Lucrecia Martel: “Reconstruir la comunidad, esa es la utilidad del cine”

En la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP, la destacada directora argentina y autora del libro Un destino común, que reúne algunas de sus intervenciones públicas desde 2009 hasta la fecha, se refirió a la identidad como concepto políticamente peligroso, a su paso del cine de ficción al documental y del largo proceso de romper sus propios prejuicios y ganarse la confianza de la comunidad que le entregó el material para Nuestra tierra, el filme que estrenó esta semana en FIDOCS.

por Sebastián Duarte Rojas I 22 Noviembre 2025

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“No sustituir una verdad por otra, sino alterar la percepción para poder ver lo que dejamos de ver, para poder escuchar lo que dejamos de escuchar”: con estas palabras se refirió a la función del cine la directora argentina Lucrecia Martel este jueves, ante el público que abarrotó el hall central de la Biblioteca Nicanor Parra para oír su clase magistral organizada con el apoyo de la Escuela de Cine y Animación UDP y el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS), cuya nueva edición continúa hasta el próximo miércoles 26 de noviembre.

Martel, que tiene a su haber cuatro destacados largometrajes de ficción —desde La Ciénaga (2001), su ópera prima, hasta Zama (2017), basada en la gran novela de Antonio Di Benedetto—, regresa este año con un libro, Un destino común, que reúne algunas de sus intervenciones públicas desde 2009 hasta la fecha, y su primer documental, Nuestra tierra, estrenado esta semana en FIDOCS.

“Las suyas no son conferencias escritas ni ensayadas —señalan Malena Rey y Pablo Marín, sus editores, en las primeras páginas de Un destino común—, sino exposiciones llenas de ideas y preguntas anotadas como apuntes en sus cuadernos, con sus derivas, ejemplos y digresiones”. Así precisamente fluyó su clase magistral, en que se paseó por diversos temas e intereses que atraviesan su obra, pero también su postura frente a la sociedad.

Por supuesto se manifestó contra los ataques del gobierno de Milei al cine argentino, pero también dijo ser consciente de que las respuestas en defensa del cine vinieron casi solo de personas de la industria, en lugar del público, lo que quiere decir que los creadores deben reconocer que están fallando. “El cine tendría que ser más útil a la contemporaneidad de nuestros países”, afirmó Martel, aludiendo a una noción tan menospreciada por el arte como la utilidad, aunque dijo no reconocer lo que hace como arte sino como trabajo, uno que debe servir “para reconstruir la comunidad, esa es la utilidad del cine”.

Entre sus temas recurrentes, habló en extenso del racismo de nuestros países americanos contra los pueblos indígenas. Esto se hace patente, por ejemplo, en su adaptación de Zama: mientras la novela es dominada por la perspectiva del narrador-protagonista Diego de Zama, un criollo al servicio de la corona española que espera una orden de traslado como si esperara a Godot, la película le da cabida a las voces, los idiomas y puntos de vista de sus personajes indígenas (y mujeres, que también toman mayor preeminencia).

Este racismo es central en Nuestra tierra, cuyo largo proceso de creación partió de un video redescubierto por Martel mientras se documentaba para escribir Zama: el asesinato del cacique Javier Chocobar, de la comunidad diaguita de los Chuschagasta, en 2009. Redescubierto, porque entonces se dio cuenta de que lo había visto antes, pero lo había olvidado. La pregunta de cómo se puede olvidar algo así es uno de los motores del documental, ya que, como dijo Martel en su conferencia: “Estamos inmunizados ante el dolor de las comunidades indígenas”.

En Nuestra tierra Martel hace un peculiar uso de los drones, creados, como varios otros instrumentos cinematográficos, con fines militares. A esto se refirió no solo ella misma, sino también Ernesto de Carvalho, director de fotografía del documental, a quien Martel le pidió que se levantara de su asiento en el público para hablar de esto y su experiencia haciendo talleres de cine en comunidades indígenas, incluida la de Chocobar. Una particularidad en su uso del dron es que no borra su sonido, ya que justamente el sonido, la materia sonora que atraviesa los cuerpos y lleva significados, es un aspecto al que el cine de Martel presta especial importancia, como afirma en Un lugar común y recalcó en su charla:

Esa condición del sonido, esa necesidad de significar, de señalarnos alguna referencia —esto es el sonido de un caballo, este el sonido de una moto, el sonido de un avión—, requiere de duración, y yo pienso que lo propio de los organismos es la duración. (…) Lo inmediato, el pensamiento inmediato, la inmediata información de la que provengan imágenes, debemos sospechar de eso, porque si no, vamos a mucha velocidad. Cuando uno cree que sabe, va rápido. Si uno está en la oscuridad, va despacio, tanteando, escuchando para ver dónde está, y eso permite generar otras formas de pensamiento. El pensamiento de la inmediatez y la velocidad son peligrosos y nos hacen ir de una manera muy omnipotente sobre el mundo. (…) Todas estas reflexiones sobre esta materia a mí me ayudaron (…) a resquebrajar un poco esa forma de percepción del mundo.

Martel habló también sobre mucho más: de su paso del cine de ficción al documental, que la llevó a evidenciar lo frágil que es la verosimilitud en la realidad (sobre todo en ese sofisticado teatro que es un tribunal); del largo proceso de romper sus propios prejuicios y ganarse la confianza de la comunidad que le entregó el material para Nuestra tierra; de la identidad como concepto políticamente peligroso, al que hace falta encontrar una mejor alternativa; o de su encarecido llamado a que los cineastas no busquen referentes en el cine, sino que salgan a mirar y escuchar. “Y puedo definir con total precisión lo que pretendo para la humanidad —resumió en Un lugar común—. Caminar sin miedo, desplazarse como se pueda, y conversar con la gente”.

 

Fotografía: Lucrecia Martel en el hall de la Biblioteca Nicanor Parra, el jueves 20 de noviembre de 2025.

 


Nuestra tierra (2025), dirigido por Lucrecia Martel, coescrito con María Alché, 122 minutos.


Un destino común. Intervenciones públicas y conversaciones, Lucrecia Martel, Caja Negra, 2025, 224 páginas, $28.500.

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