Desde el 3 de noviembre se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal la exposición Hechizas, del artista visual Demian Schopf, en la que se exhiben 1.300 armas ilegales, la mayoría requisadas por gendarmería en distintos centros penitenciarios de Santiago. La muestra ha generado en redes sociales una crítica fuerte hacia al autor, por apropiarse de una experiencia que no ha tenido. “Es evidente —dice el artista en esta entrevista— que el valor del testimonio en primera persona, sea de un sobreviviente o una persona privada de libertad, es valioso, pero no es el único valor (…) ¿Solo un aymara puede hablar de los aymaras? ¿Solo un mapuche puede hablar de los mapuche? ¿Y un mapuche urbano no puede hablar de los mapuche del campo, porque no tiene la experiencia?”.
por Constanza Gutiérrez I 25 Noviembre 2022
El 24 de octubre de este año, la cuenta de Instagram del MAC (Museo de Arte Contemporáneo) subió una serie de fotos del montaje de una exposición, con la siguiente descripción: “(…) proceso de trabajo de ‘Hechizas’ muestra del artista Demian Schopf, curada por Sebastián Vidal. ¡Les esperamos el próximo jueves 3 de noviembre a las 19.00hrs!✨”. En las fotos puede verse un equipo de trabajo colgando una gran cantidad de estoques en una sala del museo y, es de suponer, mucha gente buscó más información que la que ese post ofrecía, porque pronto comenzaron a aparecer decenas, cientos (ya van más de mil) comentarios respecto de la procedencia de estas armas y el trato que Schopf les estaba dando al exponerlas, descontextualizadas, como piezas de museo. Una de las críticas más repetida refiere al título mismo de la muestra. Al respecto, el artista dice: “Para algunas personas, el título confunde erráticamente una escopeta hechiza con un estoque, sable o platina, pero eso no es efectivo. ‘Hechizas’ se refiere a los objetos que han sido adaptados, o que son hechos a mano. Hay antenas hechizas, arreglos hechizos, radios hechizas, etc. Yo pensé que ‘hechizas’ sonaría mejor que ‘hechizos’, que conserva demasiada relación con lo mágico-animista del hechizo entendido como encantamiento. Es un juego de lenguaje, a fin de cuentas, no una confusión. No es que yo haya hecho una exposición de corbatas y le haya puesto ‘humitas’. Me llama bastante la atención, eso sí, que en el mundo del arte, que supuestamente es el lugar de las figuras retóricas, se produzcan este tipo de confusiones”.
¿No pensaste que pudiera pasar algo así?
Mira, rara vez las muestras que se producen en el medio del arte trascienden ese medio. La mayoría de los que postean ahí tampoco es gente de la cárcel, son pintores, dibujantes de manga, grafiteros, qué sé yo. Pero ligados al mundo del arte. La gente de la cárcel, que también conozco por amigos que tienen amigos que han estado presos, que incluso se dedican a cosas no lícitas, más bien se sienten homenajeados, agradecidos. Resulta sorprendente que a estas alturas la gente crea que el arte es una cosa hecha a mano, pintada a mano, eso es desconocer desde el siglo XIX hasta el XXI, no entender el arte moderno ni el de vanguardia ni el contemporáneo ni nada, uno realmente se pregunta si esta gente tiene alguna formación universitaria o son autodidactas.
Los estoques se exponen en el zócalo del museo y están dispuestos a lo ancho de tres paredes que rodean un espacio vacío, evocando así el patio de una cárcel y sus rejas. Junto a ellos, varias pantallas de celular proyectan, oración a oración, un ensayo sobre la violencia escrito por el artista. Pero antes de entrar a esta sala también se encuentra otro celular, cuya pantalla está trizada, donde se muestra un mapa con “algo” marcado. Ese algo es Demian Schopf. Junto a él, una nota: “Celular que muestra geolocalización levemente alterada del artista por razones de seguridad personal (en caso de aparecer un aviso de actualización de software, por favor rechazarlo). 60 x 60 x 224 cm”.
No es la primera vez que Demian Schopf (Frankfurt, 1975) trabaja con pantallas y máquinas: en 2006, para su instalación Máquina Cóndor, programó un software que realizaba búsquedas en Internet entre los principales periódicos del mundo. Examinando el mundo a través del filtro de la prensa, es decir, analizando noticias, en particular las relativas a la guerra y la economía, el software extraía de ellas las palabras que más se repetían y, acto seguido, las insertaba dentro de una estrofa de un poema del español Luis de Góngora (1561-1627), cuyas combinaciones eran proyectadas en televisores sin carcasa por 30 segundos, para luego desaparecer. Por esa instalación obtuvo el premio Altazor en 2007. Y más tarde, en 2009, presentó Máquina de coser, un experimento de inteligencia artificial en forma de chat que aprende y modifica su comportamiento lingüístico de acuerdo al uso que el público le va dando, reflejando así la condición esencialmente dinámica de los lenguajes naturales.
¿Por qué decidiste poner en Hechizas una pantalla trizada?
Porque una de las cosas más bonitas que tiene la estética de las artes visuales es el glitch o error o el accidente. Puede entenderse como un ejercicio de forma y color, es decir de pintura, tal como lo entendía Paik con su televisión abstracta.
Ese celular expone tu ubicación todo el tiempo. ¿Piensas en eso durante el día? ¿Te da miedo?
No, porque le puse un leve desfase de unas cuadras, anticipando un poco lo que iba a pasar. Aunque yo lo que pensaba era que los que se iban a enojar era alguna gente de derecha, [diciendo] “esto es una apología a la delincuencia”, qué sé yo. Pero me interesa más la analogía entre la tobillera electrónica, que es un GPS, y el celular, que en el fondo es una tobillera electrónica que la llevamos todos, y no estamos privados de libertad, pero está toda nuestra información ahí. Foucault estaría fascinado con este aparato. El celular sabe lo que escuchas, lo que comes, todo lo que buscas.
¿Cuándo fue la primera vez que viste un estoque de cerca o tuviste uno entre tus manos?
Fue una vez que estaba paseando por la feria de la Avenida Argentina, en Valparaíso. Vi un cuchillo cuyo mango parecía la pata de un catre y cuya hoja era un acero no muy bien afilado. Había también unos rastrillos hechos con estos alambres que se usan de esqueleto en construcción y le pregunté a la persona por esos objetos y me contó que había estado preso y había aprendido a soldar y que los estaba vendiendo como herramienta. Entonces me compré esas herramientas, todas, y tres años después un primo mío, que arma y desarma motos en el persa Bío Bío, me contó que entre su grupo de amigos motoqueros había alguien que había estado privado de libertad. Entonces le pedí a esa persona que me fabricara un estoque. Y me lo fabricó. Y después le pedí al asistente de una novia que yo tenía, que era escultora, que me fabricara una réplica de ese estoque, pero en una escala menor.
¿Cuándo se te ocurrió exponerlos como piezas de museo?
Se me ocurrió escribiendo un paper para un curso que tenía sobre lógica modal cuando estudié Filosofía en la Chile. La lógica modal es la lógica de los mundos posibles y sostiene que básicamente todo es variable, menos el nombrar. Ahí usé estos estoques como ejemplo. Dije: este mismo objeto, puesto sobre un plinto, por ejemplo, yo lo podría vender en una feria de arte pituquísima como una escultura y me lo comprarían, probablemente, sin siquiera saber de dónde salió. Igualmente, si yo le paso una motosierra a una persona privada de libertad, le estoy pasando un arma, no le estoy pasando algo para que corte un árbol.
¿Compraste esos estoques a gendarmería? ¿Quién les puso precio?
No, están en comodato. Otra característica interesante: un objeto sin precio.
Cuando vuelvan a gendarmería, ¿qué va a pasar con ellos?
Los destruyen.
¿Cómo llegaste a hacer el contacto con gendarmería?
Tocando y tocando y tocando timbres y además ofreciéndoles algo a cambio, que es una retribución en herramientas para los talleres de las personas privadas de libertad.
¿Y qué herramientas vas a dar?
No se las he dado aún, les voy a dar las que se requieran. Alguna cantidad de ellas salen hechas armas también, pero con que algún porcentaje se rehabilite, aprenda un oficio, yo me doy por contento.
¿No has pensado en hacer talleres en cárceles?
Lo he pensado. Estoy agendando con uno de los montajistas, que dio un taller de carpintería en el Sename, una visita con ese centro del Sename a la exposición. Y sí, me gustaría dar talleres en las hogares del Sename en el futuro. Me encantaría.
¿Quién es el exrecluso que hizo los demás estoques de esta exposición? En la exhibición no sale su nombre, dice “exrecluso”. ¿Él no quiso aparecer nombrado?
No. Lo conocí por mi ex, cuya madre era militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y que había conocido a esta persona en una organización que se llamaba CUR, Comité de Unidad Revolucionaria. Él también era del FPMR y la verdad es que después del estallido se volvió un poco difícil de ubicar.
¿Cómo fue la investigación previa? ¿Investigaste sobre las cárceles?
Sí, si fui varias veces. Hablé a Colina 2, hablé varias veces también con personas que habían estado privadas de libertad, como se les debe llamar.
¿Y qué te contaron? ¿Sobre qué les preguntaste?
Me contaban del sistema productivo, por ejemplo. Me contaban sobre unos bloques de madera con unas hojas de sierra incrustadas, como esas sierras que se ponen al arco, esas típicas incrustadas, y con eso los tipos están toda la noche cortando en silencio, a partir del catre, porque no pueden meter ruido. Y obviamente muchas veces están con estimulantes. Otra cosa que me contó uno es que desarman todo, porque uno entra ahí y parece que si no tienes tu arma, estás indefenso, entonces desarman hasta las camas para hacer armas.
¿A qué otras cárceles fuiste?
En Colina 2 obtuve la mayoría [de los estoques], en tres viajes. Fui con un primo, en camioneta. Pero al comienzo, antes de ganarme el Fondart, se me hacían entregas en la dirección general, que está en la calle Rosas, y las de ahí venían de todos lados. Pero te diría que el 90% son de Colina 2.
¿Cuál es el material que más viste?
Los calzoncillos la llevan, lejos. La mayoría de los mangos son elásticos de calzoncillo que se enrollan y después les pasan el encendedor y, como son elásticos, como que se autoaprietan. A veces no hay mango o quizás no se lo han puesto aún, y otras veces hay cosas raras, como mangos de bicicleta.
¿Te has hecho tu propio estoque?
No, el artista hace tiempo que no es un hacedor manual.
¿Podrías explicar ese punto?
De Picasso en adelante el arte no es representación, está el collage por ejemplo. Picasso fue el primer en introducir un objeto del mundo real a un cuadro. Y un año después Duchamp ensambla una rueda de bicicleta a un piso. Y lo declara arte. A eso Kosuth lo define como técnica declarativa: yo declaro que algo es arte. Lo hizo también Piero Manzoni, un artista italiano, que por ejemplo declaró como obra de arte el mundo. Ahora, el aporte mío consistió en que no es tan fácil declarar que un objeto ilegal es arte, porque su fabricación es ilegal, su tenencia es ilegal, su exhibición es ilegal, por lo tanto, hay que pasar por la legalidad, por lo tanto, hice de la ley, de la legalidad, un medio de producción de arte. Y eso además fue hace bastante tiempo, esto fue con ocasión de una exposición curada por un artista español, Nilo Casares, que se llamaba Valija diplomática low cost, que tenía un pie forzado: la obra tenía que caber en una valija diplomática y ser transportada en cabina por un funcionario del reino de España (así se llama ese estado). Entonces hice que la agregada cultural del reino de España certificara que el curador certifica que el objeto encontrado es una escultura. Y la clave para abrir la maleta era 417, que representa el mes de abril de 1917, cuando Duchamp presenta el urinario en el Armory Show en Nueva York y causa un gran escándalo.
¿Qué piensas de los programas de la tele que muestran el interior de las cárceles?
No es lo que estoy haciendo yo. Quizás alguien dirá: para eso prendo la tele. Pero eso sería confundir la primera dimensión con la tercera porque acá, en mi exposición, te puedes acercar, incluso tocar, verlos, darlos vuelta. Y puedes estar ahí todo el tiempo que tú quieras. La televisión se caracteriza por algo muy propio de la cultura contemporánea: la aceleración de todo.
¿Qué te llevó a elegir las armas que construyen los presos?
No pretendo representar a las personas privadas de libertad. Simplemente invoco la presencia de estos objetos para que algo se muestre en ellos. Llevo años trabajando en este proyecto. Si elegí esos objetos (esas armas) es porque están llenos de significado, encierran un enigma, son una imagen pletórica de sentido, aparte de su belleza cruda, simple y a la vez complejísima. Es muy raro que se lea como una ofensa en la clave de la apropiación, cuando es todo lo contrario. Es evidente que el valor del testimonio en primera persona, sea de un sobreviviente o una persona privada de libertad, es valioso, pero no es el único valor. Si se asume a todo ser vivo como sintiente, el problema se hace extensivo no solo a las ciencias humanas, sino también a las biológicas. Pienso que cada caso se ve en su mérito y no en supuestos universales. Finalmente, cuando se terminan los argumentos lógicos, se apela a una especie de epistemología y estética de los afectos —un campo mucho más difuso y complicado de evaluar—, apelando a la empatía que el autor debiera tener, pero suponiendo a priori que carece de ella y dando ese “a priori” por cierto. Emerge entonces una especie de fascismo irracional que no es más que pura emoción, algo muy propio de las redes sociales, donde se reclama lo empático de modo antipático. El sujeto se desliga de toda responsabilidad con la empatía propia y se queja de que el otro (supuestamente) carece de ella. Acá hablamos de violencia no a nivel de las cárceles, a nivel global. El mundo está asolado por la violencia que produce la desigualdad, por el neoliberalismo o lo que el crítico de arte Justo Pastor Mellado llama “capitalismo ordinario”. De la violencia en redes sociales se ha escrito mucho, hay hasta terapias, hay adolescentes que se matan por esto.
Pero la violencia es una reacción a algo. Por lo que se lee en los posteos, la molestia se debe a la idea de que no tienes derecho a exponer estoques requisados de la cárcel porque no has vivido la violencia penitenciaria.
Creo que eso, de partida, es una cuestión gringa, que nace de una agenda identitaria extrema, diría yo, poco inteligente. Como ya lo dije: ¿solo un afroestadounidense puede hablar de esclavitud siendo que esos esclavos ya no existen? ¿Solo un aymara puede hablar de los aymaras? ¿Solo un mapuche puede hablar de los mapuche? ¿Y un mapuche urbano no puede hablar de los mapuche del campo porque no tiene la experiencia? Es un poco ridículo, la verdad.
Hechizas, Demian Schopf, martes a sábado, de 11 a 17:30 horas, hasta el 21 de enero de 2023, en MAC – Parque Forestal, entrada liberada.