por Milagros Abalo I 27 Agosto 2025
Buen día, vengo a dejar un formulario, me dieron esta dirección. El señor detrás del mesón se queda mirando, taciturno, como si le hubiera dicho algo extraterrestre, no si yo estoy aquí nomás. ¿Esta es la torre 15, oficina de partes? Se frota las manos. Mira a su alrededor. Es la única persona que hay en el lugar. El único a la redonda, además del mobiliario, no si yo estoy aquí nomás, dijo, y dócilmente desapareció detrás del biombo.
Volví a llamar, pero no apareció. Quizás no escuchó o pasó por alto mis palabras, algo por lo demás frecuente en estas tierras, particularmente en administraciones públicas. El formulario debía entregarlo ese día, de lo contrario quedaría fuera de plazo. La ansiedad tejía un chaleco en los nervios. Señor, disculpe que lo moleste, me dijeron que aquí debía dejar estos papeles. Y el señor como si lloviera, se podían escuchar sus dedos tocar el teclado “silenciosa, pálida y mecánicamente”. Quizás lo interrumpí en una entrega de última hora, pero solo se trataba de recibir un papel. ¿Señor, podría dejar aquí…? No si yo estoy aquí nomás, volvió a decir. Luego vino un silencio total, como si esa frase enterrara todo.
No estoy facultado para eso, agregó. Qué facultades se necesitan para recibir un papel, pensé. No había nadie más a quien mirar para levantar una ceja cómplice en ese momento. Cómo se sale del estoy aquí nomás. Todos estamos aquí, la pregunta y la diferencia es cómo, de qué manera, quizás en el nomás está la clave de comprensión, no más que estar, nada más, ahí: aquí, tal como fuimos arrojados al mundo, sin intervención, en la inercia de los días. Solo está ahí como si no fuera soberano de sí, o no pudiera decidir y hubiera sido decidido. ¿Siempre habrá sido así? ¿Hasta qué punto le incumbe su persona? ¿Hay un tras bambalinas en los días del funcionario Bardevil? Si alguien se le insinuara también le diría no si yo estoy aquí nomás. ¿Dónde quedaron sus pulsiones? ¿O en esa frase se impermeabilizó toda una existencia?
Hizo con la silla un ruido. Bardevil no sale a ninguna parte, no abandona la oficina, no si yo estoy aquí nomás. Come galletas de champaña y hace con la boca un ruido lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo. “Me gusta estar fijo en un sitio”, dice el Bartleby de Melville. Nuestro Bardevil dice con los ojos, con el cuerpo, déjenme donde estoy. Pero hay momentos en que la vida práctica para el resto demanda y depende de un papel, un formulario llenado correctamente, entregado a tiempo, por lo que toparse con un Bardevil puede desquiciar a cualquiera. No si yo estoy aquí nomás, frase contra el tiempo, queda resonando en la memoria y en el aire como el estribillo de una vieja canción de la que uno se quiere deshacer y no puede; gusanos mentales los llamaba Oliver Sacks. No si yo estoy aquí nomás viene a ser una magistral lavada de manos, variante del no sé na yo. La frase del Bardevil es un tono, un ánimo, una forma de estar en el mundo. Una frase que, aunque no lo parezca, tiene actitud, mansa actitud.
Y su soledad no pertenece a ninguna. Quizás en defensa de ella Bardevil logró algo a lo que más de alguien aspira, y es hacer del “No molestar” su bandera. Y puede que lo único vital en él sea eso, una resistencia pasiva.
Razonablemente al mundo le resulta exasperante, y lo es, al límite de la incomprensión. Bardevil se conduce mecánicamente, “su rostro estaba tranquilo; sus ojos grises, vagamente serenos. Ni un rasgo denotaba agitación”. Puede que nuestro caso local tenga una complejidad extra: se dice que Bardevil arrastra un río de pesadas piedras familiares, sociales, económicas, río de la carencia y el desencanto. Dicen que vive en el departamento de una señora que quedó viuda, donde arrienda una pieza que mira “una alta pared de ladrillo, ennegrecida por los años y por la sombra”.
En Bardevil no hay prehistoria de cartas a los muertos, hay cartas que nunca llegaron de un padre, y la dureza a la carta de los días. Y Bardevil, claro, “el más triste de los hombres”, más que de hambre aquí muere de tedio, algo así como un hambre de acción. Y en su epitafio se lee no estoy aquí no más.