Las grietas del futuro

por Lorena Amaro

por Lorena Amaro I 17 Septiembre 2016

Compartir:

Cynthia Rimsky ha logrado perfilar una mirada propia sobre los objetos y situaciones que observa, incluso a riesgo de construir, en esta novela de la dictadura, un mundo en esencia antipático: la mayoría de los personajes se encuentra de algún modo degradado y la protagonista expresa una abierta superioridad moral.

por lorena amaro

Carlota Caldini, protagonista de El futuro es un lugar extraño, tiene un fantasma, una joven de 20 años que bajo la dictadura era una periodista en ciernes y corría por las calles de El Salto entre barricadas y compromisos políticos, para desaparecer de la vida de sus compañeros de lucha una noche de caos e incertidumbre.

Caldini dirige sus pasos hacia aquella noche; ese fantasma es y no es ella misma, una mujer que acaba de separarse de Rocha –un rencoroso intelectual en declive–, a la que una serie de minúsculos acontecimientos y presagios la hace volverse hacia aquel tiempo marcado por la lucha y la esperanza política.

En su exploración, la protagonista observa su presente con extrañeza, ironía y desazón. Así describe el barrio El Salto, otrora bastión de lucha contra la dictadura: “Y aunque hubiera un apagón y pusieran velas en las ventanas, como según el buscador se iluminaban en 1986, de la calle no se vería la llama. Tuvo que haber ocurrido una catástrofe para que los pobladores buscaran la seguridad tras esas fortalezas parchadas. Imagina a la joven de 20 caminando por los pasajes de tierra, cada paso la separa de las tentaciones que años más tarde configurarán el Registro Nacional de la Entrega” (esto es, el registro de la vergüenza, de las prebendas y los arreglos políticos).

El futuro es un lugar extraño es una novela incómoda. Es por eso que, más que destacar su calidad escritural y hablar de la “consolidación” de una obra –lo que sería demasiado fácil en el caso de Rimsky, con ya varias novelas a su haber, muy bien recibidas– interesa apuntar a esa incomodidad, a cómo la autora ha logrado perfilar una mirada propia, excéntrica en el mejor sentido, sobre los objetos y situaciones que observa, incluso a riesgo de construir ahora un mundo en esencia antipático, en que la mayoría de los personajes se encuentra de algún modo degradado.

futuro

Si bien la narración es en tercera persona (inteligente estrategia en un tiempo de excesivas declaraciones autoficcionales), es intenso el foco en la subjetividad de Caldini, su voz, su forma de mirar hacia la calle desde alguna de las muchas ventanas de su departamento, para explorar la vida material de los vecinos. Ella registra los sonidos, las apariciones entre los escombros, los gestos, las breves renuncias y los inútiles apasionamientos de esos fugaces personajes: los viejos que atienden el desolado café Roma, su vecina la Yugoslava, el vendedor de diarios y el de las verduras, empleados del Parque Municipal… en suma, toda la bullente y por lo general ignorada vida del centro santiaguino. Es por esto que la derrota en la novela tiene algo de coral, como lo tienen también la perplejidad y el deseo de reconstituir el tejido del pasado. Entenderlo y rescatarlo.

Rimsky no ha cejado en apuntar en este nuevo libro a un universo material en que los objetos hablan y callan de manera significativa, como lo hacían en Ramal y Poste restante. En ese mundo las grietas de una casa, después del terremoto del 2010, deben ser leídas, estudiadas, oídas. Las grietas hablan, como habla el propio presente agrietado y una novela que muestra sus fisuras, que ironiza sobre sí misma, sobre el sentido de escribir el pasado, de volver sobre él.

¿Cómo vincularse con la historia? ¿Cómo entender el presente cuando sabemos que es un futuro espurio, el futuro que de jóvenes nunca hubiésemos querido presenciar? Caldini, con su voz espesa, pesada, en cierta forma socrática –es difícil “quererla”, ya que por momentos es demasiada su superioridad moral, su gesto aleccionador, su inteligencia a la que no se le va una– retrocede los pasos necesarios para hacer que el pasado y el futuro se toquen y estallen en un gran e implosivo final.

Relacionados

La culpa de los otros

por Daniel Hopenhayn

La derrota es la prudencia

por Roberto Careaga C.

Inseparables

por Sebastián Duarte Rojas