Paul Auster: el duelo y la memoria

Ante la noticia de la muerte del narrador estadounidense, compartimos este artículo sobre su última novela, como adelanto del número 21 de revista Santiago, que aparece en mayo. Baumgartner se lee en muchas claves, como toda su obra, pero una de ellas es la personal. No solo porque parte de los recuerdos del protagonista, un profesor de filosofía al borde del retiro, coinciden o se conectan con los de Auster, sino que también porque fue publicado mientras recibía su tratamiento contra el cáncer. Estamos, sin duda, ante una historia de pérdidas, fragilidad, amor ganado y perdido, y desde luego, sobre la pérdida de las propias capacidades.

por Paula Escobar Chavarría I 1 Mayo 2024

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El protagonista se presenta en su escritorio, en el segundo piso de su casa. Es su lugar, el más propio. Dice que es su cogitorium: su receptáculo de pensamiento. Nos va adentrando así en su intimidad, en la capa más profunda de ella. Mientras escribe un texto, decide bajar y mientras lo hace, se acuerda de que quedó de llamar a su hermana. Distracción tras distracción, camino al teléfono, siente olor a quemado. Es la olla donde hirvió un par de huevos, tres horas atrás: dejó la llama encendida. Se quema la mano sacando la olla del fuego, siente un dolor fuertísimo, pero no será el único dolor fuerte del día: más tarde, yendo al sótano, se cae por las escaleras.

Así empieza su día, el “primer día bueno de primavera”, el mejor día del año según él, que contrasta con la soledad, desorden y vulnerabilidad del mundo privado del protagonista, Sy Baumgartner, profesor de filosofía al borde del retiro, de 76 años.

Este es un libro sobre pérdidas, sobre fragilidad, sobre memoria, sobre amor ganado y perdido. Sobre mirar la vida hacia atrás, las fases del dolor de la pérdida de quien se ama, y también de la pérdida de las propias capacidades.

La última novela de Paul Auster se lee en muchas claves, como toda su obra, una de ellas es la personal; no solo porque parte de los recuerdos del protagonista coinciden o se conectan con los de Auster, sino porque fue publicada mientras recibía su tratamiento contra el cáncer. Habitando Cancerland, como ha dicho Siri Hustvedt, la escritora norteamericana y esposa de Auster hace más de cuatro décadas. Un lugar donde se sabe el día de llegada, pero no el de salida.

No es, sin embargo, una novela sobre la enfermedad. Es la historia de la vida del profesor Sy, en su casa, donde vivió los años felices con su esposa, Anna, muerta en un accidente acuático hace 10 años. Al adentrarnos en su casa —a su psique—, aparece el laberinto en el que se encuentra con la muerte. La tierra del duelo. Un laberinto difícil, que lo ha llevado a días y noches eternas, cercano a la locura. Como tan bien expresaba Joan Didion en el magnífico El año del pensamiento mágico, está la vivencia del shock de que de un momento a otro la vida —tal como era— se acaba. Un momento estás haciendo una ensalada en la cocina y al otro, tu marido está muerto en el comedor, como explica Didion.

En el caso de Baumgartner, su mujer ha muerto dejando su pasado y su presente congelados; su futuro pulverizado. Los planes que tenían para su retiro dorado han quedado rotos. Ya no hay ni amor ni compañía, ni planes ni mañana. Deambulando solo por su casa, la recuerda mientras sus fragilidades emergen sin tregua.

La novela sucede entre 2018 y 2020. Tras 34 años enseñando en la Universidad de Princeton y haber escrito nueve libros, el profesor de fenomenología pasará a la siguiente etapa, la de profesor emérito. No un exilio total, como dice, porque podrá seguir usando la biblioteca y también conectado con sus colegas en charlas y seminarios.

La casa, el otro personaje principal, sigue igual (o peor): es un desordenado y descuidado monumento a la ausencia de Anna. Una casa que se viene abajo. Auster dice que el personaje se le apareció así, sentado en su casa y mirando por la ventana.

“Y desde entonces el tratamiento ha sido implacable y realmente no he trabajado. He pasado por los rigores que han producido milagros y también grandes dificultades… Hay, sin embargo, un guía que se pone en contacto justo al principio. Comprueba que el nombre es correcto y luego dice: ‘Soy de la policía del cáncer. Tienes que seguirme’. ¿Y qué haces? Le dices: ‘De acuerdo’. No tienes elección, porque si te niegas, te mata. Yo dije: ‘Prefiero vivir. Llévame donde quieras’. Y he estado siguiendo ese camino desde entonces”.

Habitando Cancerland

Auster se pasó la pandemia en la casa de Brooklyn que comparte con Siri Hustvedt, escribiendo y viendo a su hija y a su yerno. Publicó la novela sobre Stephen Crane, y cuando estaba terminando Baumgartner, hacia fines del 2022, los síntomas que atribuía a un long covid empeoraron. Era el cansancio y la fatiga, además de misteriosas fiebres en las tardes. Durante un tiempo se los atribuyó a las consecuencias del covid, pero luego, a una neumonía. Tras idas y venidas médicas, el diagnóstico fue cáncer.

“Y desde entonces el tratamiento ha sido implacable y realmente no he trabajado. He pasado por los rigores que han producido milagros y también grandes dificultades… Hay, sin embargo, un guía que se pone en contacto justo al principio. Comprueba que el nombre es correcto y luego dice: ‘Soy de la policía del cáncer. Tienes que seguirme’. ¿Y qué haces? Le dices: ‘De acuerdo’. No tienes elección, porque si te niegas, te mata. Yo dije: ‘Prefiero vivir. Llévame donde quieras’. Y he estado siguiendo ese camino desde entonces”, dijo a The Guardian.

Quien lo ha acompañado en Cancerlad es, por supuesto, Siri Hustvedt. Ella dio la noticia en su Instagram y ha compartido algunas palabras sobre el estado de Auster y esta vida en un país desconocido y extranjero: “He guardado silencio porque el territorio aquí en Cancerland es confuso y traicionero. El paciente, y yo con él, hemos ido de frente por la carretera, nos hemos retrasado y hemos dado vueltas en círculos. No hemos llegado al cartel que marca el límite del país”, escribió Hustvedt en agosto del año pasado.

Una clave está en el título del libro y del protagonista, que en alemán significa ‘jardinero de árboles’. En una entrevista, Auster contó que la ‘brillante Siri’ tiene algo así como la mejor definición del amor: no es una máquina que queda fija e inmutable; más bien es como un árbol que va creciendo hacia lugares a veces inesperados. Algunas ramas se debilitan, salen otras. Incluso algunas hay que cortarlas. El árbol crece hacia donde hay luz, orgánicamente.

Primavera otra vez

Baumgartner es una búsqueda de elaboración y de sentido en la memoria, la común y la propia. Anna ha muerto, Sy trata de sanar recordándola a ella y su vínculo. También recuerda su propia vida, el ajuste de cuentas con la historia y la familia. Un ajuste de cuentas que puede resultar doloroso, pero que en la mirada de Sy tiene una dosis de ternura, de autocompasión, de amortiguación emocional.

También esta novela es una oda al amor de largo alcance, amores que se desarrollan a lo largo de la vida —como el de los dos escritores—. Uno que produce que la ausencia se sienta como haber quedado sin un miembro del cuerpo. Le dedica, de hecho, una buena reflexión al “síndrome del miembro fantasma”, esto es, sentir dolor en un miembro que ya no está.

Es el tropo que Baumgartner ha estado buscando desde la repentina e inesperada muerte de Anna hace 10 años, la analogía más persuasiva y convincente para describir lo que le ha sucedido desde aquella calurosa y ventosa tarde de agosto de 2008, en la que los dioses tuvieron a bien arrebatarle a su esposa en todo el vigor de su aún juvenil ser, y sin más, sus miembros fueron arrancados de su cuerpo, los cuatro, brazos y piernas a la vez, y si su cabeza y su corazón se salvaron de la embestida fue solo porque los perversos y risueños dioses le habían concedido el dudoso derecho de seguir viviendo sin él. Ahora es un pisotón humano, un medio hombre que ha perdido la mitad de sí mismo que lo hacía completo”, escribe en la novela.

Sy pasa por el shock, el entumecimiento, la disociación del mundo interno. La soledad y la desorganización, además del pensamiento mágico de despertar pensando que Anna está viva, en la pieza de abajo, escribiendo o tomando café. Luego, el dolor psíquico se hace físico: se quema, se cae, se pierde. Es imposible no pensar en su propio dolor físico y psíquico durante el tratamiento del cáncer.

Pero mientras la novela avanza, empieza a salir de este lugar (sótano), y a pesar de todo, a buscar conexión. Y la va encontrando en entrañables personajes secundarios que aparecen en las páginas de esta novela. A pesar de que su amor romántico con Judith no prospera, no se le acaba el mundo de nuevo. En este camino de recuerdo y resignificación, halla una verdad emocional, “que a la larga es la única que importa”, escribe Auster. En la literatura de Anna, sus poemas y textos, halla una manera de reencontrarla y de reencontrarse. Esos pedazos de diarios, poemas y textos varios de Anna lo impulsan a un futuro posible. Hacia el final no hay “cierre”, pero sí hay esperanza, cariño, ternura y redención. Hay una mirada benigna del autor sobre la pérdida, una convicción muy profunda de que es posible procesar el trauma y salir del limbo al que arroja.

Una clave está en el título del libro y del protagonista, que en alemán significa “jardinero de árboles”. En una entrevista, Auster contó que la “brillante Siri” tiene algo así como la mejor definición del amor: no es una máquina que queda fija e inmutable; más bien es como un árbol que va creciendo hacia lugares a veces inesperados. Algunas ramas se debilitan, salen otras. Incluso algunas hay que cortarlas. El árbol crece hacia donde hay luz, orgánicamente.

Auster dijo que su salud es tan precaria hoy, que quizás es el último libro que escriba. “Y si este es el final —comentó en The Guardian—, entonces irme con este tipo de bondad humana que me rodea como escritor en mis círculos íntimos de amigos, bueno, ya valió la pena”.

 


Baumgartner, Paul Auster, Seix Barral, 2024, 264 páginas, $18.900.

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