por Lorena Amaro
por Lorena Amaro I 11 Enero 2017
Existe un tipo de libros que no se puede agrupar bajo etiqueta alguna; tal vez solo se puedan establecer algunas genealogías, cierta vaga relación que los aglutina, pero siempre con algo de falsedad y humor. Es el caso de Nuevos inventos y últimas novedades, del francés Gastón de Pawlowski, cuyos textos fueron escritos en tiempos de la Primera Guerra Mundial y hoy son reeditados por Editorial Bastante, con la traducción de Vicente Braithwaite. Se trata de breves descripciones humorísticas de inventos singulares, aparecidos por primera vez en un semanario humorístico francés, Le Rire Rouge; luego serían agrupados en un libro, en 1916.
La apuesta de editoriales jóvenes por dar nueva vida a libros inclasificables como este, que con su levedad e ironía nos permite acercarnos a la sensibilidad de comienzos del siglo XX, habla de una búsqueda editorial chilena cada vez más diversa y arriesgada. ¿Por qué habría de interesar hoy, en nuestro país, un libro así?
No se puede soslayar la importancia cada día mayor de la imagen y las relaciones entre estética, política y visualidad, como focos teóricos. Libros como este permiten aventurarse en un mundo fracturado, como el nuestro, por la aparición de nuevos medios de comunicación. ¿Cómo se percibía la enorme transformación tecnológica que permitía las fantasmagorías del cine, la luz resplandeciente de los salones, las nuevas percepciones tempoespaciales de los viajeros? ¿Qué imaginaciones despertaba la experiencia de este nuevo mundo?
Pawlowski crea artefactos, muchos de ellos absurdos, meros chistes, pero que revelan las finas aristas de esa modernidad. Según Pawlowski, él escribía para “divertir” a sus “camaradas en el frente”, y este contraste es notable: escribía sobre artefactos absurdos para animar a los combatientes enfrentados a la poderosa capacidad del nuevo armamento y la guerra de trincheras, atrapados en una de las guerras más crueles del siglo y amenazados por una tecnología que se llevaría miles de vidas. Muchos de los inventos descritos dicen relación con aquella primera virtualidad que fue el cine: se trata de proyectar, sobre la superficie que sea, imágenes: el “foco-cinematógrafo”, dice, “es una idea simple, pero solo faltaba soñarla”; la idea era que proyectara desde un automóvil películas terroríficas que disuadirían a los policías de pasar multas, o alegraría el tedio de los pinchazos en las carreteras.
Otras invenciones se acercan al mundo del mercado, como la de proyectar sobre la luna un reloj mundial, “mediante un foco de potencia nunca antes conocida”: una obra cumbre de la naciente imaginación publicitaria, que ya se avizoraba omnipresente en la vida moderna. Otros inventos ideados por Pawlowski anticipan objetos que hoy existen, como el revólver con mira luminosa… o bien el “mefistófono susurrante”, versión fantasiosa de nuestros actuales audífonos.
Varios de los breves apuntes de este libro dejan ver las marcas de género de ese comienzo de siglo en que la mujer era penalizada por adulterio: se sugiere incluso el lamentable invento de un vestido con doble cierre, que los maridos podrían administrar a destajo. Así son las penurias y las risas de un tiempo que llega hasta nosotros enrarecido, curioso, en un libro que combina la invención y el absurdo, potenciándolos. Un libro que hace pensar en la literatura de anticipación, pero también en otras obras raras, inclasificables, como La sinagoga de los iconoclastas, de Juan Rodolfo Wilcock.
Con toques de humor perceptibles todavía hoy, que llevan a reflexionar sobre lo que es el tiempo y cómo lo percibimos (una de las noticias de Pawlowski expone un sistema de medición temporal basado en el segundo como unidad de conteo), o sobre qué es lo que consideramos confort y bienestar (en su relato, proyectar un juego de ajedrez en el techo de la habitación conyugal y poder dedicar los momentos de ocio a una confortable partida).
Nuevos inventos y últimas novedades es, en suma, un libro para curiosos y amantes del libro lateral, estrambótico, fuera del canon.