Rem Koolhaas y la basura

En El espacio basura, Rem Koolhaas relata cómo se ha erosionado la arquitectura del siglo XX y qué ha sobrevivido de ella. Habla de la secuencia de figuras heterodoxas en que se han convertido las ciudades. Sin embargo, dice que esa mezcla es virtual, ya que todo está vinculado por semejanzas que pasamos por alto.

por Matías Rivas I 19 Febrero 2019

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Hay libros que ayudan a abrir la mente e incorporar ideas, experiencias y percepciones, y también hay los que enseñan a comprender lo que vemos a diario en las calles. No se trata de dos clases distintas de textos, excluyentes entre sí. Por el contrario, las obras que calan en los lectores pueden producir estos fenómenos de manera simultánea. Es lo que me sucedió cuando recibí como regalo El espacio basura, un breve ensayo del arquitecto holandés Rem Koolhaas.

Antes de abordar este texto, solo conocía de Koolhaas sus construcciones y diseños, que lo han hecho merecedor de premios insignes y lo tienen convertido en una celebridad. Más de una vez había buscado en Google imágenes de sus impactantes edificios. Mi vida provinciana, mi sedentarismo crónico, me ha llevado a saber más asuntos por referencias que por el contacto con ellos. Por lo mismo, la lectura de El espacio basura fue un hallazgo que se conecta con lo que observo. Koolhaas advierte de nuestra ceguera a la hora de mirar el paisaje que nos rodea: no vemos las escaleras mecánicas, ni los ascensores, tampoco consideramos las barreras contra incendios, los letreros con indicaciones ni los juegos para niños en los parques. En pocas palabras, no somos conscientes de la estética de los no lugares. Y es justo en esa zona en donde este libro penetra con distancia crítica, con escepticismo e ímpetu, para analizar sitios como los aeropuertos, los malls, las estaciones de servicios y las vitrinas del comercio, en busca de darles una interpretación visual. Koolhaas no tiene nostalgia del pasado arquitectónico. Y señala que el “espacio basura” es “lo que queda después de que la modernización haya seguido su curso o, más concretamente, lo que se coagula mientras la modernización está en marcha: sus secuelas”.

La gracia de Koolhaas como autor reside en su capacidad de atender a lo panorámico, a lo monumental, y desde ahí saltar a los detalles, a lo que nos involucra como ciudadanos.

La claridad de este texto difiere del lenguaje obtuso que poseen muchos arquitectos cuando explican lo que ven y hacen. Esta elocuencia se explica tal vez por una sencilla razón: Koolhaas, antes de dedicarse a la planificación y el estudio de la arquitectura y el urbanismo, fue periodista. Cuando escribe no es básico ni torpe ni pragmático. A mi entender, su talento para representar e hilar conceptos facilita pensar que estamos ante un ensayista. Koolhaas relata cómo se ha erosionado la arquitectura del siglo XX y qué ha sobrevivido de ella. Habla de la secuencia de figuras heterodoxas en que se han convertido las ciudades. Dice que esa mezcla, sin embargo, es virtual, ya que todo está vinculado por semejanzas que pasamos por alto. Al respecto, apunta al diseño de interiores, en los que priman las comodidades, como los aparatos de cocina, los televisores o las instalaciones de aire acondicionado que emparentan las diferencias superficiales. Koolhaas especula sobre la iconografía del espacio basura y dice que está compuesta por una mezcla de tendencias inescrutables. Las más recurrentes serían: 13% de cultura romana, 8% de Bauhaus, 7% de Disneyland, 3% de art nouveau, seguido de cerca por la estética Maya. Esta ensalada de estilos se explica porque “el espacio basura es un ámbito de orden fingido y simulado, un reino de transformación morfológica”.

La verdad es que son decenas los temas que toca con habilidad táctica Rem Koolhaas en El espacio basura. Intuyo que es imposible acotar sus 62 páginas. Quizás eso se debe a la forma en que está redactado: con precisión y, a la vez, con una soltura provocadora, que le permiten a su autor atravesar con un mismo concepto cuestiones tan disímiles como el tráfico de las ciudades, el fascismo ecológico, los guiones y ritos a los que nos someten las reglas sociales, y los cementerios. La gracia de Koolhaas como autor reside en su capacidad de atender a lo panorámico, a lo monumental, y desde ahí saltar a los detalles, a lo que nos involucra como ciudadanos. Este ensayo permite caminar con menos inocencia ante el espectáculo visual que nos rodea y despejar juicios infundados sobre lo que es el progreso y la belleza.

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