Jeroglíficos del futuro

A propósito de la muestra Eduardo Vilches: Grabados (1960-1974), curada por Cristián Silva, que recién estuvo en el MAVI UC, en este texto se modulan cinco impresiones que ayudan a repensar la obra del Premio Nacional de Arte durante su época más productiva. Vilches, además de dibujar, ha dedicado su vida a dar clases, y la figura de Nemesio Antúnez fue clave en el despertar de su dedicación al arte.

por Milagros Abalo I 19 Julio 2024

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1. En el video que se veía en una de las salas de la muestra, realizado por el cineasta Ignacio Agüero, en el que conversa con Eduardo Vilches en su casa en Chiloé, lo primero que salta a la vista es que el artista está vestido con los mismos colores de la mayoría de sus grabados, azul y negro, colores que también pueden verse en la fina portada que hizo del libro Los nómades del mar, de Joseph Emperaire, y que se exhibe en una vitrina como parte de la exposición. En el video aparece también su compañera, la cineasta Alicia Vega, con quien Ignacio Agüero filmó el documental 100 niños esperando un tren. El tono de la conversación es cercano, familiar, de años, y, por lo tanto, de permitidos silencios. Se puede ver todavía en YouTube.

2. Agüero le pregunta a Vilches por la mirada, a lo que él responde: “Nunca dibujé mirando…, guardaba imágenes”. Se podría decir que una vez que miraba hacia afuera, el resto era un proceso y un tránsito hacia adentro. En el “pajareo”, como le llama Vilches, retenía algo y almacenaba, desde los primeros tiempos, la infancia. Arqueología de la mirada, una frase que sirve para entender el imaginario que el artista da forma en su obra, pues sus trabajos tienen esa reelaboración de lo visto en figuras aisladas, siluetas, no paisajes totales, o quizás paisajes reelaborados en su síntesis o en una de sus partes, las de una posible totalidad. Imágenes primitivas. Si pensamos en la naturaleza, por ejemplo, podríamos decir que las xilografías Sombras I, II y III evocan algo del murciélago. El color negro y profundo de sus ojos, el movimiento de las alas. La obra de Vilches obliga a mirar y guardar, y volver a mirar lo que ha sido guardado en el entrecejo, sus sombras entran aleteando de manera oblicua y luego permean desde adentro. En el trance de intenta descifrar esas imágenes, si acaso fuera posible. Retener la imagen de la imagen para decodificar el sentido de su aparición. Detenerse: mirar implica detenerse, aislarse del resto, en silencio, aislar las imágenes, como las de Vilches, y ver en ellas un origen. El blanco es fondo y silencio. Papel.

Unos colores influyen sobre otros, uno es más luminoso que otro, y en el entremedio se arma y se despliega el movimiento de un arte. La repetición de los colores en la obra de Vilches responde precisamente a que no aparta la mirada una vez que estos se han presentado en su interacción y flujo.

3. Desarrollar la vista para el color y sus interacciones es lo que proponía el artista alemán Josef Albers, quien estuvo vinculado a Chile y en el año 1953 envió a su ayudante Sewell Sillman a hacer clases de color en la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica. “Nunca vemos un color aislado, desconectado y desligado de otros colores”, escribió Albers en su libro Interacción del color, “un mismo color evoca innumerables lecturas”. Los colores aparecen dentro de una corriente, de un sistema, algo parecido a lo que pasa con las palabras de un poema o con los planos de una película. Unos colores influyen sobre otros, uno es más luminoso que otro, y en el entremedio se arma y se despliega el movimiento de un arte. La repetición de los colores en la obra de Vilches responde precisamente a que no aparta la mirada una vez que estos se han presentado en su interacción y flujo.

4. El ayudante de Josef Albers le enseñó a rajar papeles, y así evocaban ciertas cosas de la realidad conformando con esos restos una nueva versión. De contornos irregulares por cierto eran los cortes a mano, como toda nueva versión, pero ahí estaba su gracia. Estudio libre lo llamó Vilches. De papeles negros, blancos, azules, retocados con tinta china, surgen muchos de sus trabajos. Más que del color, lo que le interesó a Vilches fue la interacción de las formas que salían de ese corte espontáneo.

Son las de Vilches figuras liberadas. Anteriores al cuerpo pero que lo sugieren. Figuras negras sobre blanco. Contundentes en su aparición, como la palabra Figura o como la sangre que corre en la hermandad de Fondo y Figura. En su conjunto se ven como jeroglíficos del futuro extraídos de un papel. Símbolos visibles que son parte de lo que podríamos llamar una escritura Vilches. Imágenes precisas, preciosas y sintéticas.

5. Son las de Vilches figuras liberadas. Anteriores al cuerpo pero que lo sugieren. Figuras negras sobre blanco. Contundentes en su aparición, como la palabra Figura o como la sangre que corre en la hermandad de Fondo y Figura. En su conjunto se ven como jeroglíficos del futuro extraídos de un papel. Símbolos visibles que son parte de lo que podríamos llamar una escritura Vilches. Imágenes precisas, preciosas y sintéticas. A la vez enigmáticas. Sin adornos. Lo simple, se sabe, es difícil. Figuras que flotan o se toman lo blanco. Tomarse el espacio en blanco es desafío del color. Cómo hacer aparición y ocupar ese espacio. Formas suspendidas en el universo de lo blanco. Únicas en la síntesis de su mirada. Huellas de una imagen futura. Una marca, en todos los sentidos de la palabra, como sello, marca de fábrica, identificación sin identidad. En la muestra hay una fotografía de su cara, la composición es parecida a las siluetas de sus trabajos, algo geométrico dispone las partes, no solo en el sentido simétrico sino en el de piezas que conforman una totalidad. La serigrafía de la silueta de dos hombres puede verse como una especie de autorretrato duplicado, tachado, marcado. Se titula La constante amenaza y fue creado en 1973. Imagen al mismo tiempo anónima, sin identidad, de tantos otros, como un molde de lo humano amenazado. Hay algo al mirar que regresa a su estado original, a lo primero que se viene a la cabeza cuando pensamos en la palabra imagen, una síntesis de los tiempos, una especie de arqueología futura.

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