Desmitificar al monstruo

Neoliberalismo, una idea en disputa, de Álvaro Vergara, es un libro que aclara la historia y las ideas que inspiran al proyecto neoliberal, y plantea que resulta desmedido echarle la culpa de todos los males de hoy. Sin embargo, llama la atención la ausencia de una reflexión más profunda sobre el caso de Chile, sobre todo porque existe una vasta literatura —en particular en la esfera económica— que ha discutido los alcances de esta teoría y que ponen en debate el rol del Estado, del mercado y la compresión de las relaciones sociales.

por Claudio Fuentes S. I 1 Julio 2025

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El concepto de neoliberalismo contiene una altísima carga política, particularmente en Chile donde varios autores lo han situado como el caso de su más sofisticada y extendida materialización. Se trata de un concepto polisémico, que incluye una gran gama de acepciones. Muchas veces el concepto se confunde y traslapa con las relaciones de mercado y hasta con el mismo capitalismo. Alude también a un proyecto (ver El proyecto Chile de Sebastián Edwards), o a una gran máquina de reproducción de instituciones y subjetividades (El gran ensayo, de Simón Ramírez).

Álvaro Vergara, en su libro Neoliberalismo, una idea en disputa, sugiere que el neoliberalismo “no es un monstruo ni una ideología defendida por personas crueles e indolentes. Tampoco un pensamiento que condensa todos los males de la sociedad contemporánea. Es más bien una historia: un relato compuesto por ideas, intelectuales, líderes y políticas públicas de las que se derivó una serie de consecuencias que presentamos a continuación”.

La obra, en este sentido, busca desmitificar al monstruo, dotarlo de historia y humanidad, de reflexiones y tensiones que fueron construyendo la propuesta neoliberal. Parte el texto mostrando la crítica, aquella crítica ácida de parte del socialismo del siglo XXI.

A partir del segundo capítulo se despliega la historia del concepto que nació de una síntesis o integración de tres escuelas de pensamiento: la Austriaca de Economía, la Ordoliberal de Friburgo y la de Economía de Chicago.

En mi opinión, la parte más interesante del libro reside precisamente en el esfuerzo del autor por mostrar la temporalidad e historicidad de este polémico concepto. Reseña los debates de profesores e intelectuales que se reunían en congresos y encuentros para debatir sobre economía a principios del siglo XX; muestra las disputas y diferencias teóricas e incluso personales que dividieron a estas tres escuelas; y destaca los esfuerzos transnacionales por crear una red de intelectuales que fueron progresivamente dando forma a los principios neoliberales. También intenta identificar el momento en que el concepto “neoliberalismo” tomó forma, en un encuentro de economistas realizado en París en 1938; y cuenta la ácida disputa entre Milton Friedman y Friedrich Hayek en torno al modo en que funcionaban los mercados.

El texto, en definitiva, busca clarificar lo que es el neoliberalismo, pero también defenderlo. Su autor critica la caricaturización, descalificación y simplificación de un concepto que tiene una compleja historia. Apela a lo que en ciencia política se denomina concept-stretching, esto es, el uso desmesurado de un concepto en situaciones que van mucho más allá de lo que quiere significar. Terminamos culpando al neoliberalismo de todos los males de la sociedad, lo que a juicio del autor pareciera ser equívoco.

El autor plantea que el neoliberalismo fue un pensamiento dialéctico que nació como una oposición o contraste frente al viejo liberalismo: “Si el liberalismo clásico enfatizaba la protección y el incentivo de las libertades civiles, el neoliberalismo pondría hincapié en la promoción de los órdenes de mercado, la libre iniciativa privada y la restricción en el actuar del Estado”. Así, la Escuela Austriaca aportaría con la reflexión sobre el individuo, la Escuela de Friburgo sobre el mercado y la de Chicago respecto de la competencia en diferentes esferas de la vida social. Esta última escuela sería la más influyente desde el punto de vista político.

Para Chicago, la relación Estado-mercado era fundamental. Friedman sostenía que el Estado cumple el rol de definir, mediar e imponer el cumplimiento de las reglas en una sociedad libre. Vergara plantea que el neoliberalismo en tanto proyecto intelectual intentó desarrollar reformas graduales o una reforma fragmentaria, como lo plantearía en algún momento Karl Popper. El proyecto implicaba permitir que —gradualmente— los mercados se desplegaran en la mayor cantidad de ámbitos posibles (sector productivo, salud, educación y un largo etcétera), limitando el rol del Estado a un rol regulador, uno que buscara asegurar que esos mercados funcionaran.

En el capítulo VI aparece el pensamiento del autor, quien intenta responder a la pregunta sobre qué debería pensar un neoliberal. Es este el capítulo central de la obra, por cuanto se intenta defender y clarificar el significado del neoliberalismo en tres aspectos fundamentales: la visión de la sociedad, del mercado y del Estado. Respecto de la sociedad, sostiene un neoliberal que se trata de una “intrincada red de interacciones de distinto signo, sean familiares, de amistad o laborales”. Así, en el centro de la sociedad está el individuo y su capacidad de agencia y no algún “colectivo” superior (la clase social, grupos colectivos). Esta opción epistémica tiene relevancia, pues se entiende la vida social como incentivos a la libre competencia (individual), el trabajo y el ahorro. Las lógicas redistributivas en este mundo, por ejemplo, debiesen ser muy acotadas, porque lo central es permitir desenvolver las capacidades individuales para el desarrollo de las voluntades personales.

El mercado para el neoliberalismo es la máxima expresión de la libertad, y el mercado no es solo un espacio de intercambio de bienes y servicios, sino una esfera social donde las acciones humanas se desenvuelven (pág. 180). Los individuos establecen reglas para interactuar, y de acuerdo con estas reglas, las disputas y contiendas se resolverán por la destreza, el ingenio y la suerte de quienes participan de él. Una condición básica, entonces, es la existencia de reglas claras que estimularán la libre iniciativa de las personas.

Su lectura, a la luz de la actual coyuntura político-electoral, resulta de particular interés: ¿Cuán liberal o neoliberal es la derecha hoy en Chile? ¿Cuánto de las ideas de Friedman sobreviven en un marco de transformaciones al neoliberalismo de los últimos 30 años? ¿Se propiciará aquel Estado fuerte que regulará el apropiado funcionamiento de los mercados en un Chile de alta concentración económica?

En cuanto al Estado, Vergara plantea que el neoliberalismo aboga —contrariamente a la caricatura que suele hacerse— por un estado fuerte, “que tenga la capacidad para controlar y corregir las acciones que alteren el buen funcionamiento de los mercados”. El Estado en esta visión vigila la acción de las personas, corrige a los mercados, controla su vulneración: “En lo esencial, sus tres poderes deben limitarse a ofrecer seguridad, entregar justicia, y ayudar a quienes se encuentran en una posición desventajosa a través de robustos pero focalizados servicios sociales”.

El texto, en definitiva, busca clarificar lo que es el neoliberalismo, pero también defenderlo. Su autor critica la caricaturización, descalificación y simplificación de un concepto que tiene una compleja historia. Apela a lo que en ciencia política se denomina concept-stretching, esto es, el uso desmesurado de un concepto en situaciones que van mucho más allá de lo que quiere significar. Terminamos culpando al neoliberalismo de todos los males de la sociedad, lo que a juicio del autor pareciera ser equívoco.

Aunque es evidente el uso exagerado del concepto, llama la atención en este libro la ausencia de una reflexión más profunda sobre el caso de Chile como experimento neoliberal. Existe una vasta literatura —en particular en la esfera económica— que ha discutido los alcances de dicho experimento y sus transformaciones, y que ponen en debate precisamente el rol del Estado, del mercado y la compresión de las relaciones sociales. Aquí han contribuido autores como Bárbara Stallings, Ricardo Ffrench-Davis, Óscar Muñoz, Fernando Atria y Guillermo Larraín, por citar algunos. Tampoco se profundiza en el vínculo entre el proyecto neoliberal de la Escuela de Chicago y los Chicago Boys, que tanta influencia tuvieron en la configuración de la pasada y actual estructura de las relaciones sociales y económicas en el país.

Con todo, el texto deja clara la historicidad del neoliberalismo en tanto proyecto intelectual que ha tenido un enorme impacto en la economía global. Su lectura, a la luz de la actual coyuntura político-electoral, resulta de particular interés: ¿Cuán liberal o neoliberal es la derecha hoy en Chile? ¿Cuánto de las ideas de Friedman sobreviven en un marco de transformaciones al neoliberalismo de los últimos 30 años? ¿Se propiciará aquel Estado fuerte que regulará el apropiado funcionamiento de los mercados en un Chile de alta concentración económica? ¿De qué forma convivirán libertarios que fomentan eliminar el Estado con otros que fomentan uno que ayude a desplegar con todas sus fuerzas a los mercados? Aunque el texto no responde a estas preguntas, sí nos permite comprender la trayectoria y desarrollo de un proyecto político crucial en las últimas cinco décadas del país.

 


Neoliberalismo, una idea en disputa, Álvaro Vergara, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2025, 228 páginas, $17.000.

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