contrario: leer los clásicos nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Solo quiero dar un ejemplo, del cual hablo precisamente en Clásicos para la vida. Los ejecutivos de la Volkswagen —quienes recientemente, por codicia, habían trucado los valores de las emisiones de carbono de los autos diésel, causando una catástrofe económica sin precedentes para una de las industrias automotrices más grandes de la historia—, deberían haber leído y memorizado el lema de la familia Buddenbrook, como nos lo cuenta Thomas Mann: “Hijo mío, atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende solo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche”. Basta leer esta novela para comprender cómo un capitalismo agresivo y sin reglas morales no solo se destruye a sí mismo, sino que puede destruir a todo el género humano.

 

¿Tanto así?

Ha aparecido justamente en estos días un nuevo libro mío en Francia y en Italia: el título es Los hombres no son islas. Parto de una hermosa imagen de John Donne, un gran poeta inglés que vivió entre los siglos XVI y XVII: “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo; cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo”. Una oportunidad preciosa para comprender que los seres humanos están relacionados entre sí y que la vida de cada hombre es parte de nuestra vida. Un himno a la fraternidad y la solidaridad humanas a través de la lectura y el comentario de 50 clásicos de la literatura mundial. Un antídoto contra lo que está sucediendo en Europa y en el mundo: se construyen muros, se levantan barreras, cientos de kilómetros de alambre de púas se entrelazan con el despiadado objetivo de bloquear el camino a una humanidad pobre y sufriente que, arriesgando su vida, intenta escapar de la guerra, el hambre, los tormentos de las dictaduras y el fanatismo religioso. Miles y miles de personas sin voz, privadas de toda dignidad humana, desafían la aridez de los desiertos, las olas del mar o las montañas nevadas en la búsqueda desesperada de un refugio, un lugar seguro, un albergue donde cultivar la esperanza de un futuro decente. En este contexto brutal, los grandes clásicos (desde Cicerón hasta Virginia Woolf, desde Séneca hasta Francis Bacon o Saint-Exupéry) y los saberes considerados injustamente inútiles nos recuerdan que solo si vivimos para otros podemos darle un sentido noble a nuestras vidas.

 

“Las escuelas y universidades ya no forman ciudadanos cultos, sino clientes-consumidores que compran un diploma para gastarlo en el mercado global”.

¿Por qué La utilidad de lo inútil y Clásicos para la vida fueron publicados por primera vez en Francia?

En Francia encontré un gran apoyo: becas de estudio, bibliotecas, grandes maestros, reconocimientos. En estos muchos años he entendido la bella frase de Giordano Bruno: “Para el verdadero filósofo, toda tierra es patria”. Tu tierra natal es donde tienes una biblioteca, buenos maestros, oportunidades preciosas para mejorar. Allí he conocido al director general de la editorial Les Belles Lettres, Alain Segonds, un extraordinario Pico della Mirandola del siglo XX. Gracias a él pude dirigir tres series de clásicos en Les Belles Lettres: fue para mí un hermano, un amigo, un maestro que me cambió la vida. Publicar mis libros en Francia antes que en Italia o simultáneamente con Italia es un acto de gratitud hacia este gran erudito y hacia la editorial más prestigiosa del mundo en la edición de clásicos.

 

Ambos libros señalan fuertes críticas al sistema educativo actual por el sentido utilitario y profesionalizante de los estudios: las escuelas y universidades se transformarían cada vez más en empresas y los estudiantes en clientes…

En las reformas educativas de muchos países se busca “profesionalizar” de manera exasperada los currículos en escuelas y universidades. A los jóvenes estudiantes que acaban de cumplir 13 años se les pide que escojan un oficio para continuar sus estudios, pensando solo en el puesto de trabajo. Las escuelas y universidades ya no forman ciudadanos cultos, sino clientes-consumidores que compran un diploma para gastarlo en el mercado global. Hoy en día, la tarea principal de los profesores debe ser precisamente hacer que los jóvenes comprendan que no estudian para obtener un pedazo de papel, sino que se estudian principalmente para convertirse en seres humanos libres y para abrazar grandes valores como el amor por el bien común, la solidaridad humana y la tolerancia.

 

“El derecho a la salud y el derecho al conocimiento son los pilares en los que se basa la dignidad humana. Los gobiernos que han hecho grandes inversiones en estos campos han logrado un gran crecimiento económico”.

Critica también la excesiva especialización en los estudios, lo que lleva a la pérdida de las visiones generales. En el Renacimiento, el conocimiento es uno, sin dividirlo en disciplinas. ¿Era eso mejor? ¿Es posible hoy?

Los saberes no son islas separadas. En el mundo clásico y en el Renacimiento era muy difícil trazar fronteras entre filosofía, ciencia, literatura y arte: ¡hay que pensar en una figura como Leonardo da Vinci! Hoy la separación del conocimiento y la ultra especialización son amenazas muy serias. Por supuesto, el nivel de conocimiento acumulado es enorme en comparación con el pasado. En medicina, por ejemplo, dentro de la ortopedia hay especialistas en la mano, la rodilla, la cadera. Pero perder la visión global de una disciplina es un suicidio programado.

 

Un elogio de los saberes inútiles, que no producen ganancias, intenta rehabilitar palabras como “desinteresado” y “gratuito”. Es un debate que ha estado presente en Chile. ¿Cree que la educación, incluso la superior, debería ser gratuita?

Estas palabras están ahora en desuso en nuestro vocabulario. La primera pregunta que te hacen cuando propones algo es: “¿para qué sirve?”. La belleza y los saberes inútiles pueden hacernos entender que en la vida no se trata solo de poseer, sino sobre todo de aprender a disfrutar: puedo ver una imagen, escuchar un concierto, leer un libro y sentirme feliz. La felicidad auténtica se basa en la gratuidad y el desinterés. Esto deberíamos hacer que los jóvenes entiendan que en la escuela estudiamos para aprender y no para ganar dinero.

 

Otros destacados de Puerto de ideas 2018

El sábado 10 de noviembre, a las 12:30 horas, en la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, el sociólogo Gilles Lipovetsky dictará la charla “Los mercados de la belleza en un mundo de vacíos”.

En tanto, el sociólogo Luc Boltanski presentará el domingo 11 de noviembre, a las 10:30 horas, en el mismo recinto, la conferencia “El patrimonio, nuevo símbolo de riqueza”.

Las entradas para ambos encuentros tienen un valor de $2.000 pesos y pueden adquirirse en Dale Ticket.

Reconocerá que sin dinero (o lo “útil”) es difícil estudiar si esto se paga y los gobiernos no parecen estar tan dispuestos a ofrecer gratuidad.

El derecho a la salud y el derecho al conocimiento son los pilares en los que se basa la dignidad humana. Los gobiernos que han hecho grandes inversiones en estos campos han logrado un gran crecimiento económico. El ganador del Premio Nobel Amartya Sen ha demostrado que Kerala, el estado más pobre de la India, es hoy el más rico por haber financiado su salud y educación.

 

¿Se puede amar los libros sin ser pedante? En La utilidad de lo inútil, incluye a Federico García Lorca presentando a Pablo Neruda, quien, según García Lorca, quería nutrir un grano de locura ante el “odioso monóculo de la pedantería libresca”.

Muchos profesores cometen un crimen cuando enseñan literatura rompiendo el fuerte vínculo que los clásicos tienen con la vida. Una novela o un poema no sirve para aprobar los exámenes. Son textos que se leen porque te ayudan a pensar, a saber y a vivir. Los clásicos son nuestros contemporáneos porque siempre responden a nuestras preguntas.

 

También afirma que la escuela y la universidad deberían educar a las nuevas generaciones en la herejía. ¿Podría explicarlo?

El “hereje” es, por definición etimológica, el que puede “elegir” caminos en contraste con la ortodoxia dominante. Las escuelas y las universidades deben ser lugares de resistencia a la lógica imperante del utilitarismo y la ganancia. En su lugar, por el contrario, la educación es una caja de resonancia de valores falsos: en lugar de formar hombres y mujeres libres, futuros ciudadanos dotados de sentido crítico, reproduce pollos de engorde, futuros consumidores pasivos que comen y dicen todos las mismas cosas.

 

La utilidad de lo inútilNuccio Ordine, Editorial Acantilado, 2013, 176 páginas, $13.000.

 

Clásicos para la vidaNuccio Ordine, Editorial Acantilado, 2017, 192 páginas, $16.400.

 

Una escuela para la vida, Nuccio Ordine, Editorial Universidad de Valparaíso, 2018, 57 páginas.

 

Gli uomini non sono isoleNuccio Ordine, Editorial La nave di Teseo, 2018, 334 páginas, €15.

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