A desalambrar

por Lorena Amaro

por Lorena Amaro I 23 Enero 2018

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Dos libros de reciente aparición abordan la migrancia, en un momento de verdadero cambio social. Se trata de Trasandinos, ocho crónicas de escritores argentinos y chilenos, compiladas y prologadas por Jorge Fondebrider, y de Vivir allá, en que Antonio Briones y Felipe Reyes reúnen 13 cuentos de autores en su mayoría chilenos, cuyos relatos indagan en la experiencia de los extranjeros que habitan en nuestro país.

por lorena amaro

Habitualmente se piensan las fronteras como marcas físicas o geográficas que separan o dividen territorios; sin embargo, son también producciones discursivas, que no solo dividen, ya que el espacio fronterizo es donde también pueden producirse los intercambios y encuentros inesperados, el contacto entre culturas, idiomas, pueblos. Algo más que una línea en un mapamundi, las fronteras se revelan móviles, simbólicas, ideológicas, porosas. Un campo por explorar, particularmente atractivo para los escritores: cuánto se ha escrito, si no, sobre las fronteras internas en la Argentina del siglo XIX, o sobre las mexicanas en el XXI. En Chile, la fundamental novela Hijo de ladrón comienza con el recuerdo de Aniceto Hevia de su viaje desde Argentina, entre los animales de un vagón del tren, viaje fronterizo en todo sentido, también en el de lo humano.

Dos libros de reciente aparición abordan este tipo de imágenes de cruce, en un momento de verdadero cambio social, en que los viajes son cada día más habituales y en que Chile comienza a transformarse en una sociedad intercultural. Se trata de Trasandinos, donde leemos ocho crónicas de escritores argentinos y chilenos, cuatro por cada lado de la cordillera, compiladas y prologadas por Jorge Fondebrider, y de Vivir allá, en que Antonio Briones y Felipe Reyes reúnen 13 cuentos de autores en su mayoría chilenos, cuyos relatos indagan en la experiencia de los migrantes. Ambos se suman a una narrativa reciente que explora un nuevo Chile, de fronteras móviles, pero también de pensamientos y prejuicios rígidos, en que los encuentros, pero sobre todo los desencuentros, son detonantes.

Algo más que una línea en un mapamundi, las fronteras se revelan móviles, simbólicas, ideológicas, porosas. Un campo por explorar, particularmente atractivo para los escritores: cuánto se ha escrito, si no, sobre las fronteras internas en la Argentina del siglo XIX, o sobre las mexicanas en el XXI.

El volumen reunido por Fondebrider parte de una paradoja: ¿quiénes son los trasandinos? “Trasandinos somos todos”, dice su compilador, pero esto no nos hace iguales. Es por eso que convoca a trasandinos de uno y otro lado de la cordillera para que narren su paso por el país vecino. Entre los chilenos, destaca la narrativa siempre lúcida e irónica de Cynthia Rimsky, autora que reside en Argentina desde hace unos años y que en su texto “No es lo mismo desatarlo que cortarlo” especula sobre los enigmas cotidianos que observa en la calle, como las construcciones cíclicamente paralizadas de autopistas y ampliaciones domésticas, o el corte salvaje e inexplicable de los árboles en las carreteras. Estas observaciones llevan a la narradora a discurrir por caminos legales, económicos y sociales que dan cuenta de un modo de vivir que ella se empeña en desentrañar y comprender. Entre los argentinos, Betina Keizman ofrece en “Insulares” un sagaz y lúdico comentario sobre el mito chileno de la “insularidad” y los prejuicios asociados al mismo: “Lo único claro es que la insularidad chilena erradica las apreciaciones positivas de otras insularidades. Incluso sin sacar el pie del estereotipo: la alegría cubana, el placer de vivir de las Baleares, hasta el orgullo nacional y las tradiciones de las islas danzantes del Pacífico”. Otros textos ofrecen miradas históricas, como el poeta  Jorge Aulicino, quien en su “Santiago, 1973” ofrece un interesante testimonio de su paso por el Chile de la UP, o explícitamente políticas, como “Füta Willi Mapu: donde se desdibuja la frontera”, del académico Jorge Spíndola, quien rescata la poesía contemporánea mapuche, “donde se rearticula una identidad colectiva compleja, un lugar fronterizo donde se deshacen los límites, los alambres”. Otros autores, chilenos (Margarita Cea, Gonzalo León, Diego Alfaro) y argentinos(Hernán Ronsino) contribuyen a la diversidad y riqueza del conjunto, en que, no obstante, se observan ciertas disparidades estéticas y literarias, sobre todo en un relato algo infantil y llano, explícito y olvidable, como el de Cea.

En un prólogo muy bien escrito, Felipe Reyes inscribe los cuentos de Vivir allá en una tradición que se remonta a La Araucana, primer texto que da cuenta de la experiencia de un extranjero en tierra chilena. Destaco varios de estos relatos: en “Entrar al ruido”, Alia Trabucco, autora de La resta, imagina la experiencia de Fodda, proveniente de Damasco en 1927, como un desgarrador tour lingüístico; Verónica Jiménez aborda la inmigración colombiana (“Carne de mico”); Juana Inés Casas cuenta desde dos perspectivas distintas, la inesperada historia de una peluquera salteña que viaja desde Antofagasta hasta Santiago para escuchar a Ricky Martin en “Peregrinas”; Carolina Melys relata con precisión las idas y venidas de una niña chilena en el asiento trasero del auto de su madre y su encuentro con un migrante negro en el campo (“Libreta de registro”); Felipe Reyes narra brevemente la violenta peripecia de una prostituta caribeña en manos de dos infames policías chilenos (“Hacer la noche”); Alejandra Moffat, en el excelente relato “Tres fragmentos de Yordan”, ofrece una historia de dolorosa, violenta inmigración desde Centroamérica.

En el libro figuran también cuentos de Rodrigo Ramos, Johan Mijail (escritor dominicano, único extranjero incluido en la antología), Mario Guajardo, Pablo D. Sheng, Cristóbal Gaete, Rodrigo Miranda y Roberto Contreras, algunos de ellos escritos quizá con demasiada premura, pero interesantes en sus contenidos. Una sola observación: hay cierta tendencia a la estigmatización de la migrancia. Es cierto que en estas historias suele haber violencia y dolor, pero no hay que olvidar que también nos ofrecen, muchas de ellas, humanidad y esperanza.

 

Trasandinos, Jorge Fondebrider (compilador), LOM Ediciones, 2017, 118 páginas, $7.900.

 

Vivir allá. Antología de cuentos de la inmigración en Chile, Antonio Briones y Felipe Reyes (compiladores), Ventana Abierta, 2017, 147 páginas, $21.640.

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