Allende vive

El libro de Daniel Mansuy sobre Salvador Allende puede leerse como un gran llamado de atención a lo que ocurre cuando fracasa el centro político. El autor, de hecho, lo que más destaca es que la izquierda no contaba con mayorías sociales robustas y, cuando el escenario se tornó más complejo y se requería unidad, las fuerzas políticas se dividieron. El Partido Socialista apostaba por acelerar la confrontación con los sectores vinculados al gran capital, el Partido Comunista optaba por posponerlo. Y Allende quería evitar tal confrontación. Hacia mediados de agosto de 1973, el presidente estaba cercado, rodeado, asediado. Los peores enemigos los tenía en su propia coalición. No en vano, en su último discurso no hay una sola mención a los partidos políticos.

por Claudio Fuentes S. I 24 Septiembre 2023

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Resulta difícil clasificar el libro Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, de Daniel Mansuy. No pretende ser una biografía y tampoco calza como un ensayo histórico. La elección del título no debió haber sido fácil, por cuanto en la narración se entrecruza la relación de Allende con los partidos de la Unidad Popular y las posteriores revisiones y contra-revisiones intelectuales y políticas de la figura del expresidente. ¿Se trata de un texto sobre Salvador Allende o más bien de la relación entre la izquierda chilena y la figura del exmandatario? ¿Es SALVADOR ALLENDE —así con mayúsculas— la figura principal del texto o, más bien, lo que terceras personas percibieron y pensaron sobre lo acontecido durante la Unidad Popular y luego del Golpe?

El autor anuncia temprano que pretende examinar el papel que juega la figura de Salvador Allende en el proceso político de la Unidad Popular (UP) y en nuestra memoria política. Argumenta que “la rebelde persistencia de nuestro pasado está directamente conectada con su persona”. A Mansuy le intriga aquella persistencia y de ahí que busque resolverla.

Lo que el lector encontrará en este volumen son dos partes. En la primera se trata de desenmarañar la relación entre la UP y Allende durante los mil días de su gobierno. En la segunda, se da cuenta del modo en que la izquierda asumió, pensó y procesó la figura de Salvador Allende y el gobierno de la UP después del Golpe. Así, el subtítulo es más importante que el título principal de la obra.

En la primera parte, la tesis central es que existieron tres razones que hicieron fracasar a la UP. Primero, aunque los principales líderes de la UP contaban con un enorme capital cultural, carecían de una reflexión teórica que les permitiese comprender el contexto sociopolítico que vivían, lo que los llevó a tomar decisiones equivocadas a nivel político, particularmente respecto de su relación con las clases medias y el centro político.

Segundo, y tal vez la dimensión que Mansuy más destaca, es que no se contaba con mayorías sociales robustas. Los partidos se dividieron en torno a una vía chilena más moderada y otra más radical al socialismo. Mientras el escenario político se tornaba cada vez más complejo y se requería más unidad, las fuerzas políticas se dividieron. El Partido Socialista (PS) buscaba acelerar la confrontación con los sectores vinculados al gran capital, mientras el Partido Comunista quería posponerla. Allende, a su vez, quería evitar tal confrontación. Hacia mediados de agosto de 1973, el presidente no tenía nada que hacer, estaba cercado, rodeado, asediado. Los peores enemigos los tenía en el propio PS.

Tercero, reconociendo esta división política, Allende nunca se decidió o se inclinó por una u otra dirección. Mansuy sugiere que existían antecedentes sobre esta discusión. Tempranamente, el intelectual español Joan Garcés planteó que la sobrevivencia de la UP dependería de la alianza con el centro político. Si aquello no sucedía —es decir, si no se construían grandes mayorías—, el proyecto político de la UP fracasaría. La DC había pedido en julio de 1973 una serie de garantías que Allende no quería o no era capaz de aceptar. Aylwin en su última reunión con Allende, pocos días antes del Golpe, le indica que debía optar y dejar de apoyar el polo revolucionario de su gobierno. De acuerdo con Mansuy, el dilema para Allende era insoluble: “Allende no escoge, no quiere escoger, se niega a escoger y prefiere la muerte antes que escoger. Esa fue su tragedia. Esa sigue siendo nuestra tragedia”.

Aunque discrepo respecto de las principales tesis esbozadas por Mansuy, se trata de un libro inteligente de principio a fin. Analiza las contradicciones de las izquierdas en la UP y luego las interpretaciones que los segmentos de izquierda más o menos revisionistas hicieron tanto de la UP como de la figura de Allende. La tesis es cuestionable en un doble sentido, como dispositivo para justificar lo sucedido el 11 de septiembre y como dispositivo para inferir las motivaciones que llevaron a tomar las decisiones que tomó Allende durante su gobierno y en la hora final.

Detengámonos aquí por un momento. La versión de Mansuy del periodo 1970-1973 sugiere que un talentoso y habilidoso político no fue capaz de resolver el dilema que enfrentaba su propia coalición de gobierno. Allende, según esta versión, no era reconocido como un líder de la izquierda. “Allende no es un gran protagonista de la historia para nadie en la izquierda hasta el 11 de septiembre. Hay un divorcio con su coalición. La UP lo considera una especie de coordinador en jefe, pero no mucho más” (entrevista al autor en The Clinic, 2 de julio de 2023). Resolver el problema político en 1973 implicaba quebrar a la UP y Allende no estaba a dispuesto a tomar aquella decisión. El final trágico, el suicidio, es un acto moral donde se dispone a morir en pos de un proyecto colectivo.

Mansuy resalta la alocución de Allende desde el palacio presidencial aquel día 11. Se trataría de un discurso que calaría muy profundo en la conciencia colectiva nacional, como se lee: “Allende cuenta con la lucidez necesaria para proveer de un marco y de una narrativa a su propio final: su hora más oscura queda cargada de sentido. Allende se eleva sobre el golpe de Estado, sobre las vicisitudes de la Unidad Popular, sobre el colosal equívoco que él mismo había construido, sobre sus adversarios de todos los colores y se instala en la historia larga de Chile”.

Atrapado en una encrucijada política imposible de resolver, Allende opta por una salida moral y su discurso refleja precisamente aquello. Acusa de traidores a los militares y plantea que vendrán otros que abrirán las grandes alamedas. Pero en ese discurso, advierte Mansuy, quedan fuera los partidos. Es un presidente solitario, que le habla al pueblo y al futuro, no a sus camaradas de tantas luchas electorales: ese gesto se convierte, a su vez, en un criterio muy exigente. En lo sucesivo, a la izquierda no le resultará fácil estar a la altura de Allende”.

La principal preocupación e interrogante de Mansuy es la relación entre las izquierdas y el presidente, y de ahí que la explicación de lo sucedido esté cruzada por aquella dinámica. Y aunque aquella dinámica existió y queda bien documentada, la revisión del discurso final sitúa las preocupaciones de Allende en otro lugar. Ese día y a esa hora, los militares ya estaban bombardeando una serie de puntos estratégicos y en el trasfondo se escuchaban gritos que mostraban la tensión del momento. Las primeras palabras son para acusar la traición de los militares. Son palabras que con dureza acusan la cobardía y traición del juramento de los soldados como del “autodesignado almirante Merino” y el “senor Mendoza, general rastrero que solo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno”.

No es posible desatender la fuerza política de aquel discurso, sin considerar el momento vital que se estaba viviendo. Bombas destruyendo antenas de radios, tanques rodeando La Moneda, aviones surcando los cielos, disparos de metralletas. Y frente a ellos, un puñado de civiles que acompañaban al presidente en “este momento definitivo” como él mismo lo indicara. ¿A quiénes responsabiliza Allende en aquel preciso momento, además de los militares? Nombra al capital foráneo que, “unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición”. Allende no desatiende que se trata de un conflicto de clases y que los sectores privilegiados utilizan a las Fuerzas Armadas para reconquistar el poder. Esto lo expresa cuando se dirige a los profesionales de la patria, aquellos que trabajaban “contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos”.

Allende sabe que vendrán días muy difíciles, por lo que hace un llamado al pueblo a defenderse, no a sacrificarse: “El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”. Para Allende, aquel día es un momento gris y amargo, marcado por la traición. Termina señalando: “Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo certeza de que por lo menos habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.

La lectura de Mansuy está anclada en el conflicto UP-Allende y a partir de aquella premisa, sostiene que el presidente estaba atrapado en un laberinto de decisiones que lo dejaron sin capacidad de conducir la coalición, pero sin querer romperla. ¿A qué respondió el sacrificio de Allende? En una parte del libro, Mansuy se imagina una respuesta de Allende sobre la decisión de quitarse la vida: “Nunca quise llegar hasta acá, nunca fue mi intención llegar a este punto, pero ustedes, socialistas, no me dejaron otra alternativa, prefiero morir a traicionar a mi familia política”.

El texto es sugerente, sobre todo respecto del modo en que las izquierdas han pensado la figura de Allende después de Allende. El texto obliga a reflexionar sobre la política de coaliciones, la construcción de mayorías y el modo de resolver conflictos políticos sin convertirnos en enemigos. Su lectura y la lectura de los comentarios sobre este libro comprueban, una vez más, que Allende moviliza pasiones, provoca reflexiones, persiste en el tiempo.

¿Qué habrá estado pensando Allende en esa hora? ¿Estaría pensando acerca de su familia política o sus pensamientos se asociaban a no permitirles a esos militares y policías cobardes salirse con la suya? ¿Por qué en ese momento no hay palabras para los partidos y sí las hay para el pueblo, que lo acompañó hasta la Presidencia de la República? El momento era tan decisivo que tal vez la grandeza de aquella alocución estuvo, precisamente, en decidir quedarse allí para defender, aunque sea con sus palabras, el último bastión de una democracia bajo ataque.

La lucidez y templanza de Allende en ese momento decisivo tal vez se explica por un fenómeno que Mansuy no examina en su ensayo y que se refiere a la trayectoria de aquel personaje. Porque lejos de ser un actor secundario del socialismo, se trata de un doctor (dato no menor en el Chile del siglo XX), que se transformaría en un icono no solo por su capacidad de oratoria, sino que por toda una trayectoria dedicada a la cuestión social: su vida de joven transcurrió entre Tacna, Iquique, Valdivia, Valparaíso y Santiago. Una figura que decidió hacer el servicio militar, estudiar medicina, que a los 29 años era diputado y a los 31 años asumía como ministro de Salubridad. Desde 1952 y hasta el año 1970 fue cuatro veces candidato presidencial, derrotando a sus competidores internos del PS. Se echa de menos en la obra de Mansuy un examen más acucioso de esta extensa trayectoria que explica su retórica.

Cuando se examina la trayectoria vital de Allende se entiende la particular sensibilidad ante las necesidades del pueblo. Le habla a la juventud, pues interactuó con ella; le habla al joven trabajador que visitó en los cerros de Valparaíso; le habla a la mujer pobladora que seguramente atendió en los hospitales. Pero también les habla a sus adversarios y a quienes lo traicionaron. Entonces, tal vez la lucidez de aquel discurso se debe a su propia capacidad de resumir una trayectoria vital de ideología y luchas sociales, de la cual había sido testigo y protagonista desde los albores del siglo XX.

La segunda parte del libro pasa revista al modo en que la intelectualidad y la política decidieron recordar tanto la figura de Allende como el proceso de la Unidad Popular. Aquí, el análisis se centra, en particular, en los trabajos iniciales del post Golpe de Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, que se interrogan con una fuerte mirada crítica sobre el socialismo y su renovación. Más recientemente, observa cómo desde el sistema político se ha procesado la figura de Allende, examinando el gobierno de Aylwin, Lagos y Boric. El volumen en esta parte oscila entre la reflexión intelectual sobre la renovación socialista y las perspectivas más políticas acerca del modo en que se ha encarado el mito de Allende.

Quisiera referirme también a las reacciones que ha generado este texto. Se destaca en las opiniones que haya sido un autor de derecha quien se sentara a reflexionar sobre el lugar de Allende en la izquierda chilena. Se advierte que Mansuy obliga a las izquierdas a observarse en tanto proyecto político en sus derrotas y fracasos (Alfredo Joignant). Otros sugieren leerlo con precaución (Mauro Basaure), y hay quienes se sorprenden del modo en que sectores de izquierda han salido a aplaudir un texto que evidencia una estrategia defensiva desde el punto de vista de la derecha (Juan Pablo Manalich).

Aunque discrepo respecto de las principales tesis esbozadas por Mansuy, se trata de un libro inteligente de principio a fin. Analiza las contradicciones de las izquierdas en la UP y luego las interpretaciones que los segmentos de izquierda más o menos revisionistas hicieron tanto de la UP como de la figura de Allende. La tesis es cuestionable en un doble sentido, como dispositivo para justificar lo sucedido el 11 de septiembre y como dispositivo para inferir las motivaciones que llevaron a tomar las decisiones que tomó Allende durante su gobierno y en la hora final.

Sin embargo, el texto es sugerente, sobre todo respecto del modo en que las izquierdas han pensado la figura de Allende después de Allende. El texto obliga a reflexionar sobre la política de coaliciones, la construcción de mayorías y el modo de resolver conflictos políticos sin convertirnos en enemigos. Su lectura y la lectura de los comentarios sobre este libro comprueban, una vez más, que Allende moviliza pasiones, provoca reflexiones, persiste en el tiempo, ¡Allende vive!

 


Salvador Allende: La izquierda chilena y la Unidad Popular, Daniel Mansuy, Taurus, 2023, 364 páginas, $17.000.

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