El otro Murakami, el malo

Aunque la literatura de Ryū Murakami puede ser retorcida en extremo, tras leer la inquietante novela Piercing no podemos olvidar aquella elegante reflexión que Charlotte Gainsbourg dijo hace algunos años respecto de las películas violentas: “Son momentos en que nos olvidamos de nosotros mismos”. Ya decía Roland Barthes que “el placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo”.

por Javier Meneses Bassi I 29 Agosto 2024

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Hace algún tiempo escuché que alguien se refería a Ryū Murakami como el otro Murakami, el malo. Me imaginé que el bueno era Haruki, el eterno candidato al Nobel de Literatura y el culpable de esas kilométricas novelas que abultan las librerías de nuestro país. Al leer Piercing, el último título del autor publicado en Chile, no me cabe duda de que Ryū es el perverso: el motor de su narración se sirve de la abyección para entregarle al lector una dosis de violencia de la que pocos escritores podrían jactarse. Si queremos referirnos a lo retorcido, Ryū Murakami es el autor contemporáneo más sobrecalificado para dar cátedra al respecto.

Piercing cuenta la historia de Masayuki Kawashima, un diseñador gráfico que goza de reconocimiento en su trabajo y que está obsesionado con dibujar carreteras desoladas bajo la luz de la luna. Kawashima está casado con Yoko, una dichosa panadera de 29 años que hace clases de repostería en su casa y con la cual tiene una hija llamada Rien. El problema del personaje principal es que padece de terrores nocturnos que no lo dejan dormir y cultivan en él pensamientos terribles. La novela parte cuando Kawashima, en uno de sus ataques tenebrosos, se para frente a la cuna de su hija con un picahielo empuñado preguntándose si será capaz de matarla.

Este deseo de asesinar a su hija lleva a Kawashima a confesarle al lector una serie de eventos traumáticos vividos en su niñez. El maltrato que sufrió por parte de su madre, y que lo llevó a un hogar de menores, o su tortuosa relación con una mujer de treinta y muchos años, bailarina de un striptease, desentrañan la psicología de un personaje totalmente perturbado. Al ser víctima de estos pensamientos intrusivos que lo arrastran a desdoblarse en ciertos pasajes de la narración, Kawashima decide tomarse vacaciones en su trabajo para ir por 10 días a un hotel. En ese lugar planifica la idea, que según él, lo salvará de cometer el atroz infanticidio: apulañar a una completa desconocida con un punzón y luego matarla.

En el Hotel Príncipe Akasaka, Kawashima anota en un cuaderno los pasos a seguir y previene cualquier inconveniente que pueda frustrar su plan. Es muy cuidadoso en todos los detalles. Nada se escapa de la ansiedad calculadora de Masayuki. Desde la inscripción en el hotel, hasta los utensilios necesarios para perpetrar el homicidio que aliviará sus males, todo está fríamente estructurado y listo para ejecutar.

A ese hotel llegará Chiaki Sanada, una joven y sexy prostituta dedicada al sadomasoquismo. Este personaje femenino, igual o mucho más dañado que Kawashima, será el elegido para concretar el tan anhelado sacrificio. De ahí en adelante la novela logrará profundizar en estos dos personajes quebrados que, sumergidos cada vez más en malos entendidos y salvajismos sexuales, intentarán llegar hasta la última página del libro.

Tanto como para alimentar la evasión y el placer por las novelas, como para retratar las postales de la calle, este título está hecho a la medida de un lector contemporáneo, y sobre todo, a la de un lector chileno. Prender la televisión y enfrentarse a las últimas noticias es ver el universo de Murakami pero con subtítulos latinoamericanos. En las calles de Santiago un personaje como Masayuki Kawashima queda chico.

Sorprende cómo Murakami, a pesar suyo, es un autor completamente realista y contemporáneo. Piercing, publicada originalmente en 1994, no aspiraba a una posteridad. Situación que hoy se ha visto troquelada al enfrentarnos con la vitalidad de este libro, que tiene mucho más peso ahora que hace 30 años. La ansiedad, que podría ser el gran tema de la novela, no es tratada solamente como una condición terrible, sino que también horrorosa y sin salida: “Pedir ayuda no está bien. Porque tal cosa como la ayuda no existe en este mundo”. Asimismo, los traumas que se sufren en la niñez y que repercuten fatalmente en los adultos no son tratados en la novela con un tono llorón. “Todos van por ahí comparando sus heridas, como culturistas luciendo sus músculos. Y lo más increíble es que realmente piensan que pueden curarse las heridas así, poniéndolas al descubierto”. Indudablemente, estos tópicos apelan a una profundidad en aquellos lectores de la llamada Generación Z, que suele darle más cabida y comprensión a la sensibilidad y los sentimientos, quizás el tema más importante de los últimos años.

Así Ryū Murakami dio en el clavo con una ficción que se parece demasiado a nuestra realidad. Hay que tener claro que la mirada del autor no es para nada agradable y tampoco quiere ofrecer respuestas o lecciones de moral. La lógica de estos personajes es la lógica del siglo XXI. Los lectores chilenos no deberían sorprenderse tanto a la hora de sumergirse en esta increíble novela que, con su ritmo y estructura, no da paso al aburrimiento.

Ahora que Haruki Murakami ha vuelto a las vitrinas de las librerías chilenas con una esperada novela, creo que es mucho más prudente leer al otro Murakami, el malo, el perverso y vil. Mientras Haruki vuelve tras años de silencio a dar la lata con 500 páginas sobre un romance trillado y surrealista, el malo es un escritor que no está para argumentos de cuarto enjuague. Ryū Murakami nos pone al día, pero no se da el trabajo de advertirnos nada.

Frente a una novela como Piercing se pueden dar dos lecturas bastante dignas del momento que vivimos. Primero, leer para evadir; segundo, caerse de bruces contra la realidad. Aunque la literatura de Murakami puede ser retorcida en extremo, no podemos olvidar aquella elegante reflexión que Charlotte Gainsbourg dijo hace algunos años respecto de las películas violentas: “Son momentos en que nos olvidamos de nosotros mismos”. Ya decía Roland Barthes que “el placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo”. Pero también no se puede negar que frente a estas lecturas, el lector puede ir descifrando y comparando detalles de su existencia: el padre que le roba el auto a su propia hija o la supuesta monja que guarda el cadáver de su amiga, son hechos que solo responden a la deformada lógica de estos tiempos que para la literatura de este autor no resulta extraña.

Tanto como para alimentar la evasión y el placer por las novelas, como para retratar las postales de la calle, este título está hecho a la medida de un lector contemporáneo, y sobre todo, a la de un lector chileno. Prender la televisión y enfrentarse a las últimas noticias es ver el universo de Murakami pero con subtítulos latinoamericanos. En las calles de Santiago un personaje como Masayuki Kawashima queda chico.

 


Piercing, Ryū Murakami, Abducción, 2023, 216 páginas, $16.000.

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