por Matías Bascuñán I 4 Noviembre 2024
“La fuerza deseante esconde en su seno un problema tan irresoluble para la lógica como capital para la vida: el del comienzo del movimiento. Si el deseo es aquello que pone en movimiento, el problema es quién pone en movimiento al deseo”. Este es el enigma que Florencia Abadi explora en su última entrega, El nacimiento del deseo, volumen que propone una fascinante interpretación sobre la génesis del deseo y su relación intestina con distintas formas de la hostilidad, tales como la rivalidad, la envidia, la crueldad, la vergüenza y la culpa.
En el vasto archivo de la cultura occidental, Eros (amor, deseo) nombra una ambivalencia irreductible de nuestra experiencia. Lo sabemos: no hay amor sin odio. También es consabido que el deseo es una experiencia de la falta. Deseamos lo que no tenemos, sea porque ha desaparecido o porque nunca lo tuvimos. Lo mismo puede decirse de la prohibición: solo lo prohibido suscita el deseo; el deseo siempre es deseo de transgresión. Otro hecho que nadie desconoce es que el deseo no es algo que podamos decidir o determinar: nos golpea desde afuera y, a pesar nuestro, como un disparo sorpresivo. Su impacto quiebra nuestra voluntad.
Si bien Abadi integra todos estos elementos en su ensayo, su tesis central esquiva el lugar común. El deseo, escribe, no nace de la falta ni de la prohibición, sino de la envidia: “El goce que le suponemos al otro gatilla el deseo”. En este sentido, el deseo implica un conflicto psíquico irresoluble, que demanda ser reconocido, habitado y elaborado.
Esta es, me parece, la apuesta central de Abadi; y su sustento, una forma peculiar de hacer teoría, a saber: reescribir el mito, reinventar lo arcaico. De ahí las profusas referencias a las historias de Prometeo, de Medea, de Dido, etc., a lo largo de su texto. Destaca aquí su lectura del Génesis, en especial del diálogo entre Eva y la serpiente, que Abadi reescribe como un mito o una escena originaria de la envidia que nos pone a desear.
Pero, ¿podemos derivar el deseo? ¿Es posible descifrar o develar su nacimiento? Si teorizamos sobre el origen del deseo, quizás sea porque este se oculta, nos falta. Hay, entonces, un deseo del origen del deseo. Llamémosle nostalgia. Por otra parte, no hay teoría que no sea cruel. Toda teoría está impulsada por la curiosidad que, según Abadi, es afín a la crueldad concebida como “desgarramiento de velos”. Aquí, el deseo elude a la teoría como objeto, pero no como impulso: esta lo prolonga. No hay teoría sin deseo, y el deseo siempre tiene algo de cruel.
No es casual que los mitos sean un medio históricamente predilecto para hablar del deseo. En rigor, nadie puede atestiguar su germinación en las regiones inmemoriales de la infancia. ¿Cómo y cuándo ocurrió? No podemos saberlo con certeza, algo “me ha tocado cuando yo no estaba ahí” (Lyotard). El saber del origen del deseo no es del orden de la constatación objetiva, pero esto no le impide ser preciso. Los mitos constatan el enigma, no lo solucionan, al igual que cierto psicoanálisis. Para Laplanche y Pontalis, por ejemplo, el deseo surge de la excitación que queda cuando el hambre se retira, es decir, del reemplazo de un objeto real perdido por una fantasía. En el origen del deseo fue la alucinación, el simulacro, el fantasma. Para no excederse en su crueldad inherente, y justamente para no renunciar a la precisión, quizás toda teoría sobre el origen del deseo deba replicar el gesto del mito, en lugar de desgarrar el velo del enigma.
Abadi sabe que su teoría es cruel: una fantasía de dominación sobre algo que, por definición, se escabulle. En el preámbulo al ars erotica que abrocha el libro, escribe que siempre hay una “ilusión de control que se esconde tras la búsqueda de dar con la ‘verdad sobre Eros’”, agregando que “de esta ilusión —este ensayo es ejemplo de ello— es difícil privarse”.
La ilusión de El nacimiento del deseo es, sin embargo, efectiva. Toca una hebra que anuda la universalidad y la singularidad de nuestra experiencia. Nos interpela. También nos recuerda una verdad que no debe caer en el olvido: el pensamiento siempre brota en los surcos del deseo.
El nacimiento del deseo, Florencia Abadi, Pólvora, 2023, 81 páginas, $12.000.