Excesos discursivos

por Lorena Amaro

por Lorena Amaro I 14 Junio 2017

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En El galán imperfecto, la última novela de Rafael Gumucio, los personajes parecen dialogar, pero en verdad emiten reiterativos monólogos. Cuesta entender por qué un autor siempre atento a las fisuras del discurso social chileno y a la posibilidad de la polémica, desperdicia palabras ingeniosas en personajes poco delineados y situaciones tan nimias como el propio acto de circuncidarse.

por lorena amaro

Algunos de los pasajes más siniestros de El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso, son protagonizados por el monstruoso Doctor Azula, dueño de un ojo único y de unas garras escamosas que operan insólitas transformaciones en los cuerpos e identidades de los personajes de esa historia impresionante. En El galán imperfecto, la última novela de Rafael Gumucio, hallamos a su perfecto epígono, paródico o farsesco, en el jovial y canchero doctor Wagner, quien amenaza con sus tijeras el prepucio del protagonista, Antonio. Una operación que parece urgente porque, como dice el médico, el cuerpo del protagonista “rechaza a su pene”. La circuncisión, sumada al viaje iniciático de su novia por el Sudeste Asiático, son las anécdotas que dan sustento a la trama y el discurso de esta novela, que busca, a través del humor, criticar las disyuntivas, culpabilidades y dilemas en torno a la sexualidad y, sobre todo, a cómo se configuran las masculinidades en la clase media alta —progresista— chilena.

Hasta aquí todo estaría bien. Pero el problema es que los protagonistas parecen dialogar, pero en verdad emiten reiterativos monólogos, que quizás pudieran dar más de sí puestos en escena por una buena compañía de comedia, porque la sola palabra no alcanza para delinearlos como personajes. En el texto, las distintas voces —la de la madre en exceso amorosa, la de una novia infantilizada e indecisa, el vozarrón autosatisfecho del doctor Wagner— son apenas distinguibles por algunos tics, como si fueran todos apenas facetas de un mismo yo: el de Rafael Gumucio y sus obsesiones. Las diversas experiencias narradas resultan ser pretextos para hablar de un único gran tema: la aparentemente complicada experiencia de ser varón en una familia en que no prima el matriarcado, pero sí una madre hostigosamente rendida a los encantos de su único hijo varón.

El galán imperfecto es una novela cuyo tema pudiera tener interés, pero que avanza a través de situaciones muy episódicas o “gags” (el bullying escolar, la caída del protagonista sobre una tumba abierta, mientras va como un loco pidiéndole matrimonio a alguien con quien no quiere casarse; la noche de sexo con una paraguayo-italiana, “linda pero vieja”, que con Antonio se siente “como yegua en celo”), salpicados de frases repetidas hasta el hartazgo (“Pobre Antonio, te quiero, te entiendo tanto, mi niño precioso”, “solo me importa que seas feliz, mi amor”, líneas habituales de la madre).

Si bien se percibe una creciente madurez en la construcción de imágenes que iluminan el humor y la furia de sus personajes, en esta oportunidad Gumucio no alcanza la lucidez ni el desparpajo de otras obras, como Memorias prematuras o la imperdible Mi abuela, Marta Rivas González, ambas de carácter autobiográfico.

Si bien se percibe una creciente madurez en la construcción de imágenes que iluminan el humor y la furia de sus personajes, en esta oportunidad Gumucio no alcanza la lucidez ni el desparpajo de otras obras, como Memorias prematuras o la imperdible Mi abuela, Marta Rivas González, ambas de carácter autobiográfico. La apertura da cuenta de este problema, de una trama que apenas avanza debido a sus excesos discursivos y al abuso de frases paradojales o aparentemente contradictorias: “Hay algo que no quiero decir pero se dice solo”; “Acabo de llegar a Roma (…) Maravilloso todo, aunque la verdad, me carga”; “Estoy enamorado de la idea de no estar enamorado de nadie”; “No es verdad y no es mentira”; “Trato de ensuciar lo más posible y lo menos posible”; “Soy un viejo de mierda. O peor aún, soy un joven envejecido”.

Ya se podía advertir algo de esto en Milagro en Haití, sobre todo en la última parte. Gumucio tiende a engolosinarse con sus propias imágenes, y esto ocurre también hacia las últimas páginas de El galán imperfecto, cuando abandona la fisiología del pene y su relación con el judaísmo, el cristianismo, la arquitectura cultural de Occidente y la algo más modesta construcción masculina de un chileno con algo de plata, para llevar la perorata por las veredas del amor, del ser pareja, de la significación del otro en la vida cotidiana.

Ninguno de estos temas es condenable en sí mismo, pero extrañamente Gumucio, un autor siempre atento a las fisuras del discurso social chileno y a la posibilidad de la polémica, desperdicia palabras ingeniosas en la nimiedad de estos personajes y situaciones. No se le puede exigir a la circuncisión que simbólicamente rinda tanto, al menos no en el mundo actual, y ni siquiera en broma: “El prepucio como un signo de que algo lo unió alguna vez a otra piel, algo que quedó desgarrado, dando vueltas en espiral de un lado a otro del universo y tratando de reconstruir el lazo, Brasil cuando encajaba con África o Groenlandia cuando cabía perfectamente entre Europa y América. La teoría de Platón, la media naranja, la desgarradura, lo que quedó pendiente, abierto, flotando como una bandera del séptimo de línea al viento después de la batalla”.

No es mala la idea de que un narrador contemporáneo haga una lectura hilarante de un mundo tan solemne y aterrador como el que construyó, por ejemplo, Donoso, en torno a la masculinidad y las dificultades que plantean las identidades de clase y género en Chile, intervenidas por una razón patriarcal clasista que humilla y empobrece cualquier diálogo. E insisto en Donoso, porque es uno de los grandes antecedentes de Gumucio —¿o tal vez habría que decir que Gumucio es el único gran continuador de Donoso?—. Sin embargo, aquí no hay situaciones desternillantes: solo una culpa inverosímil y persistente, con sabor a caricatura añeja. Y es que poco tiene de gracioso observarse, a lo largo de 200 páginas, el ombligo… o el prepucio.

 

el galán imperfecto

El galán imperfecto, Rafael Gumucio, Literatura Random House, 2017, 209 páginas, $13.000.

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