Flannery que estás en los cielos

Wildcat es una biopic sobre la gran escritora del sur estadounidense que, por un lado, parece hecha para la generación Stranger Things: la historia de una hija que no consigue rebelarse contra su madre o escapar de ese ambiente pueblerino que la asfixia. Pero en sus momentos más logrados, la película no fuerza paralelismos entre vida y obra, sino que deja que lo uno y lo otro corran paralelamente, para que sea el espectador quien haga los cruces de algo que puede ser tan irracional, y poco dramático, como las horas que pasa un escritor intentando ser creativo.

por Antonio Díaz Oliva I 1 Octubre 2025

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Existen por lo menos tres tipos de adaptaciones literarias: aquellas a las que se le nota la fuente, esas que la ocultan y las que no solo son literarias sino hasta sobreliterarias. Wildcat pertenece a la última categoría. Justo cuando se celebran 100 años del nacimiento de Flannery O’Connor, aparece esta nueva adaptación, una donde se mezcla tanto la vida como la obra de esta autora estadounidense, conocida por cuentos tan brutales como graciosos y llenos de contradictorias epifanías.

Dirigida por el actor Ethan Hawke y protagonizada por su propia hija, Maya Hawke (de la serie Stranger Things), Wildcat presenta a una Flannery O’Connor que ya es escritora y que ya tiene el lupus. La vemos de regreso de Nueva York, donde un editor está considerando la publicación de su novela Sangre sabia. El editor es un refinado neoyorquino que no entiende la novela ni tampoco al sur de Estados Unidos, por lo que Flannery (del sur) no se siente comprendida y se resiste a trabajar con él. Horas más tarde, ya de vuelta en un pequeño pueblo, en el tradicional estado de Georgia, Flannery es recibida por su protectora madre (una correcta Laura Linney), quien no sabe nada de literatura, aunque sí encarna el espíritu del sur en su totalidad. Uno de los mitos alrededor de su relación, de hecho, dice que la madre de Flannery quería que su hija abandonara esas raras historias y ojalá escribiera algo tan conmovedor como Lo que el viento se llevó.

Lo que sigue luego de ese encuentro, y hasta el final de Wildcat, es la historia de cómo O’Connor se enfermó, y lo que le pasó interiormente, y creativamente, al enterarse de que tenía lupus. La historia de esta gigante de la literatura estadounidense, y cómo esta enfermedad le fue tanto una maldición como una bendición, es algo sabido: la misma autora lo menciona en sus cartas y cuentos. Wildcat usa esa ambivalencia para explorar tanto su decaimiento, como el inusual camino que toma su obra, la cual se vuelve tan violenta como religiosa; por eso mismo, entonces, entre medio vemos pequeños cortos adaptados de sus cuentos que conectan vida y obra. Aparte de los más famosos (“Todo lo que sube debe converger”, “Buena gente del campo”, “La vida que salves puede ser la tuya”), el que mejor funciona es “Revelación”, aquel relato que O’Connor escribió casi al final de su vida, en el hospital y escondiendo el lápiz y los borradores de su madre y las enfermeras.

En sus momentos más flacos, Wildcat es una biopic sobre Flannery O’Connor para la generación Stranger Things: una historia de superación personal, de una hija que no consigue rebelarse contra su madre o escapar de ese ambiente pueblerino que la asfixia. Algo parecido a eso que el mercado literario gringo, tan obsesionado en categorizarlo todo, denomina como YA: Young Adult Ficction, o ficción para jóvenes adultos. En sus momentos más logrados, en cambio, la película no fuerza paralelismos entre vida y obra, sino que deja que lo uno y lo otro corran paralelamente, para que sea el espectador quien haga los cruces de algo que puede ser tan irracional, y poco dramático, como las horas que pasa un escritor intentando ser creativo.

Acá hay demasiado material como para una película (de apenas hora y media) que en verdad se queda a medio camino a la hora de mostrar a una autora que en realidad vivía en el purgatorio. Y que tampoco quería salir de ahí. Flannery O’Connor no buscaba la redención religiosa, ya que entregarse totalmente a la fe habría significado no escribir jamás. Ella misma sabía que para escribir había que vivir en la ambigüedad. O incluso volverse un poco amoral, tal como atestiguan sus cuentos.

Al ser una película que se plantea desde el inicio como sobreliteraria, en Wildcat abundan frases provenientes de la obra de O’Connor que podrían ser epígrafes; algunas de estas brillan tanto que dan ganas de pausar y anotarlas. De hecho, ya al comienzo se nos regala esta joya: “Me irrita sobremanera la gente que piensa que se escribe para evadir la realidad. Cuando uno lo hace para zambullirse en esta”. Aquella frase proviene de sus espectaculares ensayos, una de las tantas fuentes que Ethan Hawke y Shelby Gaines, los guionistas, usaron para Wildcat.

Aunque si bien la mescolanza de fuentes se agradece, se nota que hay una que no se aprovechó tanto: el llamado Diario de oración de la autora, escrito cuando era estudiante en el Taller de Escritores de Iowa y publicado en 2013, medio siglo después de morir. A ratos es como si Ethan Hawke no supiera qué hacer realmente con esa fuente, la cual es literaria y religiosa en la misma medida. Esto se vuelve evidente hacia el final, cuando Flannery O’Connor conversa con un cura (Liam Neeson) sobre sus dudas espirituales. A diferencia de su padre, Ethan (quien se luce en otra cinta sobre la fe: First Reformed, de Paul Schrader), Maya Hawke no logra sostener la tensión religiosa solo con palabras (cuando justamente lo que sucede en Diario de oración es una constante pelea de O’Connor con las palabras, ya que estas eran tanto el material de sus heréticas ficciones como de su inusual conexión con Dios).

Wildcat no se atreve a explorar a cabalidad aquello. Acá hay demasiado material como para una película (de apenas hora y media) que en verdad se queda a medio camino a la hora de mostrar a una autora que en realidad vivía en el purgatorio. Y que tampoco quería salir de ahí. Flannery O’Connor no buscaba la redención religiosa, ya que entregarse totalmente a la fe habría significado no escribir jamás. Ella misma sabía que para escribir había que vivir en la ambigüedad. O incluso volverse un poco amoral, tal como atestiguan sus cuentos, algunos muy violentos, para demostrar que, cuando escribía, ella jamás era una santa: “No quiero ser un ángel”, como dice Maya Hawke en un momento de la cinta. “No sé qué son los ángeles, aunque sí sé lo que no es un ángel”.

 


Wildcat (2023), dirigida por Ethan Hawke, escrita por Ethan Hawke y Shelby Gaines, basada en cuentos de Flannery O’Connor, 108 minutos.

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